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« Previous Page Table of Contents Next Page »buye a Estrada Cabrera, en Guatemala, el detener to· das las operaciones del servicio de correos mientras él leía Y censuraba la correspondencia particular de to– dos los residentes en la república; y se dice. que se que– jó al representa~te diplomáti~o ~'e una potenda extran– jera de que tenia una letra ilegible, mostrando di pro– pio tiempo un sospechoso conocimiento de sus asuntos de familia. En casi todos los casos la prensa ha sido aherrojada Y se ha prohibido ,toda libre manifestación de opiniones. Todas las garantías creadas para la li– bertad del hombre y del ciudadano han sido, en efecto, derogadas. La justicia se ha subordinado a las con– sideraciones políticos; se han inveh-tado, arbitraria~
ménte, delitos desconocidos en derecho; han sido im– puestas penas prohibidas por la ley; y la propiedad pri– vada no ha estado segura de las usurpaciones del Poder ejecutivo.
Ansia de libertad
Pero aunque los procedimientos de muchos de Jos dictadores hayan conseguido suprimir la libertad, ja– más han logrado desarraigar su innato deseo. Nada ha bastado para extingu!r el amor a la libertad en el corazón de los hispanoamericanos y, a pesa1r de todo, la raza se ha mantenido firme en sus ideales. Las persecuciones sólo han servido para avivir la devoción a la causa perseguida; y en las repúblicas
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como en los primeros días del cristianismo, la sangre de los már– tires ha sido la semilla de la fe. Cada acto de opre– sión ha hecho éfecer el sentimiento de hdstilidad c'ón– tra el opresor; y esa enemistad, tarde o temprano, se ha traducido en hechos. El pueblo se ha levantado en de.fensa del ideal de li~ertad local e individual y ha derribado la dictadura.
y ha sucedido que la imposibililiclad de los dic~.
tadores de dar satisfacción a ese amor a Id libertad se: ha hecho más y más peligroso para su permanencio en el Poder con cada añó que se ha prolongado su rei-' nado. Lo memoria político e,$ proverbialmente cor– ta en todas partes: los beneficios posados .est6n mucho más desvanecidos en el recuerdo de, ~n pueblo que los males presentes. El alto idealismo· que predomi– na en la América española ha contribuído, más que en parte alguna¡ 01 pronto olvidó de los biénés reE:ibidos. Las dictaduras, en su comienzo, han sido generalmente bien recibidas, como la terminación del desorden; y el dictador ha sido aclamado como el salvador de la sociedad y como el salvador del ideal de gobierno efi– ciente. Lo gente se han conformado con inmolar al– go de la libertad que tanto aprecian en aras de una eficacia que aprecian más todavía: su propio idealis– mo les ha llevado, por el momento
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a r~signarse con
~na casi desfavorable extensión del Poder ejecutivo. Pero en cuanto el dictador ha 'cumplido el propósito inmediato para cuya realización ha sido nombrado¡ sur– ge casi inmediatamente una 'reacción. Es como si la conciencia política del pueblo se hubiera adormecido durante el desorden, y reviviese tan pronto como el
desorden desaparece. El ansia de libertad se hace cada vez más intensa; y se evapora el recuerdo de
la~ desastrosas consecuencias de pasados intentos pa-
ra satisfacer ese anhelo, y también la memoria de los beneficios prácticos conseguidos bajo el mando del dic– tador. Renace lo lucha entre los dos pairtidos: lo pro– secución del logro simultáneo de los dos ideales se reanuda vigorosamente una vez más.
El régimen autocrático, que ha sido establecido una y otra vez, ha fracasado, no menos que el re– publicano
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en halfar una solución 01 problema defini– tivo. No han logrado,a la vez, lo eficacia y la liber– tad; y de ahr que. no hayan sido satisfactorios. Los intensos apasionamientos políticos han seguido en pie,
y se ha producido un ombiente de desasosiego que, en ocasiones, ha parecido a los observadores extran– jeros de revolución perpetua. Lo historia política de la América española ha sido mirada por muchos co– mo una estéril pugna entre lacciones "indómitas", un mero guerrear de locos turbulentos o de pillos ambi– ciosos.
Esperanza y fe de libertad
Si los hispanoamericanos hubieran sido, en efec– to, una raza de insensatos o de pillos¡ debe suponerse razonablemente que su historia, política habría sido mucho menos borrascosa. De ser tontos en política, podían haber sido engañados, y de haber sido pillos, sobornados para conseguir su adhesión a cualquier or– den establecido, por imperfecto, o acoso por corrompi– do, que fuese. Porque no son ni tontos ni pillos, no han pódido ser llevado a esa mansa aquiescencia. No se hán sometido a ella por todo lo contrario: porque son idealistas y porque sólo se puede alcanzar el ideal a través de penas· y tribulaciones, si es que el ideol puede alcanzarse. Dé su idealismo han dado abun– dantes pruebas en su generosa y cordial admiración de tódo lo qué hay de'mejor.
Confianza en el ideol y fe son los dos factores que determinan lo actitud de los hisponoamerieanos en todos las cuestiones políticas. Creen que la perfeCción es asequible, y no Sé contentan con nado que no al– cance a ser perfecto. - Tienen fe en sí mismos y en su futuro, una fe a prueba de todos los desengaños y de toda lo desilusión del período de independencia. Por– que tienen eso fe Iio les contenta ningún régimen que no les dé o la vez el máximllm de libertad y el máxi– mum de eficiencia. Los cre'en realizables simultánea– mente, y continúan frente 01 problema de su realiza– ción, sinceramente, convencidos en su interior de que se al·canzará su solución.
No parece que tengan ninguna rozón para ese convencimiento. Se creer.í'a que la libertad a que aspiran no es nado más que desorden, y la eficacia na– da más que despotismo. Se creería que lo historia de todos los pa,tses muestra' que en este imperfecto mun– do Jos hombres tienen que contenerse con algo menos que el ideal. Se creería que su esperanza es locura y que su fe es vana. Pero los hispanoamericanos tie– nen que permanecer fieles, quieran o no, a su con– vicción, a su esperanza y a su fe. Parque nacen de ese idealismo político que e~ inherente a la raza.
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