Page 57 - RC_1964_12_N51

This is a SEO version of RC_1964_12_N51. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Las mujeres prosiguieron en su tarea de echar tortillas que, en verdad, es una tarea interesante. El maíz crudo se mezcla con una cantidad de lejía y se hierve a fuego lento. Luego Se lava y se coloca en monto– nes en una piedra ahuecada que se parece a un pequeño banco de esillo viejo. El maíz amontonado en un extremo de la piedra tie– ne la consistencia del grano hervido. Se echa un puñado poco a poco en la piedra y

se muele con una especie de almirez, que también es de piedra. La operación de la molida es algo así como la de hacer hojald,re para pasteles. La masa se adelgaza luego dándole palmaditas y se cuece en un camal de hierro o de barro. Las tortillas cuando están calientes son muy sabrosas y al viajar en el país invariablemente las preferí siem– pre al pan de trigo, que se fabrica muy mal y es masoso. La tortilla -pan del país- se halla en toda mesa, en todas las clases so' ciales, y constituye con los frijoles el princi" pal alimento de la pobrería en todo Centro América. El lento proceso de :moler el maíz

especie de cobertizo había tres o cuatro mu_ jeres echando tortillas y moliendo maíz. Nos dieron una bienvenida cordial a su fogata. Durante una hora parecía que la lluvia nun_

ca pararía Y, corno siempre, venía acampa..

ñada de fnertes truenos y de vivos relámpa– gos. Las lluvias más fuertes v más frecuen_ tes caen en Nicaragua duranie los meses de Agosto y Septiembre.

Poco después de nuestra llegada, una es– colia al mando de un capitán gordo se de– tuvo en la hacienda, lnlegraban el pelotón unas veinte personas y llevaban el uniforme característico, blanco con franjas rojas en el panialón. Borrachos, elTlpapados, insolen. tes y con el traje sucio, ofrecían un cuadro triste. El capitán cuchicheó con una de las

mujeres, y un lnornen±o después se me acer–

cÓ y me pidió la hora. Sin molestarme en sacar reloj en la presencia del grupo. re· puse tan brevemente como fue posible, pero insisfió él en su petición. Eché hacia airás mi poncho lo suficiente para que viera mi

revólver, calibre largo, prendido en mi cin– rora y que yo usualmente trataba de ocultar. El sujeto, que estaba medio ebrio, lo miró fi. jamente un momen10 y luego dijo: "Tienes pasaporte?". Le mostre un papel que me dió el Comandante de Chinandega, que pareció satisfacerle, porque después de pedirme bra– za de mi cigarro, montó y toda la escoHa prosiguió su camino en la lluvia, gritando mientras daba vuelías alrededol' de la casa y riendo con frenesí alcohólico. Pablo cam· bió miradas con las mujeres y me aseguró que de no haber visto mi revólver me hubie– ran robado. Los soldados iban en carnina hacia el cuar.l:e1 de El Realejo. Varios robos se habían comeHdo en el camino reciente– mente. Después supe que el capitán creyó que yo era un espía guatemalieco.

Pocos minutos después de haber salido de Posoltega, la tormenta, que en las dos úl– thnas horas había estado an,enazante, se descargó sobre nosotros. Pablo dijo que no había más casas en un trecho de dos leguas, pero que conocía una pequeña finca hacia el Sur, a la que se llegaba por un desvío que inmediatamente seguimos, mas no escapa– n105 de empaparnos con aquella lluvia inmi. sericorde. Durante el tiempo que tomamos para llegar a la finca de "El Paciente", el aire era todo una cortina de agua. Nos apresura:mos a en1rar en el pafio y bajo una

-32-

des y brillantes ojos y manos y pies bonitos. Pablo la miraba embelesado y pronto descu– brí que esle joven leonés era uno de la me– dia docena de pretendientes de su mano. La vieja not6 mi admiraci6n por la mucha– cha y con aÍl'e de orgullo me preguntó:

.....Qué tal le parece a usted mi nui.a"".

Yo, desde luego, no escatimé encomios y al contestar las preguntas de las mucha– chas intenté darles una idea sobre las muje– res bell as de mi patria. Para estas legíti– mas beldades las aríes del tocador y los ad– m.inículos de la moda eran desconocidos y escuchaban con verdadera sorpresa mis re– latos sobre las torturas del corset y de los bo– tines apretados que se usaban en el alegre Nueva York.

Anles de mi partida, se uni6 al grupo

un viejo canoso, que se ofreció para acompa– ñarme en el camino, y al declinar sus servi– cios, me pidió en compensación un real por

sus buenos deseos. Me pareció esto un mé– todo modelo de mendigar, n,ás siendo no– vato en el pais preferí darle al viejo la mo– neda, que él recibió con una plegaria audi– ble de: "Dios le proteja a usted siempre". No tengo la menor duda de que después de mi partida se rió de mí, por ser yo un hereje

81nericanol oin elTIbargo. me senfí complaci–

do al haber terminado el incidente por el ba– jo precio de un real. Al montar a la puerta,

la anciana me dijo que su nombre era. Be–

nita Ramírez y que desde hacia tiempos ha– bía aprendido a querer a los americanos. Deduje la educación que la familia había re– cibido en su contacto con los pasajeros en

1851. Nadie en el mundo aprende más pron– io que los nicaragüenses a conocer el valor de un dólar y pasan de inmediato de la hos– pHalidad más franca a la mezquindad más ruin, pero esto se aplica en especial a la cla– se de personas que se hicieron familiares con los norteamericanos en las vecindades de las rutas del Tránsi±o. Luisa, la de los ojos ne– gros, n,e acompañó hasta la puerta y sin du– da alguna qued6 con el convencimiento ínti– lno de que en había hecho una nueva conquisla. En Posoliega está una de las igle– sias n,ás antiguas de Nicaragua (La Quesal– queca), ahora en ruinas.

Page 57 - RC_1964_12_N51

This is a SEO version of RC_1964_12_N51. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »