Page 72 - lista_historica_magistrados

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newyorkino en la ruidosa discusión de tad– fas. Esperamos que el bullicio se calmara y entonce's con el Capitán nos sentamos tran– quilamente en la lancha del vapor y nos di– rigimos hacia la playa, a 10 ~argo de la cual brillaba una blanca cresta de espumas dilu– yéndose en un suave murmullo, especialmen– te calmante después del mon6tono trepidar de las máquinas y de la infinita variedad de ruidos que siempre acompaña a las naves.

La época de las lluvias se hallaba en su apogeo y en cUatro horas tuvimos otras tan– tas borrascas, acompañadas 'de ±ruenos y de relámpagos. En estas circunstancias, aun– que estaba preparado para anotar cada no– vedad en el panorama y el caráC±er de las gentes, me despreocupé de tornar notas acu– ciosas de este lugar que todo viajero califor– niano ha cruzado y cuyos sucesoS novelescos han sido por años el terna del comentario periodístico.

Salimos a tierra en hombros de morenos, y nuestro primer saludo al arribar a costas de Centro América, fue el de un soldado ne– gro, sin camisfl y en pernetas, cuya suci~

apariencia s6lo podía compararse en su n– sible aspeC±o, con el oxidado fusil inglés con que se pavoneaba a 10 largp de la linea de la marejada. Mi primer cuidado fue buscar alojamiento, y pareciéndome el "Hot,:l Pací– fico" el más prometedor, nOs encamInarnos hacia allá con nuestro equipaje, cargado en las espaldas de tres o cuatro naturales del país, que nos cobraron un real cada uno por

sus servicios.

Corno a las diez de la mañana los pasa– jeros, cuyo número oscilaba alrededor de unos seiscientos, habian montado y estaban en marcha por el camino de la Compañia hacia la Bahia de la Virgen, y desde el bal– c6n de nuestro hotel dijimos adi6s a los va– rios aInigos que habiamos hecho a bordo, hasta que desapereció el úllirno, entonces hi–

cimos subir nuestros baúles y pronto nos ha– llábamos debidamente instalados en nues– tro cuario. El hábito adquirido en años pa–

sados, entre surarnericanos, me había fami–

liarizado con el uso de la hamaca, de tal ma– nera que no me fue extraño echarme en una de esas c6modas y mecedoras redes y con ayuda de un excelente cigarro (resto de los que traje de San Francisco). me puse a soñar una hora, acariciado por el calmante susurro de las olas y pensando lánguidamente en los deberes de la expedición. ,

Nuestro hospedero Mr. Priest (1) pron– to hizo migas con nosotros y al saber nues– tro destino, nos aconsejo que por ningún

(1) John Prlest. C6nsul de los Estndoo Unidos en San Juan del Sur. donde eril. dueño do uno. fonda y una tabetna. de qufl!n Walker no !le exprelUl, favorablemente: La Guerra de Nfcara&'Ua escrita por el GeneraJ Wl/lI11m Walker. versl6n castellana de Rieardo Fernández Guardia San JOBú de

COfIta Rica, lmpunta María v de Linell, 1924, pp 88 y 84

punto intentáramos ir por tierra a la part norie del país, mientras el lago, infestado de guardac?stas partidarios de Chamorro, er: una pelIgrosa VIa para los extranjeros en especial para los norteamericanos. mu~hos

de los cuales, habiéndose enrolado en el par ±ido liberal o de Castellón, eran desde en' tonces objelo primordial de las venganz~

del enemi~o, y aún se aseguraba que Cha– morro había dado 6rdenes a sus subordina_ dos para no dar cuartel a los americanos en servicio de la Causa opositora o fuera de ella El país, desde San Juan del Sur hasta Masa~

ya, estaba en manos del partido de Castellón pero más allá de ese punto, nos encontratia~

mas en las vecindades de Granada, la plaza fuerie de Chamorro. Mr. Priest nos aconsej6 que aguardásemos la llegada una goleta cos– tera que se esperaba cualquier día de Pun–

tarenas, con destino a El Realejo.

Mientras conversábamos con nuestro lo– cuaz hospedero, se nos unieron dos señores

evidentemente extranjeros, quienes, como su:

pimos después, eran hijos de Don Carlos Dár– da;,o, (11 de Arnapala, isla del Tigre, para qUIen yo llevaba una carta de preseniación Estos j6venes se habían demorado en San Juan y la Bahía de la Virgen, en compañia de Mr. Henry Matsell, nombrado reciente– mente C6nsul de los Estados Unidos en La Unión, El Salvador, esperando varias sema– nas la llegada de una goleta. Mr. Matsell se mostraba renuente a aventurarse con su falTlilia através del pais o por el lago. y lle– vado de la desesperaci6n, negociaba la re– paración de un barco arruinado y embroca– do en la playa, para trasladarse a El Realejo en donde, estaba seguro, encontrarla hospi– ialaria acogida y regulares comodidades.

Una dama que en esle momento se ~i6

a nuestro grupo en compañia c;1e' una ,niñ:üa de ojos negros, parecía aburrida de sus' pocas semanas de vida en Nicaragua. Se quejaba de languidez y debilidad, efectos seguros que se marcan en los visitantes femeninos, al quedar bajo la influencia enervante del cli–

ma tropical.

Después de una larga consulta, en la cual los Dárdano nos invitaban a quedamos

(1) D Callos Dárdano Dota, p1'oblamente de origen saldo, eontrajo

malrimc:mio ~on J Ollera Lozano, hija legItIma de D CaltxlO Lo:zano y da

Doña J oseta LardlzAbAl, boda Que Be veJ l!ic6 en Tegucigalpa el 2 de Enero de 1834. siendo una de las madrinas Doña MarIa Josefa Lastirt, esOQa& del General Morazán; en la partida de casamiento no 8e indican lti la patria ni 10ll padres del contrayente (V el Libro de Matrimonios de la Parroqula de San ft!ltuel de Tegudg41PB, años 1831 a 1857, fol 19'

Dárdano tuvo la debilida,.d de aceptur el nombramiento de SupeHoten– dellte de la isla del Tigl e y demás adyaeentes de la baMo. de CoU(~b8gU8

cuando la ocupación jngJesn de J849. El Genera) Santos Guardiola. en carta (echada en Nacuome el 3 de Noviembre de 1849, decID. el Sr- Dárdano: .. ~

más de 20 aüoa <Iue Ud vive en Centro Amél'Jea, está casado con una hU· del pats, ha hecho en el su (ol'luna y Por aua Jeyes Ud es centroamerleano y

~OUl de los hli$moa derechos y (runqulelas que tos rUlturales: Ud, pues••1

adherirae y preatar sus serviciw 11 una »otenelll enemiga e invlUlora. a un. n'let6n que actualmente noa inaulta y nos oprime y 11 Quien no puede Ud.

servir sino es agraviando al p&Js que ton a:eneros~mente le dl6 acogida y lo ndopt6 por hijo, ejecuta Ud, un acto de Ingratitud, do (elon.ia y de traición, Que como lle dicho Jo eleo injUlItiCicublc", (V la Monogra(i. Geol'rinea.

IIIs~órlea de la Isla del Ttzre y Puerto de Atnape)a, por Pedro Rivas, Te–

guclgallJa. Talleres Tipogtáflces NacioDalea, 1934, pp 137 a 141)

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