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Las escuelas secundarias de las zonas urbanas sufren de faita de dinero, del cambio frecuente de maestros y de enseñanzas antiguas. Sólo unas po– cas tienen dos o tres turnos diarios. Muchos de los maestros son estudiantes universitarios que trabajan sólo jornadas incompletas. Lleras Camargo, nos dijo que "hay ahora más de un millón de colombianos que debieran estar en escuelas secundarias y no lo están; los que están estudian las mismas materias que se es– tudiaban en el siglo XIX".

Los programas anticuados debilitan la capacidad de las Universidades para imponer, a su vez, un con– tenido moderno en sus programas. Los muchachos de familias ricas pueden, naturalmente, beneficiarse de escuelas particulares bien dirigidas. Así -y este pun– to es importante-, la incapacidad de colmar el abis– mo existente entre la enseñanza primaria y la univer– sitaria sirve para acentuar la diferencia de clases. Esto es tan peligroso como injusto. A menos de que la

IJmovifidad social" aumente en el plano educativo, a menos que las clases sumergidas y ahora nmbiciosas encuentren oportunidades para mejorar, lo "impacien– cia" de lo' América Latina más fácilmente podrá con– vertirse en violencia.

progreso educativo en la América LatIna rural duran– te los años que se necesitarán para aumentar la ca– pacidad docente y crear escuelas. Debieran instalarse con relativa rapidez aparatos receptores en todas las aldeas, y las emisiones podrían destinorse no sólo a aumentar el número de gentes alfabetizadas, sino tam– bién a proporcionar enseñanzas en agricultura, higie- , ne, mejora de las viviendas, y también a un esfuer– zo para hacer algo sobre la educación elemental re-gular. '

Ya h~, ;-ipcado el primer punto fundamental en todo estuc,jio sobre la educación secundaria pública: el de la

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deserción escolar". La mayor proporción tiene lugar después del primer año de escuela primaria. La segunda ocurre entre la escuela primaria y la secunda– ria. Una razón importante de esta última es que hay insuficientes escuelas vocacionales en un nivel secun– dario. Así:, la escolaridad secundaria significa ahora en gran parte, la promesa de una posible preparación universitaria o de la digna pobreza de ocupaciones ta– les como la enseñanza rural o la teneduría de libros. Esas perspectivas no son demasiado tentadoras, y los estudiantes se alejan.

Muy pocas escuelas secundarias de cualquier ti– po funcionan en Jos zonas rurales. Esto priva a la po– blación campesina de la educación esencial para sus posibilidades de mejorar. Una consecuencia es que

la migración a la ciudad se efectúa con la mayor fre– cuencia entre personas mal preparadas, y los barrios miserables se hacen mayores y más indigentes.

No creo que la discusión sobre la lucha contra el analfabetismo haya de concretarse hasta tomar la for– ma de "escuela primaria contra enseñanza de adul– tos". La necesidad de propagar enormemente la en– señanza elemental es arrolladora y no puede ser ne– gada. Pero seguramente hay también oportunidades notables en el caso de la enseñanza de adultos, par– ticularmente a través de los grandes medios nuevos de la radio y la televisión. Monseñor Salcedo ofrece un

ejemplo que debiera seguirse y no combatirse. Y Gie- En el Brasil, muchas escuelas secundO'rias públi– secke quizá tenga razón. La competencia con los co- cas trabajan en tres turnos: mañana, tarde y noche. munistas en los diez años próximos, por lo que res- Federico Rangel, del Ministerio de Educación del Bra– pecta a los indios, quizá se lleve a cabo primordialmen- sil,. me dijo que la instrucción es tan deficiente, que te en el piona de la enseñanza de adultos. En rea- las siete escuelas de ingenierfa del país no encuentran lidad, la radio puede constituir lo mejor esperanza de bastantes estudiantes calificados paro conservar la eco..

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poro los Estados, porCJue Jlel Congl'éso toma todos los ingresos nuevos para el gobierno federal". Este es un buen ejemplo de un problema crónico que afecta a las relaciones entre los gobiernos provinciales y el gobier no central en todo el hemisferio.

Enseñando a los adultos a leer. No todos los educadores latinoa'mericanos están conformes con lo importancia que Torres Bodet concede al papel pri– mario de lo escolaridad formal entre las necesidades educativas de hoy. Alberto Geisecke, antiguo rector de Jo Universidad de Cuzco, en el Perú, cree que ha– bría que dar la prioridad a un programa de alfabetiza– ción de adultos. Nos dijo que ese programa conse– guiría, en diez años, resultados importantes con los in– dios. Pero me dicen que la mayor parte de los es– tudiosos de educación comparada coinciden con To– rres Bodet, y aduceD que la experiencia en todo el mun– do revela que los programas de alfabetización de adul– tos tienden a ser ineficaces, salvo cuando está funcio– nando un buen programa de escuelas elementales. En Bogótá oí hablar de un notable sacerdote lla– mado monseñor Salcedo. Es ampliamente conocido como "el buen 'monseñor." Por radio enseña a leer a los analfabetos y se ha calificado su programa como "una de las campañas más dramáticos parp vencer el analfabetismo en todo el mundo". Se calcula que lo escuchan 500,000 personas. En cada aldea consigue a alguien que sepa leer para que actúe como jefe de un grupo que trabaje junto bajo la guía de sus radio– difusiones. Hay 6,500 grupos de ésos. Una de sus series radiadas trata de agricultura: cómo cuidar las vacas, cómo tener mejores semillas, y así sucesivamen– te. Además, tiene un periódico semanal que trato ampliomente de agricultura y con una circulación de 75,000 ejemplares, casi tantos como El Tiemepo, que es el periódico más grande de Bogotá. (Un progra– ma algo parecido lo inició también con éxito en Boli– via el padre Ryan en 1956).

Monseñor Salcedo, elegido recientemente "hom– bre del año de las N. U.", está subvencionado por el gobierno colombiano. Cuando un grupo anticlerical pidió al presidente Lleras Camargo que suspendiera la subvención, el presidente se negó y dijo: "Vengan a verme cuando tengan una propuesta que prometa ha– cer tanto bien al país con la misma cantidad de di– nero".

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