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« Previous Page Table of Contents Next Page »Lo situación de 10s profesores. En generat en la América latino los sueldos del profeso– rado son muy inferiores a los que ganqn en otras pro– fesiones individuos calificados. Van de un mínimo de lmos 40 dólares al mes, para profesores de tiempo in~
completo (que con frecuencia se interesan sobre todó por adquirir prestigio en sus profesiones), a 200 p, a lo más, 300 dólares poro los de tiempo completo. Mu-:, chos profesores de tiempo incompleto, que seguirán siendo necesarios por lo menos durante otra genera– ción, son elegidos con poco cuidado, y se Iraman pro– fesores I/taxi/l, a los que, 'cuando no envían substitutos no capacitados a dar la clase, suelen usar "n0tas re– calentadas de cursos que siguieron en Europa tiempo atrás". Pero muchos de los profesores de tiempo com– pleto que conocimos parecían hombres dedicados a su trabajo. Algunos de ellos sabían que yo mismo ha– bía ocupado el ·I/banco de los penitentes" a causa de las insuficiencias del sistema educativo nortea'merica– no. Como no tenían motivo para espera~ de mí una actitud desdeñosa -la de un yanqui ciego para las debilidades de (a enseñanza en su propio país-, creo que fueron muy sinceros conmigo. (Se me advirtió que tenía que descontar mucho de lo que profesores lati–
noam~ricanos distinguidos me dijesen de sus estu– diantes, porque los dos grupos están en franca compe~
tencia, y los profesores se sienten amenazados por los estudiantes) .
Un economista de famo internacional me con– firmó en Chile lo que yo habfa aprendido en México y
en la Argentina: que los profesores están mal prepa– rados, que faltaban con frecuencia a las clases y que constantemente eran ,cambiados; que las dºses eran enormes y que el principal papel del profesor era ha– cer exámenes. Además, dijo, el "imperio del estu– diante" desmoraliza a las universidades. Hay poco in– centivo para que el alumno estudie esforzándose por aprobar. En Chile, como en la Argentina, un estu– diante podía faltar a los cursos durante un mes y rea– nudarlos al siguiente. Esto, por sí sólo, desalienta a cualquier profesor.
No me gustaría ver el fin de la autonomía po– lítica e intelectual de las universidades latinoamerica– nas. Esa autonomía se logró tras siglos de lucha con la corona y el poder clerical españoles. Posteriormen– te, el actual papel clave de los estudiantes fue afianza– da por la llamada reforma universitaria de Córdoba, de
1918, en que los estudiantes se hicieron admiti'r en la administración de esa universidad argentina, movi– miento que empezó como un levantamiento de estu– diantes serios contra una camarilla de profesores que consideraban sus cargos como sinecuras. Se propa– gó por toda fa América Latina y se conoce con el nom– bre de "Revolución de Córdoba de 1918".
cualquier conjunto de j6Ver'léS será mucho moyor la pro– porción de estudiantes activos'> Recordaba que durqn– te su juventud, cuando era estudiante en una univer– sidad europea y después en una de (os Estados Uni– dos, "muchos de sus compañeros eran tan pobres, que sólo podí'an cortarse el pelo cada tres meses, i pero asistílan a clase y trabajaban!fI Después, con un am– plio gesto de los brozas, como para abarcar todo el contorno, exclamó: MEstos muchachos argentinos están siendo preparados para ser parásitos y hacerse amos del gobierno. Los estudiantes casi invariablemente se convierten en el
II
niño bonito ll que cree qu~ el mundo
le debe un modo de vida". Lo peor es -añadió- que, no siendo obligatoria la asistencia y con niveles tan bajos, le resulta imposible librarse de estudiantes que no merecen serlo.
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Acabo de reprobor a un estudian– te por sexta vez -conc\uyó-, y espero que vuelva a matricularse una vez más".
Un profesor de ciéncias sociales que nos acom– pañaba tenía una opinión menos sombría. Nos di– jo que 2,000 de los 60,000 estudiantes estaban ense– ñando en (os grados primarios. ilEso lleva trabajoll, dijo. El profesor de física se mostró de acuerdo con esto, aunque de mala gana, y añadió rápidamente:
ilEsos son los mejores estudiantesl/. Después expre– só la convicción de que las universidades naeionales no podrán realizar nunca la tarea educativa, porque
1110 excesiva política hace demasiado fácil la suerte de los estudiantes". Está buscando ayuda para fun– dar una unive1rsidad particular en la que los estudian– tes no manejen la facultad ni los, programas de estu– dios.
Estudiantes comunistas. Muchos de los l/estu– diantes profesionales" tiene~ conexiones directas con los diversos partidos nacionales y viven de subsidios políticos. A este grupo pertenecen muchos comunis– tas empedernidos, preparados para manejar un séquito del 5% o el 10% del cuerpo estudiantil, que puede in– clinar la balanza política de todo e( conjunto.
En Montevideo se nos dijo que las actividades po– líticas de los estudiantes estaban dominadas por los comunistas. También en Caracas dominaban los co– ml,Jnistas. En Méjico se me, informó que en la Uni– versidad Nacional sólo el 5% de los estudiantes son realmente l/izquierdistas radicales" o comunistas. Ad– vertí a mi informante que eso constituía una masa de
2,500 estudiantes, suficientes para iniciOlr tumultos en gran escala.
Naturalmente, la participación en la política es Un derecho de nacimiento de los estudiantes latinoame– ricanos, que les fue transmitido por sus antepasados. Debido al general respeto que se tiene para el intelec– tual en la América Latina, y debido a que en algUnos países un número cada vez mayor de alumnos procede
de la clase media y de ta clase media inferior, y sienten Y no subestimo el espíeritu liberal que llevó a los impaciencia por la reforma social, los estudiantes tie- estudiantes al frente de la resistencia contra la dicta– ;,en una influencia y unos objetivos en sus actividades dura en muchas partes. Con frecuencia fueron las políticas que son desconocidos en los Estados Unidos. suyas las únicas voces liberales que se oyeron. En
Sient~n un fuerte impulso hacia el partido comunista, realidad, el prestigio que acompañaba a las activida–
que les prodiga gdylo<;iones. des políticas de los estudiantes en muchos países e$
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