This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »Kennedy amó la "paz", y fue este amor el que lo engrandeció y alimentó su coraje. La paz, fue su gran ideal. No sólo paz norteamericana y para los norteamericanos sino una paz -co– mo decía- "para todos los hombres" y "para todos los tiempos". "Estaremos preparados para la guerra si otros la desean. Estaremos alertas para tratar de impedirla. Pero nos esforzaremos por construir un mundo de paz, donde el débil pueda sentirse seguro y el poderoso sea justo. No nos sentimos desalentados ante esta tarea, ni nos falta fe en su éxito final".
La paz, en efecto, no es quietud de remanso o placidez iaílica. En la hermosa definición de San Agustín la paz es "ordinata concordia", es decir, unión de corazones y de brazos en una misma y hermosa tarea: construir la gran morada humana. No puede haber paz sin orden, pero enten– damos. No se trata de un orden estático, de una resignada aceptación del pasado o del presente sino de un "verdadero" orden, de la linea que Dios ha trazado al hombre y a la humanidad y que hermana a los hombres en una misma vocación eterna y divina. "Los derechos del hombre -afir– maba Kennedy en su primer discurso- provienen no de la generosidad del Estado sino de la mano de Dios". Fundamento, por consiguiente de todo orden verdadero es esta dignidad inalienable del ser humano, su esencial respetabílidad, su vocación de amor y, por lo mismo, de libertad. Una paz sin libertad no es paz humana sino -en frase de Kennedy- "seguridad del esclavo". Paz, libertad, justicia; tres realidades inseparables. Los derechos crean deberes y la respetabilidad exi– ge ser respetada. Por encima de credos, de clases y de razas hay una igualdad esencial y si esta no se respeta no cabe hablar de orden ni de paz.
Así lo comprendió Kennedy. Luchar por la paz es luchar por la libertad, por la justicia. por el mutuo respeto, por el acercamiento de los hombres, de los pueblos, de las culturas y de las razas; es luchar porque los hombres reconozcan y vivan su esencial hermandad y porque todos colaboren en la común tarea. "Exploremos juntos las estrellas, conquistemos los desiertos, eli– minemos las enfermedades, aprovechemos las profundidades del océano y alentemos el comercio".
Logró gobernar apenas tres años. Como toda obra humana su obra quedó inconclusa pe– ro, y es lo principal, estos tres años marcan una nueva ruta en la historia de su nación y otros avanzarán por el mismo camino. Así lo esperan los oprimidos de su nación y del mundo entero y esta esperanza no puede quedar defraudada. "En tanto existan barrios miserables en los que (as gentes tengan que vivir; en tanto haya escuelas atestadas, antícuadas o inadecuadas; en tanto haya hombres afanados en buscar empleos y vi viviendas decorosas; en tanto haya personas enfer– mas necesitadas de atención médica; en tanto alguien sufra los defectos de la discriminación a cau– sa de su color, su raza, su religión o su origen nacional, la tarea de América no estará realizada".
Murió Kennedy pero su obra no ha muerto. No hay bala que pueda matar el ideal de un hombre. El asesinato acalló su voz pero su mensaje perdura. Y, por lo mismo, frente a su muerte nó debemos reaccionar con desilusión y desesperanza. Aparentemente triunfó el fanatismo egoísta y rencoroso, el egoísmo miope, la violencia injusta y traicionera; aparentemente Kennedy cayó aplastado por los muros que quiso derribar. Pero afh'mar su derrota sería no entender la lección que nos dejara, el "por qué" ejemplarizador de su muerte y de su vida; no es derrota la muerte del héroe o del mártir sino semilla destinada a transformarse en flor y en fruto. Kennedy murió porque vivió para la verdad, la justicia, la igualdad, la paz; porque confió en los hombres y los amó como hermanos; porque engrandeció su pueblo haciéndolo asumir una inmensa y hermosa tarea. Reaccionar frente a su muerte con amargura, con cerrazón de corazón y de puños, cón ansias de violencia vindicadora sería precisamente dar razón a la mano asesina, sería olvidar la lección del gran Presidente, desoír su llamado y esterilizar su muerte. No se sostíene la paz con cañones ni con bombas, no se suprime la violencia con violencia ni se combate el odio con odio, no se derrumban muros de desconfianza y de incomprensión levantando otros más altos. La ten– tación de reaccionar así nos acecha a todos -siempre indigna ver pisoteada la justicia~ pero debemos superarla si queremos continuar la inconclusa obra de Kennedy. .
La muerte de Kennedy nos responsabiliza y su llamado sigue resonando; llamado a los hombres que confían en el hombre, que creen más en la verdad que en la mentira, más en la bondad que en el odio, más en las manos unidas que en las bayonetas; llamado a los hombres de buena voluntad, "a los de corazón joven", "a los de espíritu resuelto".
-2-
This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »