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I Dl,Jrot1tenii ,enfermedad y coryvalecencia la "Fa– Ldlnge Arrt~ricana" como le habían 'llamado, permane– ció en El' Realejo y Chinandega.

, La foma que habían alcanzado por esta su expe– dición a Rivas, que aunque resultó en derrota, grandes proezas se esperaban de ella. Sus bajas se repusieron con creces por los Americanos esparcidos en el Estado que se incorporaron voluntariamente atraídos por su popularidad, lo que la hizo más formidable que antes, gracias a la experiencia que habíbn adquirido.

VALLE "EL CHELON"

La conducta de Ramírez y de sus hombres, fue muy sentida y deplorada por los Caudillos más promi– nentes del Partido Democrático entre q\J'ienes se desta ... cabo el General Valle, llamado comúnmente tlEI Che– Ión", era éste el mimado de los soldados del Departa– mento de Chinandega, donde era Comandante y quien además de sentir un intenso odio hacia Muñoz secreta– mente t1spiraba a ser Dictador del Estado para cuya posición, su popularidad y su afición a las armas lo hacían muy adecuado. Además de esto, era un hom– bre de impulsos generosos y su mayor deseo, tal como lo decía, "era probar a los Americanos que los Centro Americanos no eran ni traidores ni cobardes".

Cuando Walker no pudo obtener ayuda oficial del Gobierno de León, debido a gestiones de la facción que se oponía al Presidente se marchó con sus fuerzas al Realejo, con la amenaza de buscar eh ,Honduras, (dón– de el Presidente lo había invitado"; cordialmente), en– ganche para sus armas que esa facción le negaba en Nicaragua. El Chelón, quien nO tenfa más que decir, "Vengan muchachos" y lo seguíari' en contra de su propio Presidente si fuera necesario, declaró que acom– pañaría a Walker otra vez a la Ruta del Tránsito, con una fuerza, adecuada paro borrar la moriche que la traición de Ramfrez hobía traído al pueblo de Nicara– gua.

Después de todo, esta fue la s61ucióli más acep– table para el Presidente e inmediatamente se comenza– ron ,los preparativos que resultaron en poner ó bordo del Vesta y otra embarcación más pequeña, una fuer– za de más de ciento cincuenta hombres hativos con El Chelón a la cabeza, una fuerza que inspiraba confianza constituyendo, con los Americanos, un ejército en el cual se podÍ'a depender.

Después de que yo pude otra vez presentarme para el servicio, todo mi tiempo ro gastaba en hacer los preparativos a que estaba obligado en mi carácter de Comisario y de Contramaestre para poner a los Americanos otra vez en pie de guerra, habiendo sido autorizado para extender recibos en nombre del Go– bierno por todos los pertrechos necesarios. El crédito del Gobierno era bueno y por lo tanto no tuve ninguna dificultad en adquirir todo lo que el país pudiera pro– veer; Hubo una excepción a esta regla.

MR. MANNING

Un Mr. Manning que había sido Cónsul de Ingla– terra en Chinandega y que se había enriquecido con los monopolios que el poderío de su Gobierno le había capacitado para adquirir del Gobierno de la Iglesia en

Nicarogua; era el único qué ,tenía una existencia, de pólvora, para ,rifles y fulminantes en el pueplo. Esto

era parte de su mercadería y. yo ma/idé un Sargento con elreeibo correspondiente poro comprarla. El re– husó venderla, usando un v6cablllario muy irrespe– tuoso para el Gobierno Derno,crqtico y haciendo alardes de la' protección que le daba el Gobierno de Su Majes– tad Británica. Yo consulté al Coronel Walker, pues deseaba proc;eder con cautela para t:10 dar motivo de dificuHad al Gobierno.

Walker contestó, que como municiones de guerra estaban sujetas a ser decomisadas, si Manning rehusa– ba venderlas.

Yo; así respaldado, tomé una escolta y como Manning al verme llegar a su puerta colocó la insignia de San Jorge a través de ésta, haciendo al mismo tiempo atrevidas amenazas de la venganza de Inglaterra si yo la tocaba. Yo colladament~' y con el debido respeto para el emblema de esa gran nación, la puse a un lado y tomé Id mercadería requerida. Manning entonces aceptó gu~toso el recibo que se le extendiera al ver que su pequeña baladronada no surtió efecto.

He relattldo este ihcidente con todos sus porme– nores, porque el Coronel Wolker al dar cuenta de. él, asegura que yo pisotié la bandera inglesa por orden suya.

Como siento el mismo orgllllo tanto por ser nacido eh Inglaterra, como por ser ciudadano americano y me ofendería que me creyeran capaz de humillar a cual– quieta de ellas, hubiera requerido una provocación ma–

yor. y más ofensiva que la malacrianza de un individuo vulgor, para que yo cometiera un acto indigno con Id bandera de mi país nativo.

DE NUEVO A RIVAS

El 26 de Agostó zarpamos otra vez del puerto del Realejo rumbo al departamento meridional. Mien– tras navégábarnos mar afUera en la mareo, el barco Sdh José echaba anclas en el puerto y creyendo Walker que probablemente había estado en San Juan, en su viaje desde Costa Rica, decidimos Walker, Valle y yo,

ir" a bordo de 'la San José ó hacer. overiguociones CÓIi

respecto a la situación en que estáb6 $an Juan, las que– nas podrían ser provechosa,s para el proyecto de nues– tro desembarco allí.

Al acercarnos a la San José un bote pequeño se alejaba de su lado y mientras éste pasaba a corta dis– tancia de nosotros, hicimos esfuerzos por identificar uno que hacía esfuerzos por no ser identificado, cu– briéndose la cara. Méndez que efe pies en la cubierta de la San José nos saludaba mientras nos acercábamos y así nos distrajo la atención y el traidor Ramí'rez, que era el hombre que hdda todo lo posible por no ser co– nocido, tuvo suerte y escapó nuestra veng€1l1zo. Méndez 'que aunque hasta ahora regresaba de su exilio forzoso, no vaciló un momento en decidirse a regresar con nosotros. Era su destino, decía, no per.., der la oportunidad dé que le metieran una bala en la cabeza.

Dijo Méndez que Ramírez se excusaba de haber– nos desertado cuando estábamos frente al enemigo én Rivas, diciendo que obedecía órdenes' de su Coman– dante el General Muñoz.

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