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« Previous Page Table of Contents Next Page »hubiera resuelto su dilema no le llegó A pesar de hazoñas de extraordinario valor de parte de sus hom– bres, el atoque fracasó, y Wolker tuvo que regresarse rápidamente a Rivas En un punto de la retirada se creyó que había sido herido, cuando un disparo de mosquete desde una casa vecina, encabritó a su caba– llo, mas calmó la ansiedad de sus tropas cuando habiendo dominado a su bestia, sacó el revólver y dis– paró deliberadamente unos tiros a la ventana de donde había salido el fogozano Luego con un gesto de su mana. ordenó el avance de la columna
Dos veces sus tropas rechazaron ataques de los
costarricenses, mas las victorias eran inútiles La si–
tuación se empeoraba día a día Los rumores de la traición de Garrison y Morgan habían comenzado a ex–
tenderse enrre sus hombres Las provisiones dismi–
nuían constantemente y las escaramuzas forrajeros se
habían hecho improductivas Henningsen, viendo un pequeño tasajo de carne de mula que se le había ser– vido de comida, dijo "Si seguimos asf tendremos que comernos a fos prisioneros" El estado de ánimo de Wafker se volvió fatalista Ya no le importaba some– ier a sus hombres a agitadas batallas que, aun cuando fuesen ganados, no los podian solvor, y los diarios in– tercambios de riflería con el enemigo estaban produ– ciéndole mós bajas de las que podía soportar En uno carta a Edmund Rondolph, Walker le decía que de 800 hombres en Rivas, solomente 332 estaban hábiles para el servicio, y 224 estaban enfermos o heridos.
La última batalla fue el 11 de Abril de 1857,
r.uando Zavala, conociendo la situación en Rivas, se lle– nó de confianza y montó un ataque sorpresivo con cer– ca de 2 000 hombres, la mayoría de los cuales hal,fan sido reclutados en las haciendas de Guatemala El re– sultada prabó que todavía había que vérselas con Wal– ker El abierto avance del enemigo fue recibido can tan agotador fuego de riflería detrós de las barricadas que 700 de las fuerzas atacadas fueron muertos o he– ridos contra sólo 9 bajas Americanas. "Fue con un sentimiento casi de piedad por esoS forzados reclutas", escribió Walker, "que los Americanos se vieron obliga– dos a tirarios como g0l1ado A los oficiales Guatemal– tecos no les importaban sus hombres como si fuesen
ovejas ll
• Aun entonces alimentaba una secreta esperanza de victoria El cólera, que le había salvado antes. es– taba de nuevo diezmando al enemigo Tanto las tra– pas guatemaltecas como los costarricenses perdían dia– riamente veintenas de hombres debido a la enferme– dad Pensó que en unas cuantas semanas el pánico les obligaría a levantar el sitio Todo dependía del es– plritu que conservara su propio ejército Mas aquél iba disminuyendo rápidamente Ya Walker no era el "Tío Billy" para sus tropas, muchos, especialmente los recién llegados, lo empezaron a ver como un fanático
sin corazón, que los forzaba a pelear por una causa
perdida que no tenía sentido para ellos. Mientras co– mían la repulsiva carne de mula, se preguntabán mu– tuamente, dónde estaban las grandes aventuras. dónde las ricas tierras, dónde las bellas mujeres por las que !labían llegado a Nicaragua? En el período de inac– ción que siguió a la masacre de los reclutas guatemal– tecos, la moral se hundía constantemente
El General FIOl encío Xatruch, jefe de 1a8 fuerzas
hondureñas.
Fue a estas alturas que el General Mora de Costa Rica asestó el golpe más decisivo Reconociendo que la lucha se había convertido en una de moral en ambos campos, praclamó que su pasada política de "guórra sin cuartel" había sido abandonada. En cambio, ofre' cía protección, alimentos, bebidas, y pasaje gratis de regreso a sus hogares a los americanos que cruzaron las nneas y rindieran sus armas Nada sacudió más duramente a los hombres de Walker No solamente un buen número de soldados en las filas sino varios ofi– ciales se escaparon de sus cuarteles la misma noche de la proclama de Mora Uno de esos oficiales apareció al siguiente día llamando a sus ontiguos camaradas a que se le juntaran a compartir con él los alimentos, ta– baco y aguardiente que Mora fes estaba dando Diariamente la ola de deserciones crecía hasta que veinte hombres diarios se iban perdiendo Lo que siguió era puramente Walker Juntando las fuerzas que le quedaban, les dijo que a todo soldado que qui– siera abandonar el servicio le extendería su baja para que pudiera cruzar las líneas enemigas sin ser conside– rado como desertor Probablemente ninguna otra tác– tica podría haber fortalecido la columna vertebral de aquellos hombres Cinco soldados que pidieron sus papeles fueron silbados por sus compañeros cuando se iban, y uno que trató de regresarse fue atajado por Walker mismo y obligado a seguir Las tropas restan–
tes, menos de 200, se rieron, vitorioron y volvieron a
sus cansadas rutinas y repugnantes raciones
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