This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »con ellos, decidimos marchar por tierra, y mientras n~estro grupo rechazaba la dudosa oportunidad del bote destartalado de la pla– ya, tuvimos éxito en asegurar los servicios de varias mulas, a cuyos propietarios halla– mos jugando al monJe en la Calle de Pine– da, y convinimos con ellos en que nos trans– porlarían con nuestros equipajes a Rivas. a razón de cuatro dólares por mula utilizada, debiendo salir temprano a la mañana si– guiente.
Había habido una ininterrumpida suce– sión de chubascos durante los dos días de nuestra permanencia allí, el termómetro a medio día marcada 90' F. a la sombra, y a las borrascas sucedían rayos de una luz so– lar fiera, que caían sobre el follaje húmedo de la ciudad. Temprano, a la mañana si– guiente, y confortados con un buen desayu–
no, cOInenzamos, con ansiedad de verdade–
ros novatos en la ciencia de la lenidad cen–
froamericana, a buscar nuestros al'l'iel'os.
Dixon (un americano empleado en las ofi– cinas de la Compañía, de quien era yo deu– dor de muchas indicaciones úilles) ,riéndose, nos aconsejó que aprendiéramos y adoplára– mos, tan rápidamente corno nos fuera posi– ble, el adagio universal español: poco a po· co,* porque pronto descubriríamos la falacia de querer apresurar a un natural del país.
A las diez de la mañana, una nube de polvo y una serie de alaridos y gritos indes– criptibles, anunciaron la llegada de los pa– sajeros de Nueva York, quienes, en número de varios cientos, prestamente tornaron pose_ sión de la 'pequeña ciudad. En medio del alboroto, justamente cuando habíamos reco– nocido a varios viejos californianos. llegaron nuestras mulas y sin acordarnos de llamarle la atención al arriero para que en lo futuro fuera más puntuEl,l, enfilamos hacia la Bahía de la Virgen, cayéndonos un aguacero al solo andar una milla. Sabíamos que ±enía–
mos que acostun"\brarnos a esio en los pró–
ximos 'ocho meses, y así, envolviéndonos en nuestros ponchos, seguimos adelante, pen– sando con ansiosa esperanza en nuestra lle– gada a Rivas.
Fue con orgullo de norteamericanos que vimos la carretera macadamizada que en una distancia de treinta millas cruza una tu– pida selva, contrastando el aspecto selvático del pais con la evidencia de la civilización y el resuliado de una industria activa des– plegada en los puentes y excavaciones a lo largo de la rula. Este trabajo era uno de los muchos ejemplos fuera de los limites de los Estados Unidos, donde el genio y el es– píritu de empresa de nuestros compatriotas están venciendo los terrores de los climas tropicales y abriendo para el mundo los vas-
• N del E-El Sr Wcllll ti adulo "literalmente" esta tralle como "takc it
cuy'
tos campos del istmo centroamericano que aún están sin desarrollo.
A nosotros, que por años contemplarnos en San Francisco la llegada quincenal de cientos de pasajeros que habían cruzado con toda seguridad estas regiones, nos pareció
que no había nada "extraño" en la escena.
Pero la profusa vegetación lirni±ando la vis– ta por todas parles, el vuelo de las polícro– znas guacamayas y de los bulliciosos loros pasando encima de nosotros a intervalos, la quietud impresionante de la selva unida al indefinido e interesante país por el cual nues– tro viaje tenía que realizarse hasta alcanzar la meta distante, producía un agradable al– borozo en el espíritu, una alegre sensación de liberiad con un anticipado anhelo de aventuras salvajes, solamente conocidas por aquellos que, por necesidad o por propia vo– lun±ad, dejan atrás las restricciones y con– vencionalismos de la sociedad.
La mayoría de los lectores americanos han sido acostumbrados desde su nmez a asociar ideas románticas y a menudo exira– vagantes con aquellos misteriosos paises cu– yas tribus broncíneas, sus pájaros de brillan– te plumaje, sus animales extraños y produc– tos preCl?SOS, fueron dados a conocer por las exploraclOnes de los aventureros españoles del siglo XVI. 1.os medios escasos de infor– mación, a menudo limitados a las crónicas exageradas de los primeros conquistadores, o a los, relatos fabulosos de los sacerdotes que los acompañaban; el insignificante co– mercio hasta ahora existente entre los países de Centro América y las naciones mariiirnas del mundo, la dificultad de las comunicacio– nes hasta que los lavaderos de oro de Cali– fornia desperlaron aquellas soledades pláci– das a la vida. corno un medio de tránsito al Pacífico; su posición alejada, aparentemente fuera de las grandes rutas del comercio mun– dial, éstas y otras causas, evidentemente. has– fa hace pocos años, no sólo han evitado que
esles países sean tnejor conocidos, sino que
parecieran ofrecer pocos o ningún aliciente al comerciante y al viajero.
El barco cargado de caoba procedente de las pestilentes zonas de la Costa Firme su tripulación frecuentemente azotada por 1"; epideznia y porladora de noticias espantosas sobre el horrible clima que había dejado, era suficiente para influenciar la mente del más osado aventurero, mientras que la suerle de los pocos intentos de poblar con colonos eu– ropeos, parecía señalar la costa como un Gól– gota para todos los aventureros extranjeros que se atrevi~ran. a vivir ahí aún ±emporal– mente. Del lmenor, poco o nada Se sabía excepto que era de un "clima tropical", lo suficiente para hacer al traficante reflexionar larga y seriamente antes de visitar sus pla– yas, y al marino desistir estremecido de su viaje proyectado. El avance de la civiliza-
-7-
This is a SEO version of lista_historica_magistrados. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »