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clara pero sin corazón con un cierto hóbito de obli– cuidad ql.!e a veces aparentaba falsedad y una cierta

cautela que a veces degeneraba en o:5tucio lJ ("Na–

rrativa de W. H Trescott", en la American Historical Review, Vol XIII, p 547) Era lo más fácil para Buchanan dejar caer algunas frases de simpatia y com–

prensión sin comprometerse realmente -frases que

pudieran haber sido más efectivas porque Walker no sabía nada del compromiso del Presidente con el pro– yecto de Tehuantepec.

Con una fuerte reanimada confianza interior,

Walker llegó al punto culminante de su triunfal gira New York Allí, el entusiasmo de New Orleans fue sobrepasado con creces Un comité de admiradores le recibió en New Jersey y le acompañó en un barco a Battery Park donde a pesar de la lluvia le esperaba un

enorme gentío, al que satisfizo con un breve di~curso

En el hotel, admiradores y reporteros le asediaban de la mañana a media noche Era su intención pasar el tiempo en conferencias can miembros de su estado ma– yor en Nicaragua que se había reunido en New York, pero su agenda fue interrumpida Cuando fue al Tea– tro de Wallack, coma huésped del General y Señora de Henningsen, los vítores salo se calmaron cuando la or– questa tacó "Hail, Columbia!" Walker fue obligada a hablar a la concurrencia desde el polco de Henning– sen, y le pidió pusieron su atención en la pieza teatral que venían a ver Al final, la aglomeración de gente fuera del teatro era tan grande que él y los Henning– sen tuvieron dificultad en abordar su carruaje Cuan– do finalmente llegó a su hotel, fue para encontrar que una banda militar le estaba esperando y tuvo que so– meterse a una larga hora de serenata.

Tan violenta invasión de su intimidad era más de lo que podía soportar Tres días después de su lle– gada, abandonó secretamente el hotel y se recluyó en casa de un amigo, cuya dirección sólo era conocida dé unos cuantos <le los íntimos Allí se dedicó al asunto que había venido a tratar Este era nada menos que

la formación de una secreta "liga Centroamericana",

con sucursales en las principales ciudades de los Esta– dos Unidos, cado una de ellas bajo la dirección de un funcionario de confianza, para recoger fandos, volun–

tarios, y provisiones para una segunda expedición a

Nicaragua Henningsen estaba a cargo de la oficina de New York Uno después de otro, los funcionarios principales recibían las instrucciones de Walker, como general de un verdadero ejército, y luego partían.

"Nos reuniremos en Filipo", Henningsen les decía al

despedirlos

La decisión de Walker de esconderse de los re– porteros de New York, no le hizo ningún bien ante sus ojos Quizás se había olvidado que la furia de un re– portero frustrado es peor que la de una mujer burlada En los días anteriores, la mayor parte de los periódicos de la ciudad habían hablado de Walker con respeto A pesar de sus controversias con Vanderbilt y Goicuría y su decrel0 de esclavitud, se le había reconocido ex–

traordinario talento Ahora la prensa estaba dispues– ta a aprovechar la primera oportunidad de volverse contra él. Varios periódicos lo criticaron acerbamente por impugnor los motivos del Comandante Davis, quien después de todo "lo había salvado". Luego siguió un

ataque mós serio, cuando la fragata del ComOdoro Paulding, Wabash, llevando a bordo 140 refugiados de Nicaragua, incluyendo 13 mujeres y 5 niños, llegó a New York Muchos venían enfermos, todos demacra_ dos par las continuas privaciones, y desesperados POr

la inseguridad de sus futuros Los reporteros que vi_ sitaron el Wabash, traían en sus cuadernos de notas suficiente material como para destrozar una docena de reputaciones Tal como lo veían los desgraciodo s del Wabash, Walker era cruel y sin corazón Poulding agregó uno nota, grandemente apreciada por la pren_ sa, cuando informó que los hambres de Walker esta_ ban tan llenos de piojos cuando se embarcaron en Greytown que el barco se le hobia infectado y que la

tripulación tuvo que "bañarse en ron", Esta era uno

historia que hacía brillar los ojos de un editor Una docena de artículos acres destruyeron el prestigio de Walker El Herald admitió que las penalidades de los refugiados pudieran haber sido dictadas por aconteci_ mientos que estaban fuera de su control, pero que Walker debía de probarlo_ La prensa le acusó de fal– ta de compasión, de frío cinismo, y finalmente de ca– bardía moral, pues los reporteros no habían podido la– cal izarlo "Ha escurrido el bulto", dijo la Tribuna El hecho es que se había vuelto índiferente tanta a la alabanza popular como a la condenación periodística. Los acontecimientos hablarían por él, o nada lo haría.

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No era un momento oportuno para recoger dinero Un pónico financiero que había sacudido a la ciudad de Londres estaba repercutiendo en Wall Street. Las precios de las acciones cayeron; el crédito fue restrin– gido, los negocios disminuyeron; los hombres perdían sus empleos, y una sombra de pesimismo cayó sobre el

poí~ La decisión Dred-Scott y los informes de violen– cias entre esclavistas y antiesclavistos en Kansos au– mentaban la inquietud general Muchas promesas de apoyo le llegaban a Walker, pero muy pocos las ,es paldoban con dinero A pesar de todo, hacía alqún progreso Se había ido a New Orleans, donde, monte–

ni~ndose fuera de la vista del público, había encontro– do dinero suficiente que permitió a uno de sus agentes comprar un vapor, el Fashion, y un cargamento de ar– mas y pertrechos El reclutamiento no era problema, muchos jóvenes sureños estaban ansiosos de servir ba– jo Walker, a pesar de todas las vicisitudes sufridas par el ejército anterior Lo cuestión principal era la que habia afrontado en California dos años antes' si las Leyes de Neutralidad serían enforzadas contra él Pronto tuvo la respuesta a esta ínterrogante. La ad– ministración Buchanan dio todos las señales d. anta– gonismo Particularmente siqnificativo fue el hecho de que el nuevo Secretario de Estado, Lewis Cass, quien

un año antes, cuando soñaba con lo Presidencia, había

respaldado a Walker y "los derechos de los America–

nos para emiqrar y llevarse sus ormas", había revt:lCO'

do su posición. En subordinación a Buchanon, Cass ordenaba ahora a las autoridades federales en todas los puertos principales estar en guardia contra la salida de cualquier expedición filibustera

El 30 de Noviembre de 1857, los alguaciles fede-

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