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PLANES DE WALKER

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Acostumbrábamos pasearnos a lo largo de la pla– ya donde el rítmico volcar de las olas pareCÍ'a aprobar con énfasis los gigantescos planes imperiales que él me revelaba.

En este plan, el actual movimiento popular no era más que para obtener un éxito pasajero con el fin de amedrentar y demostrar a la oligarquía gerárquica que necesitaba de su protección con lo que una vez conseguido obtendría al final, poder temporal sobre Centro América y México, cuyo poder solidificaría subordinándose y adoptando la política de la iglesia, quien a su vez cobijaría con su influencia y le daría su protección y después, nuestra facción y la iglesia combinadas' lograrían unificar los Estados Centro– Americanos y establecer un poder central único con él, naturalmente, a la cabeza.

Una vez conseguido ésto, el antiguo litigio de fronteras o cualquier otro motivo serviría de pretexto, si fuera necesario, para anexar a México el Imperio Centro-Americano. Los Estados Unidos bajo la domi– nación de las ideas de los Estados del Sur que se supo– nía favoredan este plan, estarían dispuestos a poner en acción la Doctrina de Monroe en caso de que algu– na nación Europea quisiera estorbar la prosecución de dicho plan.

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El resto del plan era muy sencillo, conquistar era su único objeto y por el simple método de aquel adagio que dice: "Nada tiene más éxito, que el éxito mismo". Este había de ser el talismán para atraer no solo a los espíritus atrevidos siempre listos a secundar al caudi-–

110, sin hacer preguntas, sino también al más tímido, que buscando seguridad, se adherirían en cualquier forma, al poderoso.

El impedimento de las leyes constituCionales era, naturalmente, considerado como Simple estorbo que habría que sacudir por el podel' mismo, eOJ1lo Luis XIV podría deClarar: "Yo soy el Estado".

Este era el plan bosque jodo por este hombre tan atrevido como capacitado, pero carente en absoluto de sagacidad, pues no tomó en cuenta un factor de la moderna política, factor poderoso hoy día, aunque hubo de ser insignificante antes de la revolución fran– cesa: el factor de la opinión pública.

y como en su plan incluía el restablecimiento de

Id esclavitud en un país cuya población tenía en su

mayoría una mezcla de sangre africana, una afiliación de poder con la iglesia en una época en que la libertad de pensar había hecho progresos, resultaba ya muy tarde en la historia del Mundo.

Yo escuché su conspiración contra las libertades de los pueblos a esas mismas libertades a que yo había tenido un romántico apego, y mi corazón se entriste– ció. El tenía avidez de poder mientras que yo sólo era un mero filósofo. "Está ya en nosotros ser de un modo u otro'l.

DISENCION CON WALKER

Yo era joven y quizás esta sea la unlca excusa que pueda ofrecer por haberme aventurado a disentir del curso que este hombre había determinado seguir, era como decirle 01 Niágara que cesara de volcarse; se

ofendió. Ahora ya podía ofenderse, pues habían mu– chos hombres capacitados ansiosos de seguir su derro– tero. Yo le presenté mi renuncia, a sabiendas de que estando asegurada la victoria, yo no haría falta. Si las halagadoras· ofertas de promociones que me hicie– ra, y la manifestación de pesar con que me agobiaban los amigos que había hecho en el ejército hubiera com– pensado por la destrucción de mis í;dolos, yo hubiera estado satisfecho, pero poder, solo poder, sin embargo no tení1a ningún atractivo para mí. Por fin consentí en aceptar un permiso indefinido para ausentarme en vez de renunciar. Yo había compartido los días ne– gros de Id democracia. La victoria contra el viejo enemigo, estaba ahora asegurada, pero la "Democra– cia" yo lo sabía muy bien, no estaría triunfante. Acepté un asiento en un bote sin tolda de mi amigo Mr. Temple de San Juan. Navegamos en el mar azul orillando las costas de Nicaragua hasta llegar al puerto de Punta Arenas en Costa Rica. Un barco péruano estaba para zarpar, tomé pasaje para Panamá, y por pura buena suerte escapé de guardar la fastidio– sa cuarentena que sufrían los pasajeros que llegaban procedentes de Nicaragua, donde el Cólera hacía es– tragos.

La única paga o recompensa que recibí· o solicité al retirarme, fue una carta del General Walker, expre– sando su satisfacción por mis servicios. Esta carta era tan cordial que la Compañía de vapores en Panamá me obsequió un pasaje para New York. Las calentu– ras que nunca me visitaron durante todo el tiempo que residí en Nicaragua, me atacaron con violencia en Pa– namá y no me abandonaron hastc;J algún tiempo des– pués de haber vuelto a mi hogar.

El panorama de la ciudad cubierta de nieve que se ofreció a mis ojos al desembarcar en New York, ofrecía un fríú cOntraste a los bosques de palmeras que había dejado atrás.

EN NEW YORK

Desde e! advenimiento de los Americanos en Ni– caragua, circunstancias habían acumulado sobre mí, una gran cantidad de trabajo, debido en parte a la ex– periencia que con mi larga rE:!sidencia en este país ha– bía adquirido concerniente a hombres y cosas conecta– das con la guerra y como yo siempre estaba solícito a la ejecución de cualquier negocio o deberes militares que me otoñaran había sufrido al extremo de postra– ción física a causa de mis heridas, gocé en lo sumo el relajamiento de la pacífica vida del hogar.

. Sin embargo por algún tiempo, durante la quie– tud de los meses de invierno, mi reposo de noche casi se hacía imposible, mi sueño estaba lleno de sorpresas, de alarmas nocturnas y de todo lo que concierne a los horrores de la guerra. Acostumbraba leer con avidez lo que la prensa relataba de los maravillosos progresos que "el hombre del destino" haCÍ'a en Nicaragua y es– peraba silencioso por el inevitable destino del curso que él IIevabo. "Teda lo inevitable es la fuerza del destino".

Granada fácilmente capturada, las fuerzas de Walker constantemente iban creciendo. La adminis– tración Democrática del Gobierno de los Estados Uni– dos no obstaculizaba la salida de emigrantes armados

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