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« Previous Page Table of Contents Next Page »segunda planta, la casa era de alto y era cuidada con especial interés, pues había sido antes propiedad y residencia del General Mo– razán, que era naiívo de Tegucigalpa (1).
Yendo por el corredor vino a nuestro en–
cuentro un sirviente, que con especial corte–
sía noS condujo a un apartamento amplio y agradablemente fresco; el lado occidental de éste se abría, por dos grandes puertas ba– tientes, hacia un balcón, desde donde la es– posa del General Morazán (hijo del ex-Pre– sidente de Centro América) contemplaba el paisaje (2). Ella saludó con toda cortesía,
y justamente terminaba de darme la bien– venida a Honduras deseando que mi empre–
sa tuviera éxito, cuando un ayudanfe nos
anunció que el señor Presidenie tendría pla–
cer en recibirnos.
Una carlina de damasco rojo, descolori– da, colgaba de lado a lado, y servía para se– parar la oficina de la sala. Fue descorrida
y, cruzando entre sus amplios pliegues, en– tramos a un pequeño gabinete. El mobilia–
rio consistía en unos pocos escritorios reple– tos con expedientes, una gran mesa y escaso
número de sillas, que mostraban su mucho uso. T ... , que era pariente de él, se ade– lantó y me presentó al señor Presidente. Es– taba sentado frente a su escritorio y cuando entrarnos dirigió la vista hacia nosotros. Ca– bañas en este iíeInpo tenía cincuenta y dos años, (3) pero las zozobras y penalidades de su vida militar habían arrugado sus faccio– nes. Sus compatriotas sien"\pre han tenido
una inconnlovible confianza en su gestión
pública, a la que, aun los peores' eneInigos de su política liberal, nada le pueden tachar ya que se inspira en los Inás sanos propósi– tos. Cuando le agradecí sus gentiles expre–
siones de bienvenida, tan "anfiespañolas" en
su evidente sinceridad, sentí que cuando Ine– nos estaba frente a un hOInbre cuya carrera pública no había sido Inanchada por una so– la crueldad o rebajada por un sólo acto trai–
cionero o indigno.
Durante la conversación, tuve la oportu– nidad de verificar los varios informes que so– bre su aspecto personal se Ine habían dado. Su estatura, Inás bien diminuta, estaba com– pensada con su esbeltez extraordinaria, y en la plática sus adeInanes arInonizaban con. el juego inteligente de su fisonoInÍa. Es, en verdad, un noble ejeInplo de varón, pletórico de tranquila dignidad. Sus ojos son dulces,
(1) La. vicja casa de dO!! phloo Que se Alzaba. en In. esquina !Iuroegte
de In manozalla donde ahora !le ye:rgue el nmdcrno edifleio del Banco Central
de Hondul"QlI, pertcneel6 a D Dionisia de Herrera; pero no puede dcsenrlnl"9c la PO!!oibilidad de Que el General Mora:t:ñ.n lelidiera on ella alguna temporada
(2) De los dos hijos varone.l QUO so conocen dol Gcnelal MOIa:cin p:uo– el'! que s610 uno contl:tljo matrimonio; el otro, el General José Antonia Ruil!:,
de~ de habl'l: mn~l"to I\oltero El Ilutor se: refiere, indudablemente Il doñll.
(,::Dl:mcn Venerio GastcDozolO. eJposa de D Francisco MOflu:án .Moncnda
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(3) El General JOllé Ttinidad Cabañns hab[1l. nacido en Teguci2'BlpR el
de Junio de 1806
obscuros e inteligentes. Sus cabellos, otrora color castaño, son ahora blancos y largos, mientras su barba, patriarcal por su longitud y color níveo (la qué, de acuerdo con su pro– Inesa solemne, no se ha cortado desde la Inuerte del General Morazán) imparte un in– terés adicional a la expresión triste de su ros– tro. Cabañas está cubierto de heridas, que
recibió en innúmeros combates
f
muchos de
ellos perdidos en la historia del pequeño tea–
iro de guerra donde ocurrieron, pero casi in–
creíbles por su fiereza salvaje y por la profu– sión de la sangre derraInada.
El Presidente recibió Inis cartas y expre– só hallarse favorableInente dispuesto a la participación del c,apital y eInpresas aIneri– canas para el desarrollo de los recursos na– turales de Honduras. Se refirió a su deter–
minación reciente de enviar al señor Barrun–
dia a los Estados Unidos con plenos poderes a fin de que negociara una extensión de pri– vilegios especiales para los ciudadanos de la AInérica del Norte, y lamentaba el deceso inesperado de su emisario en los momentos en que el objetivo de su Inisión estaba casi alcanzado. Habló en particular del depar– tamenio de Olancho y del faInoso río Guaya– pe, y después aconsejó a T . para que Ine disuadiera de mi proyectada visita, porque sus habitantes, separados del resto de la re– pública por una formidable barrera de n"\on– tañas, considerándose desde la Independen– cia en 1821 corno una especie de entidad de–
mocrática aufónoma, rehusaban contribuir a
los gastos públicos y recibían a los extraños con recelo y sospecha. En verdad, durante esta entrevista dos veces se Inanifestó él de– cididmnente en contra de Ini proyecto de ir a esa región desconocida de Centro AInérica, con cuyos habitantes el SupreIno Gobierno había estado reilerac;laInente en pugna en cuanto a los iInpuestos decretados para el sostenimiento de la seguridad colectiva y quienes, recienteInente, habían llegado a le– vantarse en arInas con el fin de rechazar a los oficiales de reclutamiento. El, no obs– iante, admitió que yo, con cartas aInplias y explícitas y uñ grado razonable de pruden– cia, podría visitar las propiedades de los Ze– laya en Olancho, ser recibido cordialInente, y tal vez hasta sus,cribir con ellos iInporfan– tes contratos en relación con las célebres re– giones auríferas del Guayape. Esto, sin em– bargo, siendo desde tiempo inmemorial pre– rrogativa de los habitantes indígenas civili– zados de aquella porción del país, podría pro– vocar recelos de su parte. Estos y otros por– Inenores de información obtuve de Cabañas quien, estoy seguro, habló francamente y con toda sinceridad. Era obvio que su infor– Inación respecio a aquel punto remoto de Honduras era incoInpleta. AdInitió que nun– ca había estado allá y ví que este era el caso con todos los jefes Inilitares del Estado, ex– ceptuando el General Morazán, quien pene-
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