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encuentra en Guatemala y en Honduras y se le mata por la maravillosa belleza de sus plu– maS. Es el quefzal (Trogons Resplendensl

'Y que en Honduras se llama a veces "paloma real" por su parecido a la paloma. Todo su cuerpo es de un color rojo pálido, la cabeza fiene un lona más oscuro y las alas de un verde metálico brillante. La cola de este es– pléndido pájaro tiene siete plumas, que al– canzan una longitud de poco rnás o menos fres pies Un ejemplar. según supe, fue ex– hibido en la Exposición Universal de París en 1855 mas, con esa excepción creo que esta lara criatura no es conocida de los ornitólo– gos. Lo mismo puede decirse de Inuchos oíroS vistosos habitantes de los bosques del inferior de la América Central.

El sistema de mezclar las sangres que se ha introducido en Honduras durante los úlíimos treinta años casi ha borrado la línea

divisoria entre los blancos y los negros. Es–

fo eS, quizás, la mayor desgracia que ha po– dido sobrevenirle al país. La mezcla de los vástagos del negro, del blanco y del indio ha perpetuado en esa república una raza que recorre la gama de colores del chocolate al

crema. Se puede ver en raras ocasiones un

blanco entre los descendientes de las viejas familias aristocráticas de España que, celo–

samente, han evitado matrimonio con indios

o con negros, pel~O esíos casos son excepcio–

nales y con el adual aumento numérico de

las oiras razas, pareciera que se con.iempla

la exierminación eventual de la raza caucá– sica con un resignado desaliento.

Después de la Independencia, los blan– cos puros descubrieron entre los negros y las

razas mezcladas un creciente recelo por su

inteligencia superior. Es±os últimos, sin em– bargo, vieron con salisfacción la caída del régimen español y el establecimiento de la

república, con lo cual anticiparon una in–

tluencia inmediata de riqueza y tranquilidad

y un cambio hacia lo mejor, no diferenie del que perseguían los revolucionarios de Fran– cia en 1848. El cambio repentino dio naci– miento a los partidos Liberal y Conservador; el primero abogaba por el establecimiento de una confederación de Estados Cen±roame–

ricanos, y el último, compuesto por los res–

tos de las viejas familias españolas, por el mantenimienlo de gobiernos separados para los Es±ados. Tuvieron éstos la ayuda de los pequeños aspirantes al poder en las varias secciones y del Clero que, todopoderoso y

contando con la eficaz arma de la Iglesia, mantuvo en terror a las muliiludes supers– ±íciosas, deferminado a sostener las pocas fa– milias ricas del país, como el mejor aliado

p~ra mantener a la Iglesia en su poderío ori– gInal. Los liberales, por lo general. han si–

d~ seguidos por las masas del pueblo llano,

lTllen±ras que los conservadores o "serviles"

como se les ha llamado, Se han esforzado en

ganarse al pueblo, propiciando el aurnento de las razas india y negra y excitándolas contra los blancos.

Es±os problem.as, causa real de las gue– rras interminables entre los Estados, se han agravado tanto úHimamen±e que, dentro de pocos años, deben decidirse por uno o por otro parlido. La serie de acontecimientos en Nicaragua, en donde se han enganchado

aventureros norlearnericallos en la causa li–

beral, esiá tal vez deshnada a definir la cues– ±ión de castas más rápidamente de lo que de o±ro modo podría haberse logrado en mu– chos años. Han ocurrido hechos en los dos últimos años que materialmente han altera– do la situación de las cosas, y las familias que antes eran las más interesadas en reclu– lar negros e indios para sus feudos de muer– ±e, ~hora s~ hallan atemorizadas de que el creCIente numero de esos elementos las eclip– se y las extermine, a menos que la enirada de gente de la raza más potente de los nor–

teamericanos pueda conirarrestar el número

creciente de los negros. Pocas familias han escapado a la ntancha de la =ezcla. En el 91ero cada año se incorporan más negros y estos ven con recelo no disimulado la inmi–

gración o avance de los norteamericanos en

cualquier parie de Cenho América. Los sa– cerdo±es de color hostilizan iodo esfuerzo he– cho por los liberales para estimular la inmi– gración de extranjeros.

Los grandes liberales del país han muer–

to, han sido asesinados o se gastaron en una

lucha sin esperanza. Valle, Morazán, Busfi– 110, Barrundia y Molina murieron casi a la vista de la tierra prometida. Quedan ahora Cabañas, Cacho, Mejía y otros pocos más, cu– yos esfuerzos por el resiablecimien±o del vie– jo parfido liberal y la unión de los Esfados Centroamericanos sobre la base del ideal mo– razánico han' sido la causa de su persecución y expatriación.

Con la decadencia del partido liberal, la raza negra gradualmente eslá ganando ierreno en Honduras. Ni siquiera se pueden

conseguir sirvientes negros, porque su clase

rehusa elTIplearse donde se requieIe trabajo manual. En uno o dos casos los extranjeros llevaron sirvientes de color cuando fueron de viaje a aquel país, pero luego cayeron éstos en los hábitos indolentes de los negros que les rodeaban y se convirtieron en "caballe– ros", abandonando a sus patronos. El ex–

±ranjero que fiene a su servicio un excelente sirviente de esa raza puede así, de repente,

quedarse sin él, porque de simple Bob Long llegó a convertirse en Don Roberto Longorio, que se codea con lTIuchos de los caballeros pardos que le rodean, siendo superior a casi ±odos ellos en inteligencia y, adelTIás, por ha– ber viajado y ser extranjero. Y es más que probable que uno sepa, más tarde, que don

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