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Roberio se refocila en las primeras mansio– nes de la ciudad. Hay, sin embargo, varias familias negras de gran responsabilidad, miernbros de las cuales ocupan asiento en el Congreso Nacional. Precisamente fue uno de éstos el que, cuando el contrato para la construcción del Ferrocarril In±eroceánico pa– só a conocimien:lo del Senado, objetó todo el proyecto. aduciendo que la entrada al país de los norteamericanos sería la señal de la caída de la raza de color.

En cuanto a la salud y robustez de las personas, el nativo de Honduras, aunque por lo general de buenas carnes y bien formado, no está físicamente capacifacl:o para sopori,:,r los efectos agobiantes del duna, como baJo las mismas circunstancias lo estarí¡¡. un nor– ±eamericano. Esto proviene principalmente de la dieta de frutas y aguachirle de las cla– ses más pobres, imposibilitadas para com~rar

carne, a excepción de los grandes distritos ganaderos de Olancho, en donde es el prin– cipal alimento. No obstante, son los solda– dos 'fttás pacientes y sufridos del mundo que, corno en tiempos de Morazán, viajaban vein– te leguas al día atravesan<!-o montañas y subsistiendo de plátanos cocidos. Los men–

sajeros y correos del país "froÍan", en caitas,

veinte leguas diarias en todas las épocas. Yo encontré a menudo a estos hombres en los pasos solitarios de las sierras, con un pe– queño n'\ale±ín de cartas atado a sus espal– das moviéndolas rápidamente en una mar– cha entre paso ligero y carrera abierta. Son siempre robustos y bien desarrollados, debi– do a su constante ejercicio.

El sistema de correos-peatones data del tiempo de los primeros espa;:¡'oles. Un co– rreo, sea particular o del gobierno, recorre el país sin ningún riesgo de Ser aprehendido o de sufrir cualquier otro impedimento. Su oficio es casi sagrado y a quien lo estorbe se le tiene como ofensor del bienestar público. Prácticamente todos son honrados. No exis– ±e una sola constancia de que un correo-pea– tón haya robado a su empleador, o haya en– tregado a persona exhaña las carias que se le confiaron, a menos de que haya sido asal– fado e interceptado por una fuerza del ene– migo (11 . En tales circunstancias tienen ellos métodos muy diestros para esconder los

despachos y documentos, que sólo ellos sa– ben. Conocí un correo que salió de Teguci_ galpa con correspondencia para Coju±epe_ que, El Salvador, que llevó a cabo su comi_

sión y regresó con una respuesta, en cinco

días. Es el único medio de posta en todo Centro lUnárica. Pero la mayor parte de la población de Honduras es descuidada e in– dolente, que no valora el tiempo y no hace ejercicio, a no ser montar a caballo y, en con_ secuencia, son flojos y débiles de constitu_

ción.

A pesar de la tranquilidad de la vida en cualquier ciudad de Honduras, para un ex– tranjero siempre hay algo de que gozar. En la mesa, mi asiento había sido colocado cer– ca de una ventana enrejada, a nivel de la calle y, de repente, me volvía a oír una con_ versación formal y un resuello contenido cer– ca de mí. La ventana estaba bloqueada por rostros morenos, rojos y negros escuchando anhelantes al "extranjero" y comentando en– ±re sí todos mis movimientos. Varias veces reí sin reserva cuando los pequeños gandu– les celebraban nuestras ocurrencias con un grito de alegría y metiendo sus narices, cua! monitos, a través de los barrotes de la ven· ±ana. Pero estas escenas se vuelven rutina. rias y pierden interés a las pocas semanas. Las brisas ondulantes y balsámicas del cam– po pronto sacian el apetito de un norteame· ricano. La eterna calIna, las calles vacías que desconocen desde los días de Alvarado el ruido de una carreia, la oreciente hierba en las cunetas e:mpedradas, los aHos muros de adobe y los tranquilos jardines, el repi– que lento de las caInpanas en las iglesias lla:mando a misa, la mirada cabizbaja de los peatones o la indiferente del iendero sen±a– do indolentemente en su mostrador mientras Uno pasa, y la total faHa de estímulo, antes de mucho tiempo debía aburrir a un hombre co:mo yo, cuyo ánimo estaba acoS±u:mbrado al í:mpetu precipitado de los aconiecimientos de California y al trajín febril de Broadway.

(1) A filies del siglo pD!Judo Jos IlOndlueiíos todavla llozáballlos de e.ilta

honrosa famn: "Hay nUntelO306 individuulI del pueblo. tlue se dedkan a ser– Vil de correos liLlea, sin ~tal sujetos a matricula. ni inscripcián y a quienes puede cOllflaue (!ualqulel cantiüad plU'a tIal1SpOl tarla a cualquiel distancia, .. hasta hoy no Be ha dado el f:3!10 de que el correo se la baYa apropiado o Que hayn l;ldo roballo en el camino, porque 3Qul no hay salteadores" V

Drcvc,\l noticlas Hobre Uonduras, po~ :M L<.>mus y H G Bourrreois Teguci·

galpa, 1807, p 35

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