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dormida con la esfridencia de sus insfrumen– fos de lafón.

El baufismo es ceremonia de las más im– porfanfes de la iglesia. Varios se llevaron a cabo mienfras permanecí en Tegucigalpa, habiendo esfado presenfe en unos pocos. El cura, preparado con uno o dos días de anti– cipación, hace decorar la iglesia, bajo su di– rección; y el día de bautismo aparece la ma– dre rodeada de fodos sus amigos. Cuando la comitiva afraviesa los sagrados porlales, comienza un canto acorrtpañado de clarine– fes, violines y del asmático órgano del fem– plo. Generalmenfe acude una muchedum– bre a observar la procesión, y ofros a congra– fular a la madre. Después de efecfuada la ceremonia se echan a vuelo las campanas por espacio de unos cinco minutos, los sa– cerdofes elevan sus voces, la banda de mú– sica redobla sus esfuerzos y varios mucha– chos, que ansiosamenfe han esiado en espe– ra de la señal, le prenden fuego a una doble carrera de bombas fendida frenfe al airio de la iglesia. Mienfras el estallido de las bom– bas así lo pregona la muchedumbre se ade– lanta, grita y salia incesanfemente evadien– do los defonanfes forpedos. El gasfo en pól– vora depende de la riqueza e imporfancia del chico que recibe las aguas baulismales. El resfo del día se dedica a fesfejos.

El Cuño de Tegucigalpa (1) es una de– mosfración del régimen de ferror que en ad– ministraciones sucesivas ha esterilizado la prosperidad de Honduras. Mi viejo amigo Don José Ferrari (2) ifaliano nafuralizado, es el Direcfor. A invitación suya visilé el es– fablecimiento, el cual ocupa una parfe del edificio del cuarfel (3}. La maquinaria es sencilla y fosca, que consisfe en un fornillo fijo el froquel de la moneda que se va a fa– bricar. Una barra horizontal pasa a fravés de la parte superior, formando dos brazos como barras de cabrestanfe. Dos negros operan aliernativamenfe esta pieza del me– canismo, saliendo cada vez una moneda de

(1) El año de 1822 D Juan Lindo tlajo da México a Tegucigalpa un cuño para amonedar reales y medios en moneoia cortada; la acuñación Ee hizo en el convento de San Francisco, pero fue abandonada purque hubo muchas falsificaciones En 1829 el GCllelul Morazáll remitió a Tegucigalpa, desde Guatemala, un cuño para amunedar viezas de a· dos leales, leales, y medio, en moneda ledonda, llevando en el anverso \lLárbol, }' en el reverso el sol Tanlbién envió Morazán a un Coronel Fl\}rit~ 'Pun\, q\H~ man.eja-rfl el

cuño V Historia de la moneda en HondllrflS POI D José Esteban Lazo,

induida en el tomo I de Honduras I,iterada, por el Dr R E Dur6n Te–

~uciga¡pa, 1896, P 635

(2) D José Ferrari, natm'al de Ragusa, Italia, casado con Dña :Maliu~

na Agilero, de Quienes descienden todos los l~el'rari -de HonduHI,1 Con va· rios notables de TegUcigalpa, a

fines de 1841, contdbuyó pala la fundación y sostenimiento de un establecimiento de enseñanza que OCUllÓ el convento de San Franci¡;co, donde se enseñaba Geografía, Al itriíCfica, Gramática Cas. tel1anay Gramática Latina, escuela cuya inspección estuvo a cargo del Padre Jmé Trinidad Reyeg V R E Durón, Efemérides, en la Revista' de la Universidad, t VI, P 628

(3) La Real Casa de Moneda, que después fue llamada Casa de Mane/la o El Cuño, es el edificio mlÍg antiguo de la arquitectura civil de Tegucigalpa CbmenZ9 a congtruirse en 1784, pero sólo fue tClminada la mitad oriental; la otra parte de la manzana aunque lag paredes quedalon a mediana altma, no se concluyó hasta después de más de un siglo, durante la adminif¡tHlei6n del Dr Policarpo Bonilla, el año de 1897 Durón, La Provincia de Teguci

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plp., pp 76 y ss ; y Rosa, Bioi'rafía de José Trinidad Rcyca, p 11:i

cobre, cuyo valor es de un cenfavo. El cor– doncillo de las m.onedas se hace, igualmen_ le, por un procedimiento sencillo. La sala esfaba desaliñada, obscura y silenciosa; las paredes cubierfas con felas de araña y ne– gras de sucio. En una mesa cercana al ±ra~

quelador había un monfón de varios cente– nares de brillanles piezas de cobre en las cuales, COTILa me infonnó Don José, había una considerable canfidad de plata, cuyo porcenfaJe exaC±o eslaba prohibido divulgar.

En un cuarto contiguo Se veían los res– los de una costosa máquina de amonedar, de fabricación inglesa, pedida duranfe la ad– minis±ración del General Morazán. En me– dio de las revueHas del país, el tren de mu– las que la conducía de Omoa a Tegucigalpa fue asaHado por el enemigo y la maquinaria quedó .titada en el camino, en donde por va– rios meses quedó a la intemperie. Varios años después fue traída al lugar de su des– fino, pero ya fofalmenie inservible. El ma– ferial se hallaba amontonado en una inex– tricable confusión; algunas de las calderas de cobre. están llenas con grasa y ofras fue– ron fundldas para hacer monedas. El señor Ferrari lamentaba éslo, pero con prudencia

Se absien5a de denunciar a ciertas personas en estos días revolucionarios. "¡Ah!, me de–

cía, "¡yo bien recuerdo cuando esta máquina llegó a Omoa; Ud. hubiera podido rasurarse viéndose en ella, porque venía c1ivinam.enie pulida' ' '. Ahora no es nada más que un monfón de hierro viejo y oxidado, firado en las esquinas oscuras del edificio, cubierfo de basura y telas de arañas y propicio nada más que para escondrijo de animales vene– nosos.

El propósito del General Morazán era

acuñar con esia lTIáquina todas las lTIonedas que neceslfara el país, y luego comprar todo el cobre en circulación, que en aquel ±ierrtpo no se había acumulado en fanfa canfidad como ahora. A cada paso el foráneo oye de un acto encomiable de Morazán. Con su muerte en Cosfa Rica, Cenfro América ha ve– nido decayendo gradualmenfe, hasfa que se convierta en el futuro próxirrto en una heren– cia para los exiranjeros. Parfe de esfa ma– quinaria esfá fodavía en Omoa. El señor

Ferr~ri rne z:n,osiró, con gran orgullo, una co–

lecCl~n de hbro~ que g~?-rdó para sí y para su hlJO que, segun me dlJo, fueron los prime– ros que se usaron en el establecimienfo. Cer– ca de $ 10.000.- en cobre se amonedaba anualmenfe en el Cuño de Tegucigalpa.

Cuando estaba ahí, fui presenfado al fa– m.oso Coronel Rubí. cuyas hazañas de gue– rillero le habían converfido en el ferror de los guatemaHecos. Vestía unifon:ne de ofi– cial, su semblanfe era gentil casi frisfe, pero su boca fenía una expresión de defermina– ción y valor frío, que no se ve a menudo en

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