Page 92 - RC_1964_02_N41

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llamaradas se alzaron en Jos barracas cerca de la costa y toda tlq' estructura ardía. poco desp~,és. Déwey y un marinero' Hornada Sam, propietario de un bote peque~

ño, habían incendiado el edificio por pura perversidad

y malicia con el fin de inflingir daño a un lugar cuyos habitantes estaban ya cansados de aguantarlos y per– mitir la ,persecución de sus nefastos procedimientos. Tdl como fueron sus intenciones, el odio cayó sobre los Americanos bajo la influencia protectora de 'los que bajo cuyo poder el acto fue cometido.

JUSTICIA DE WALKER

Walker estaba ardido y determinado a castigar a los perpetradores, de modo que se difundiera por el mundo que sus ambiciones eran buscar el poder por medios legítimos y que ningún vandalismo podría reci– bir sus sanciones.

Sam medio borracho, vino a bordo en busca de aprobación por lo que él creía ser un acto meritorio. Fue arrestado y corno se disponía de tiempo, pues no soplaba ningún viento y había que esperar que la ma– rea bajara paré poder huir, una corte marcial rápida– mente reunida lo condenó en pocos rylomentos a ser fusilado. Walker aprobó la sentencia inmediatamen– te. Todo esto sucedía tabique de por medio de donde yo dormra.

El Capitán Hornsby con una pequeña escolta, condujo al reo a la costa pard cumplir la sentencia. Una vez en tierra, en la obscuridad y en la confusión que causaban los tiros de la vanguardia enemiga que ya llegaban a ,San Juan, lógró Sam quitarse las esposas que ataban sus manos y Se escapó.

A .mí siempre me ha par~cido que alguno de nuestros soldados teniendo piedad de Sam, le soltó las

esposas~ cosa que se podía hacer con mucha facilidad en la obscuridad de la noche. .

Dewey aunque estaba borracho, no fue tan tonto de ir a bordo y se había refugiado en el boté de Sam, esperando que Sam regre~aría pronto y z:arparían. j~n­

tos lejos de ese lugar tcm pe1igrd~o pard ellos ahora que llegaba el- enemigo. _Mientras: Id pifiada escolta

regresaba al barco yo bajo el fuego 'c:Jel :e~ellligo que estaba alineado ~n la costo, se lIévaro~ remolcado el bote de Sam y lo amarraron a la Sén José y habiendo ya la mare~ empezado C1 bajar, lentamente empezamos a bogar hada mar abierto. Un poquito más de activi– dad de parte del enemigo nunca nos hubiera sido posi– ble huir.

Su negligencia no es para maravillarse si conside– ramos las inmensas pérdidas que habían tenido el día anterior y su probable creencia de que los Americanos nunca arriesgarían recibir otra calurosa bienvenida análoga a la que nos habían dado.

No fue si!10 hasta que llegamos a León que supi– mos el destino' de los seis heridos que abandonamos en Rivas. Fueron atados con cadenas en grandes trozos de maderas que amontonaron en la plaza y quemados vivos por orden del Comandante Coronel Bosque en la noche del día de la batalla, como un sacrificio expia– torio por las almas de aquellos que habían cardo en nuestras manos.

El Coronel Walker, ar reratar esta su priMera ba– talla en Nicaraguo, tiene euidado d~ ir corto en suS-

pérdidas y én el tamaño de las fuerzas a que él se em– pecinó e\l atacó!"; cuando con uno actitud más juicio– sa que'; np le hubiera menguado su coraje, le hubiera . aconsej·ado. retirarse de la trampa que le habían arma,. do tan pronto como hubiese visto la infructuosidad de su persistencia.

Lq experiencia es una maestra valiosísima, aun– que nosotros no siempre estamos anuentes a reconocer nuestros obligaciones hacia ella.

Aunque nuestras fuerzas 'eran muy pequeñas en número muy rara vez los anale$ de la historia han te– nido que relatar un lance de tanto esfuerzo, de. mós intrepidez y atrevimiento que ro de estd pequeña ban– do abandonada, como estuvo desde el principio, por sus aliados. Es cierto que una tercera parte de ella murió o cayó herida.

HACIA EL REALEJO

A la mañana siguiente fuí despertado por Walker personalmente quien me dijo que ~eseaba que lé ha– blara' a la mujer de Dewey quien lIevqba el timón del bote de Sam que iba remolcado a la San José.

í \

Cuando llegué a la cubierta, bastante refrescado por el sueño de toda la noche como los hombres que ejecutaron eran rifleros escogidos, no era necesario averiguor el estado de Dewey y conio Walker yo no necesitaba mis servicios a bor90 él, con un admirable sentiao de ventaja y sin tomar eh cuenta mi conqición de herido, me ordenó que fuera a bordo y que tomara posesión del bote y que lo condujera a salvo al Realejo. Me c.onstituy6 en el acto administrador de las perte– nencias de Dewey y me dio dos soldados para Clue hi– cieran el trabajo de manejar el bote en el recorridó de más de .cien millas que distaban del Realejo. , Siempre fue parte de mi, cl'edó militar el oir y obedecer y ni siquierd pensé en interponer óbjeción al– guna é. causa de la excesiva debilidad y de mi herida que elÍri hó había sidó atendidd debidamente. Pero seguí a los dos hombres a bordó del bote lo mejor que pude, y una vez suelta la cuerda. que lo otoba, la San José se dléjó de nósotrós con mayor velocidad y que– damos a merced de las olas del ancho mar.

Los dos hombres en cuanto bajamos al bote, ba– jaron a la "cholpa"¡ y yo me hice cargo del timón, los llamé que subieran e izaran la vela, pues, después de habernos soltado de lo San José quedamos a merced de las olas.

Cuando subieron poco tiempo después, me infor– maron que Deweyestaba muerto con una bala a través del corazón.

Hasta después de dí! cuenta que estos hombres se habían apresurado a bajar a la "cholpa lf con el fin de registrar los vestidos de Dewey quien tenía la reputa– ción de llevar consigo gran cantidad de oro, y que en verddd, le encontraron una buena cantidad. Después de haber izado vela, les ordené que subieran el cuerpo del muerto a cubierta para prepararlo a su sepultura en el mar y les rogué que lo registrarah a ver si tenía algo de valor. Por supuesto que no le encontraron ni un centavo.

Estos' hombres eran de ralea peor que lo de Dewey, uno de éllos. había asesinado a su camarada de manera tan vil e injustificable que hubiera sido in-

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