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Sociólogo inglés, profesor de la universidad de Oxford.
Del gobierno de república democrótico
01 gobierno outocrótico de los dictoduras
en Hispano América
Una nación en al"mas
En la América española, la vida fue una cruzada durante la mayor parte del período colonial. Los hé– roes de esa época fueron guerreros, no pensadores, y
la raza, ya inclinada a admirar las dotes militares por encima de toda otra clase de talentos, se ratificó en su actitud mental. El soldado en el Nuevo Mundo no pudo nunca dejar descansar sus armaS: en muchas re– giones, :tribus de indios salvajes estaban siempre en acecho 'para el ataque, y los colonizadores, expuestos a pagar muy caro un solo momento de descuido. Otras regiones estaban amenazadas por bucaneros y por in– cursiones de extranjeros; en otras existía latlfsospecha, no infundada, de que los indios se alzarían en rebe– lión, si se les presentaba la oportunidad de hacerlo, como se levantaron capitaneados por Tupac Amarú. Al propio tiempo, el número total de soldados regula– res en las colonias era muy redu,cidú. Había que buscar la seguridad en una milicia, y como había relativa– mente muy pocos espqñoles en el Nuevo Mundo, tenían forzosamente que ser todos soldados mie,ntrós pudie– ran manejar las élrmas. La "nación en armas" fué un hecho en la América éspañola mucho antes de que Van del' Goltz escribiera. La Guerra de Independen– cia aumentó cómo era natural
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esa propensión ó buscar el jefe más bien en el soldad6 que en el civil. Nlieritrós duró la guerra era necesario hacerlo cSí; cuando la guerra terminó, lOs héroes de la lucha ejércieron un inevitable predominio sobre aquellos que habÍ'an con– ducido a la victoria.
Pensatl1iento vs. Acción
, Quizá hubieran pasado las cosas de otro modo de haber habido en cualquiera de esos países un hom– bre civil' de tal talento y de tan inmaculada integridad, que impusiera, sólo por su prestigio, el reconocimiento de su jefatura. Pero no surgió tal hombre: únicamente Bernardino Rivadavio
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en la Argentina, pudiera ser una excepciÓI1. Tan pronto como se logró la indepen– dencia, ,los criollos tendieron a convertirse en políticos, aun en los casos en que limitaban sus aspiraciones, en primer término, a intervenir en los asuntos locales, y
muchos, de ellos desplegaron grandes aptitudes para la política. Esas aptitudes; sin embargo, estaban re– partidas tan por igual, que no era fácil destacar de entre todos un solo individuo como el de rr'laY01" capa– cidad en ese 'respecto. Entre los republicanos ha habi– do muchos que han alcanzado una merecida reputación
por sus dotes oratorias; no pocos que han sido, indu– dablemente sinceros en su apostolado de los mas ele– vados principios; los ha habido que poseían grandes conocimientos de las teorías de gobierno. Pero se ha necesitado siempre de alguna prueba que pudiera ser– vir para la medida de su respectiva capacidad y no se ha podido disponer de ningún medio de comprobarla, salvo uno cuya aplicación ha sido algo azarosa: el de confiar el. Poder a una persona elegida, un tanto a cie– gás, entre un cierto número de posibles candidatos. Los republicanos han pagado, en efecto, la culpa de ser hombres de pensamiento más que de acción, en tanto que sus contrarios han gozado de la venta ja de tener jefes designados ya de qntemano por lo que en la práctica habían llevado a cabo.
Ni lá libertad ni eficacia
Los républicórios han tenido también en su contra lés consecuencias que se han derivado en muchos ca– sq?" de su cenquista del P<?der~' Han pretendido sin– cérome.nte, tróduéir sus teorías en hechos
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y los resul– tq(1ós del intento han tendido n qemostrar le poco jui– ciosó de'; las teorías que hot;ati predicado. Resuel– tés a realizar la autonomía local, ,han permitido, y has– :ta han llegado d establécer
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una extremada descentra-lizaCión. Resueltos a proteger contra la opresión la li– bertad individual, ho'n reducido hasta tal punto el po– der del Ejecutivo, que ha resultado imposible preser– var el orden y él respeto a la I'e)', y la vida y la hacienda han quedado sin garantías. Bajo su gobierno la so– ciedad ha tendido a caer en el caos, y hasta esa misma libertad de que eran los adalides ha que– dado a merced de las turbulencias. Sus contrarios han podido constantemente acudir a la experiencia para demostrar que los republicanos puros eran incapaces
de asegurar ni la libertad ni la ~ficacia en el gobier–
rib, y han podido, una y otra vez, presentarse como los salvadores de sus paÍ'ses. El apoyo que, de otra suerte, hubieran podido recibir
IQS republicanos, se lo han enajenado por los funestos resultados de su gobierno. Aun con todo eso, es probab'Ie que el equilibrio entre los dos partidos hubiera estáclo mucho más cerca de conseguirse si, como se ha creído, los republicanos hubieran tenido el monopolio del idealismo. En tal caso, habrí'an sido el único partido en armonía COI1 las aspiraciones de la raza. Es, sin embargo, una idea en– gañosa la de suponer que la mayorÍ'a de los dictadores que han surgido en Id América española, y la mayoría de sus partidarios, no han sido tan sinceramente idea-
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