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« Previous Page Table of Contents Next Page »Las balas que hace un año disparó un loco en DalIas segaron una vida brillante y denodada. Sólo el tiempo dirá si pusieron fin a los propósitos a que esa vida se había consagrado. Porque la grandeza de John Filzgerald Kennedy no se funda únicamente en sus dote.s personales, de por sí extraordi– narias. Estriba más en la penetración y di– rección que aportó al asiento de un vasto po– der en un mundo que experimenta una pro– funda e inescrutable transformación. Des– cansa en su sentido del presente y en su vi– sión del futuro.
Sólo el tiempo determinará definitiva– mente si la visión del Presidente fue acerta~
da. Pero nadie puede dudar de que en su breve ejercicio de la Primera Magistratura contribuyó a que el mundo ae formara un nuevo concepto de sus problemas y posibi– lidades. Porque entre los hombres podero– sos de nuestro planeta fue el único que tuvo una perspectiva de la historia que sé arraiga en la experiencia de nuestra época. Cuando lo eligieron, Presidente de los Estados Unidos en 1960 tenía sólo 43 años: el hombre más joven que se ha llevado a desempeñar ese alto cargo, el primer presidente norteame– ricano nacido en el Siglo XX. El hecho de que sucediera al mandatario norteamericano más viejo que ha habido hizo resaltar aún más el cambio. Y así vemos que al princi– pio de su discurso inaugural dijo: "Que amigos y enemigos por igual sepan, desde aquí y ahora, que la antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de norte~
americanos, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una paz dura
y amarga ... "
La elección de Kennedy tuvo también Un significado mayor, porque señaló la capi– tulación del primero de los Estados más an– liguos del mundo en favor de la nueva gene– ración de dirección política. Con esa elec– ción, la generación que había nacido durante la Primera Guerra Mundial, que se desarrolló durante la crisis económica, combatió en la Segunda Guerra Mundial e inició su carrera pública en la era atómica, ascendió por fin al asiento del poder y la responsabilidad. Este hecho puso al Presidente Kennedy en extraordinaria relación con la juventud de lodas partes, no sólo de los Estados Unidos sino del mundo entero. Nadie se percató de lo extraordinaria que fue esa relación sino hasta que se volcó la pena por su muerte.
y por supuesto, no fue el simple hecho cro-
ARTHUR SCHLESINGER Jr:.
Historiador. Consejero del
Presidente Kennedy.
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nológico de su juventud lo que le captó la lealtad y el afecto -el mundo tiene sus re– trógrados, jóvenes y viejos-, lo fue aún más la percepción y la exactitud con que expresó la visión de la juventud del Siglo XX.
Kennedy dijo una vez que él era un "idealista sin ilusiones". Su sensibilidad era la de un hombre que vió la lucha humana, no como moralista sino como historiador y
hasta como persona irónica, pero para quien la ironía nUnca cortó el nervio de la acción.
Nació en la opulencia, en una familia que empezaba a pasar de irlandesa-norteameri– cana a la aristocracia norteamericana del Es– te. Su educación le infundó desprendimien– tos indispensables: desprendimiento del espí– ritu comercial, desprendimiento del liberalis– mO ritual, desprendimiento del juicio conven– cional de derecha y de izquierda. Y aunque su mundo era excl"pcionalmente privilegia– do, su propia vida tuvo más sufrimientos de los que le correspondían. Este hecho au– mentó también su desprendimiento. A pe– sar de haber sido un hombre de gran vita– lidad física, se vio aquejado de enfermeda– des. Su hermano nos ha dicho: ."Por lo menos la mitad de los días que pasó en este mundo fueron días de intenso dolor físico".
La historia de su tiempo contribuyó a consolidar esa actitud de desprendimiento I
su época era un espejismo en que al hombre maduro quedaban pocas realidades en que apoyarse: familia, amistad, valor físico, dis– ciplina intelectual, curiosidad, compasión, agudeza, poder. Y así el mundo exterior se convenció que él desechaba el despliegue
de emociones. Era "sereno" en una época
en que la juventud consideraba la serenidad por sobre todo lo demás.
Sin embargo, no habría mayor error que el de tomar la serenidad de Kennedy por in– diferencia, error que cometieron algunos de sus compatriotas antes de 1960, pero muy po– cos después de entonces. S610 un insensato podría suponer que su aparente desprendi– miento se debía a su poca sensibilidad. Ese desprendimiento se debía a su excesiva sen– sibilidad y a que tenía que ajustarse a un mundo en que reinaban el desorden y la an– gustia. En una conferencia de prensa cele– brada pocos meses antes de ser asesinado, dijo lo siguiente al hablar del licenciamiento de las fuerzas de reserva después de la crisis de Berlín: "Siempre hay una injusticia en la vida. En una guerra mueren unos, otros reciben heridas y otros nunca salen del país
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