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« Previous Page Table of Contents Next Page »rrida, puede incitar a la investigaci6n de los eniendidos en la maieria y esiá corroborado por iodos los habiianies de la ciudad, pocos de los cuales habían visio nieve. En algu– nas zanjas profundas la masa congelada ie– nía hasia cuairo pies de espesor. Muchos de los granizos pesaban varias onzas. Los se– ñores Vijíl, Lozano y Ferrari y muchas airas personas más presenciaron el acontecimien– io. Las aguadoras llegaban a la ciudad con pedazos de hielo que pesaban de doce a vein– ie libras, envuelios en una iela y balancea– dos en sus cabezas. Se les usaba para en– friar el agua poiable. El hielo cay6 por es– pacio de una hora. Se elevaron plegarias en las iglesias, agradeciendo a los santos su intervención para que la ciudad no fuera des– iruída por el gran chubasco de hielo.
Las ceremonias de la Iglesia Cai6lica se observan con una escrupulosa exaC±iiud. Muchos van a la misa por la mañana y el repIque de las campanas es el único sonido capaz de desperiar a la genie de un esiado leiárgico ian profundo como el que envuelve el comercio y el tráfico del país. Las proce– siones religiosas son cosa de iodos los días. Pasan, por lo general por la Calle de Mora– zán. Aparecen prinleralnen±e veinie o frein– ia muchachos llevando sendas velas encen– didas que, si la procesión es para ayudar a bien morir a alguna enferma, son cosieadas por su familia. Los amigos y los parienies de la persona enferma siguen, y después de ellos, cuairo frailes llevan un palio de seda proiegiendo al cura. que camina al son de una música de violines y un contrabajo. De los bordes del palio salen cinias de seda ro– ja que llevan muchachos vestidos de blanco. Luego sigue una larga fila de señoritas que van repifiendo las plegarias por el alma del moribundo, con una volubilidad curiosa de oír. El barullo de las muchas voces, el canio mon6iono de los curas y el discordanie ras– guear de los instrumentos de cuerda, me pa– recieron suficientes para poder despachar de esie mundo a cualquier alma ordenada y bien dispuesia.
Al paso de tales procesiones, ioda la fa– milia de don José María se arrodillaba y se unía fervorosam.ente en las oraciones por el angustiado vecino. Esta reminiscencia de las viejas y exageradas fonnas del Caiolicis– mo está ial vez bien adaptada a un pueblo al que necesario es infundirle un iemor reve– renie hacia las formalidades de la docirina.
Enire las muchas peisonas con quienes cambié vlsifas esiaba el señor Cacho (1), Mi-
(1) Fue bautizauo en la Catcdllll de COlliayagua, ciudad en la que aermrmnente nació IJflCOS díus llute3, con los noml}lcs de José María Quintín Onufre el 31 da Octubre de 1800, siendo hijo legítimo de D Jultn Nepomu– ceno Cacho G6mez, Regidul' PNPctuo tlcl Noble Ayuntamiento de aquella ciudad, natmal de Santander en los Reinos de España, y de Doña María
MOlejón, hija legítima de D Antonio Morej6n y de Doña Marra Orosia Ta~
bluda: V el expediente de limpieza de sangro de D J ooé ::M:Qria Caeho,
nísiro de Hacienda, corno de sesenia años bien preparado inieleC±ualmenie, pairioia y
eniusiasia liberal. Esie señor. químico y po– lifico, es además, propieiario de varias mi– nas de cinabrio en el depariamenio de Gra– cias. que con ansiedad deseó que yo visitara. El señor Cacho se inclina fuertemenie a favor de la inmigraci6n norieamericana en Hon– duras, y así me 10 expresó en varias ocasio– nes.
En los días domingos es cuando uno puede ver c6mo iranscurre la vida en Tegu– cigalpa. Se considera ese día más como de recreo que de devoción. Las tiendas perma– necen abierias al público y exhiben el surii– do de sus mercaderías con el mejor prove– cho, ya que a los irabajadores se les ha pa– gado y iodo el mundo .tiene dinero. Los co– mercios esián bien abarroiados con ariículos de *odas clases: vino de jerez imporiado vía Bellce a $1.00 la boiella y champaña a $1.25. Los esiablecimienios principales se hallan en la Plaza y en las calles adyacentes. Muchos comercianies son de La Habana, de donde se trae considerable can.tidad de mercaderías. Las tiendas de géneros se hallan repletas de los que me parecieron cosiosos irajes y en cuanio a los ariículos para mujer vi casi iodo lo que se podía desear; al igual que la .tienda de abarroies del campo norieamericano tie-
nen ioda cosa de fácil venia. •
El mercado esiá pleiórico de frutas du– ranie la ,!,añana y iemprano de la iarde.
E~ias consisien, en parie, d<;> limas, naranjas. nlsperos, papayas, cocos, lnuones, bananos, jo,?oies, higos, piñas y
melones que se des– pllegan en ieniadora profusi6n sobre gran– des lienzos de tela, en cueros o en canastas
él. lo largo del vesiíbulo de las barracas qu~
se encuen±1'an a un lado de la Plaza de la Parroquia. Con un medio de plaia (seis ceniavos de oro) se puede cornprar ioda la fruia que uno es capaz de consumir sin en– fermarse. Las mujeres del mercado perma– necen alrededor. en grupos, y pasan su .tiem– po platicando unas con airas o a menudo riendo a carcajadas con los s~ldados
O con los holgazanes que siempre se enc~eniran
congregados bajo los aleros.
Para gozar de la vida en esias regiones mo;1±añosas, ,uno debe. l~vaniarse temprano a iln de respirar la dellmosa brisa de la ma-
seguido el año tle 1816 en la CUlla Ec1egi6stieu, Archivo de la Catedral de ConlayagUa
. Dice Squier (Honduras, p XXXIV) que después de Valle y Marure, "el unico nombre 'lue merece se! mellcionado, el el de don Jos6 María Cacho, como el solo hijo de Cenho América que ha hecho nn tlabajo completo so– ble ,el departamento de ~racias Sus bleves notas acelca de él, son de gran– de mteres, y pnede servil' como Un modelo que deben seguir sus conciuda– dal}os" PI ecedida de un Compendio elemental de Estadística e.'lCl ita por D Leon Alvarado, su obra Cuadro Estadístico do} departamento de Gracias se editó en Paris el año de 1857, en once cuadernos, en la Imprenta de P A Bourdiel" y Ca, CaUe Mazarine, 30: V R E Durón Efemérides en la Re-vista de In Universidad, t, VI, p, 112 ' , El señor Cacho fue Secretario General interino del Gobierno Honduras en 1829 y Secletario Genelal en 18M, año en que también fue Ministro de Hacienda y Guerla: V Vallejo, Historia socinl y políth:a. pp 409 y 410.
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