Page 115 - RC_1965_01_N52

This is a SEO version of RC_1965_01_N52. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

te apretón de manos y Se me presentó corno

el Dr. W. "¡Sanios cielos", dije, "otro Doctor!

¡Que Dios ampare a los enfermos!". I\.caba– ba él de llegar de Comayagua y Omoa y eS– taba ahora en camino a Nicaragua. Nos hi– cimos amigos inmediatamente y empezarnos

a cambiar noticias en nuestro idioma, para

el deleite de Don José Maria, que nos miraba

a uno y ofro mientras conversábamos, ha–

ciendo señas afirmativas con la cabeza a

nuestras observaciones, de las cuales. natu– ralmente, él no entendía ni "jofa", y cándi–

damente se unía a nuestras carcajadas.

El Doctor había estado varios meses en el país y cuando se enteró de mi proyectado viaje a Olancho, me ofreció su compaí1ía pa– ra que juntos lo realizáramos si yo lo espe– raba de su pronto regreso de Nicaragua. Desde hacía tiempo tenía él la intención de visitar la región del Guayape, que creía ser una de las más ricas del mundo. Mi amigo era uno de aquellos aventureros trotamun– dos que salía presto del bullicio de las gran– des ciudades para penetrar en tierras desco– nocidas y remotas. De ese modo había vi– sitado la mayor parte de las repúblicas sur– americanas sin otro propósito que el de ver

el mundo, sufragando sus gastos con una ca– ja de remedios que, en manos de un extran–

jero, es siempre el mejor pasaporte para con– quistar los favores de las buenas gentes. Me hizo desternillar de risa hasta ya noche, cuando me dejó, y nunca más volví a saber de él. Salió antes del amanecer para León, el siguiénte día. Su vida enIre los señores del pais era una rica serie de aventuras risi–

bles, en las cuales las mujeres, las reyertas, el "hace las de Doctor", el baile y las vicisi– tudes de la vida en las sierras estaban espon– táneamente entrelazados. Para un doctor americano, un buhonero, un artista del da– guerrotipo, difícil es internarse en un país aislado o llegar a un puerto, aunque sea re– tirado, al cual jamás ha echado ancla un barco comercial de Norte América.

Las ventanas con cristal Son casi desco– nocidas en Honduras, y el calor del clima parece innecesario su empleo. En su lugar se usan rejas de hierro. El marco, formado corno tronera de un fuerte, está biselado ha– cia el interior y por lo común embaldosado con piedra la parte superior y los lados repe– llados con mezcla y blanqueados. Los pisos de ladrillo cuando se barren y se lavan bien imparten un ambiente de frescura a los obs– curos cuartos, y al entrar uno a estos des– pués de un viaje por caminos polvosos y en medio del calor, siente que se halla encerra– do dentro de los seis lados de una caja de piedra. El maderamen, corno las vigas y las tablas que se emplean en las construc– ciones de casas son aserrados a mano. El pino de las regiones montañosas es de grano parejo y se trabaja fácilmente. Los arma-

rios empotrados, los aparadores y demás

muebles de esia clase raras veces se ven en las residencjas particulares. Una dama ame– ricana que vaya a IIonduras, lamentaría la

falta de es}as comodidades y en los pocos,

pero espaciosos cuartos, apenas hay aporiu–

nidad de hallarse en privado.

El mobiliario excesivo que se emplea en nuestras viviendas estaría fuera de lugar y sin uso en Centro América. Los dormitorios

se encuentran, por supuesto, en el piso bajo y en ellos los únicos artículos que se ven Son la cama, una o dos sillas y, a veces, un guar– darropa. Pero en las casas de familias ricas donde viven varIas n1.ujeres, los cuarios es–

±án más profusamente amueblados. La fal– ta de sirvientes activos y de suficiente gusto

para conservar el mobiliario en orden, uni~

do a la afición natural de la señora a ejecu– ±ar por sí rnisrna los deberes de casa, con–

tribuyen a mantener vigente el primitivo sis–

tema de vivir. Se me aseveró que tanto en

Honduras corno en Nicaragua, el uso del cu– chillo y del tenedor no hace mucho que fue adoptado.

Creo que todo viajero en Centro América atestiguará el carácter generoso y el noble

corazón de las rnujeres. Hospitalarias, gen–

liles y sufridas, sobre ellas recae una gran parte del trabajo que se hace en los cinco es– tados. Alguien ha observado que bien pue– de decirse de la mujer centroamericana: "Crió, hizo 10rIillas y murió". Esto desde luego, no se aplica a las mujeres de familias acomodadas. Las rrlUjeres de las clases po– bres son, de hecho, las esclavas en el país. En Tegucigalpa el agua que se emplea en

los diarios menesteres es acarreada por ellas

desde el río, de una distancia de cien pies,

cuesta arriba, donde a menudo observé su

afanosa marcha y su fatigada respiración. Con la excepción de la política y de la gue– rra que han arruinado a Centro América, las mujeres soporian la mayor parte de las car– gas de la vida, pero, alegres y felices, se ha–

llan siempre conformes con su condici6n so–

cial. No recuerdo jamás haber oído una pa– labra descompuesta o procaz de ninguna mujer en Honduras. Su índole es franca y alegre, y al extraño que llega cansado pron– to se le da la bienvenida en la mesa fami– liar. Yo siempre seguí la política, al llegar

a una casa, de congraciarrne con su dueña.

El cambio de cumplidos formales, reli– quia de la vieja España, está perdiéndose gradualmente. Todo el mundo es cortés, no sólo entre las más altas sino también entre las más bajas cJases sociales. El más sucio vagabundo sin zapatos, emplea un lenguaje comedido cuando se dirige a uno y parece imbuído de un sentido innato de fineza. Los

hombres más amanerados que yo he encon–

trado en el mundo los ví enire las personas

-92-

Page 115 - RC_1965_01_N52

This is a SEO version of RC_1965_01_N52. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »