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zas combinadas de los Estados Centroarnericcmos con

la imposibilidad de reponer sus constantemente dismi– nuidas fuerzas.

Mis sentimientos llegaron a un punto crítico, yo

podía leer de sus éxitos y los de mis conciudadanos sin sentir ningún pesar por no estar yo con ellos. Pero cuando la situación cambió y empecé a leer de sus di– ficultades, reveces¡ la oposición en números arrollado– res, etc.¡ sentí que mi puesto era con ellos.

DE NUEVO A NICARAGUA

Me dirigí- a New York y tomé pasaje en el bClrco Orizaba, hacia Greytown o San Juan del Norte. En– contré a bordo rumbo al mismo lugar al Teniente ahora Coronel Frank Anderson y al General Roberto Wheat¡ quienes habían peleado con brillos bajo el General AI– varez en México y en la expedición de López para cap– turar la Isla de Cuba. En esto última aventura salió él más afortunado que sus compañeros los cuales todos fueron ejecutados¡ mientras que él fue enviado prisio– nero a España. Fue perdonado y sacado de los sóta– nos de esas cárceles para ir a recibir heridas y dificul– tades en Nicaragua y concluir muriendo a manos de sus compatriotas siendo Coronel de los Tigres en Lusio– na en la guerra de la rebelión.

El General Wheat era uno de esos caballeros de Virginia de gran corazón. Entre los que aun viven y lo recuerdan, ninguno negaría la verdad de este hu– milde tributo a su memoria y que él era valiente entre los más valientes era también notorio.

Habían otros abordo del barco¡ que como yo, bus– caban reunirse a la desesperada situación de los Americanos en Nicaragua. Cuando llegamos a Grey– town encontramos al Coronel Lock.ridge de Texas, que aunque era sólo encargado de transportar engancha– dos en el ejército de Walker¡ era, como tal, el coman– dante de la compañí'a de hombres que él conducía a Nicaragua a ponerse bajo el servicio de Walker. Tan– to el Coronel Anderson como yo, teníamos más alto rango que Lockridge pero como sus hombres no ha– bían sido incorporados. al servicio de Nicaragua le per– mitimos que retuviera el Cornando.

Supimos al desembarcar que el enemigo final– mente había forzado al General Henningsen a evacuO!" Granada, no sin embargo, hasta que su épica defensa había excitado la admiración del mundo.

SITUACION DE WAU(ER

El cuartel general de Waiker en este tiempo esta– ba¡ en Rivas, pero el grupo de enemigos que los Estados de Centro América unidos habían armado contra él, lo habían forzado a retirar las tropas con las que guar– necía los varios puntos del camino del Tránsito que te– nía en posesión. El· enemigo Clhora tenía en posesión los barcos del lago y del río y además los puntos de defensa de esa línea de modo que nuestra ruta entre Greytown y Rivas¡ donde nosotros esperábamos juntar– nos con Walker¡ estaban ocupados, fortificados y guarnecidos por el enemigo¡ que también estaban en posesión de los vapores. En este dilema el Coronel Lockridge compró el único borco disponible, un barqui– chuelo de rí'o¡ sin cubierta que había sido descartado a causa del pésimo estado de su maquinaria.

Mien'l'rC1s este barco estaba en reparaclon los hombres fueron conducidos a los arenoles en la boca del río

l

conocidos como "Punta ArenCís".

Este traslado fue ejecutado a consecuencia de la inteligencia de los oficiales de marina de

SL,[ Majestad Británica con nuestros hombres a quienes pretendían desalentar por todos los medios a su alcance. Ellos divulgaban que Walker mantenía una guerra sin espe– ranzas con miras de lucro personal y que estaba anta– gonizado no solo por una legión poderosa de 8nemigos sino también por lel opinión del munqo civilizado. Lockridge había reclutado su gente en los muelles y arrabales de New Orleans y cuando los ingleses les ofrecieron pasaje gratis de vuelta a Estados Unidos la mayoría decidió regresarse.

El lugar era inhabitable en la estación lluviosa, no había donde ampararse y nosotros no teníamos tien– das de campaña y nos vimos obligados a improvisor barracas con madera que había allí arpillada.

lOS INGLESES INTERVIENEN

Cuando los hombres fueron removidos de la in– fluencia de nuestros perseguidores¡ el Capitán Cock– burn, del cañonero Corsack apuntó sus cañones hacia nuestro miseroble campamento a corta distancia y ha– biendo llegado a la punta, en su lancha, ordenó a Lockrigde mClndar formar sus hombres pues de orden del Capitán Erskine, Comandante de la flota, quería re– mover a todo ciudadano inglés que tuviéramos en nuestras filas. l/El derecho de registrar en alta marI/

que los ingleses se habían arrogodo hasta nuestra gue– rra civil

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cuando sus pretensiones recibieron un paro tan severo, fue entonces admitido con tal humildad por la poderosa RepLlblica Americana¡ calculada a exi– tar la momvilla de la gente de hoy.

No tení'Omos más rerr1edio que doblegarnos, los hombres fueron formados por Lockridge y cerca de 20 aceptaron la inmunidad y transportación gratis a los Estados Unidos que Cockburn les ofreciera.

En justicia a los Irlandeses e Ingleses de nuestra compañía cabe aquí decir que casi todos estos ingle– ses que aceptaron regresor hablaban con acento teu– tónico.

El Coronel Wheat¡ con intención de promover una pelea con Cockburn me señaló como "ciudadano Britá– nico ll puesto que yo había nacido en Inglaterra. El estúpido Bretón creyendo convertirme me ofreció su protección.

Creo que los frases con que le repliqué fueron muy hirientes para él, porque Wheat procuró suave– mente convencerlo a que debiera ofenderse en la ma– nera acostumbrada entre caballeros y como último recurso se ofreció tomar mi lugar en caso de que Cockburn tuviera algún escrúpulo en que un militar de su rango¡ trabara duelo con un oficial nicaragüense. El, Wheat, no ostentando otro rango que el de ser un caballero Americano¡ y como tal se creí;a igual a cual– quier otro, el Capitán Cockburn¡ sin embargo, conti– nuabCl ignorando la invitación a un duelo personal y por fin Wheat le elijo (lo que causó gran hilaridad entre los marinos de su bote) que sentía mucho ver un marino inglés ampararse en su rango a costo de su honor. Estorbados por estas repetidas molestias que - 36-=-

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