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En un viejo armario de la sala encontré una colección de "El Diario de La Marina" de La Habana. Este eS el único periódico que regularmente llega al interior del país. Puesio que sus ideas, rabiosamente aniíame– ricanas, han venido siendo difundidas entre el pueblo desde la expedición de López, cual– quier respeto que aún puedan merecer los Estados Unidos en Honduras no se debe, cier– tamente, a esie periódico.

do vigorosamente cón una vara los largue– ros. Se desmoronaron corno la piel de una momia y una nube de polvo salió de su in– ierior, teniendo que retirarse las damitas pa– ra evitarlo. En el país solo exisien unas po– cas clases de pino que se libran de los aia– ques del "comején" y es singular coinciden– cia que todas, menos esias :maderas, llegan a ser devoradas por el insecto y se pudren en coniacto con el agua, en un período de do– ce meses Un señor inglés, dedicado anie–

rionnen±e a la minería en Yuscarán cerca de

la frontera con Nicaragua, me relaió el si–

guiente caso. Dice que Se cortó un gran ár–

bol de pino para hacer el eje de un molino para broza y fué llevado a una dislancia co– rno de dos millas. An±es de cortar el árbol varios de los viejos nativos les advirtieron que no cortaran esa clase de pino, porque se les pudriría muy pronto. Los extranjeros, considerando la advertencia como una ionta

superstición, no les prestaron atención, y des–

pués de ocho m.eses de uso, el eje, que era cosioso y de Sana apariencia, estaba perfo– rado por todas partes con pequeños aguje– ritos y, finalmenie, quedó inservible. Igua–

les "supersticiones" existen en cuanio al cor–

te de las maderas de construcción duranie la luna llena. En Honduras nadie derriba un árbol para ese propósito que no sea en ese tiempo, o durante la siguienie sémana. Los

insectos atacan la madera que se coria antes

de la luna llena y los campesinos saben por experiencia, que no sucede lal si se hace éllo una semana después. Esios hechos pueden ser de utilidad para los futuros pobladores de Honduras.

Después de holgar perezosamente en las hamacas, fumar cigarrillos de tusa, beber vi-

En Honduras casi todo edificio esiá ex- no de coyol y iíste y recoger toda la fruta puesto a la acción desiruciora de un peque- que supusimos bastaría para el consumo de

ño insecto perforador llamado "comején". una semana, ordenaznos que nos trajeran

Esios animaliios entran por la parte inferior nuestras besiías y dijimos adiós a "El Sitio". de las maderas de las casas y comiendo ha- Cabalgábamos despacio y hacia la vieja ciu– cen un ialadro perfecio hasia el orro extre- dad, mientras las señoritas conversaban ale– mo, de donde regresan por una ruia para- grem.enie sobre los Sucesos del día riendo lela para coniínuar su operación hasta que con aquella naiuralidad tan propia de la ju– cada viga, cabrio y larguero del edificio que- veniud y de corazones sin penas. "El Silio", da hecho un panal de abejas. El cedro es- ¡lugar encantador! Jamás se borrará de mi iá particularmenie expuesto a esios aiaques. recuerdo las quieias sombras de tus guana– En "El Sitio", aunque las maderas estaban casies y ceibas, la fragancia de tus naranjos sanas según su apariencia exierna, Don José y cidras, el murmullo de tu arroyo vocingle– me :mosiró su verdadera condición golpean- ro corriente entre las espesas frondas, tus lin-

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Después de la cena iuvimos café, ciga– rrillos, música de guitarras y una animada

conversación sobre la moda femenina de los

Estados Unidos. La curiosidad, y tal vez los celos, habían sido despertados en mis bellas

amigas por sus priInas, las señoritas Dár–

dano, que hacía poco habían pasado por Te– gucigalpa. Todavía no se había disipado el alborozo que en ellas causó el arie del bien vestir y que para estas beldades aisladas se había hecho realidad a iravés de sus primas. No dudo que mi descripción del espléndido Broadway haya hecho que más de una de las bellas de Tegucigalpa suspirase por que

se establezcan cuanio antes comunicaciones

por ferrocarril y barcos de vapor enire Hon– duras y "el Norte".

nes sobre el depariamento de Olancho, que

debe considerarse COntO una subdivisión in–

dependiente en Centro América, me referiré a ellos y airas productos de aquella región. Solo Olancho, en Honduras, es igual en ia– maño a la República de El Salvador y siendo aquél el objeiivo de mi viaje, puse más aien–

ción en estudiar sus recursos agrícolas y mi–

neros que los de cualquiera aira región del Esiado que visité.

El Señor Ferrari había estado en Olan– cho hacía doce años, donde vive un viejo pa– riente suyo. Me ofreció varias carias de pre– seniación y rió de las adveriencias del Gene– ral Cabañas. "Es la genie más rica y más

hospitalaria de este país", ITIa dijo, "y con

una caria mía en sus manos, usted no debe

dudar que será bien aiendido. Lo único que usted debe procurar es no mezclarse mucho con los indios". Después de un largo paseo

por los cerros circunvecinos, durante el cual mi anfitrión me proporcionó exhausfiva in–

forrnBción sobre el país, regresamos a la ca–

sa donde ya nos esperaba una exquisita co– mida, adornada por la bella presencia de las cuairo hijas del señor Ferrari, que nos ha– bían seguido de la ciudad para atendernos. La combinación de la esplendenie belleza es– pañola con la voluptuosidad italiana, real– zadas por él carmín del ejercicio y sus boni– ios irajes de montar color gris, hacían de ellas una encantadora sorpresa.

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