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dos pájaros y el silencio ensoñador en que, al parecer, la Naturaleza se reclinó!

Llegamos a la cima de las colinas que dominan la ciudad precisamente a tiempo ara captar los últimos rav:os del sol bañan–

~o las torres de la ParroquIa con su luz pur– púrea e iluminándolo lodo allá en la quietud del valle. El amortiguado tañido de las vie– 'as campanas españolas llegaba a nosotros ho±ando en la bris:" vesperal. .Han llamado a los fieles a oraClOn desde el SIglo XVII (1) cuando los secuaces de Alvarado se quitaban

sus sombreros emplumados para escuchar re–

veren±es los solemnes Te Deums. Poco a po– co el crepúsculo se hundía en el ocaso, las nubes carmesí distribuían .sus co~ores sobre las montañas que se volv18n grIses con el manto de la noche, y acelerando nuestras cabalgaduras pronto estuvimos ambulando oor las calles empedradas de la ciudad y

~mnbiando "Buenas Noches" con las perso– nas que, desde los portales, nos saludaban. Los establecimientos comerciales de las ciudades más importantes de Honduras es– ±án provistos todos de los mismos artículos,

con unas pocas diferencias en cuanto a su ta–

maño y disposición, es describirlos a todos. Rodean el establecimiento sendos estantes y en el centro, detrás del mostrador, se halla

el señor o a menudo la señora, tranquilamen–

te sentados, si es la ú1±ima, se la vé con su cabeza inclinada sobre su costura y dirigien– do miradas aliernafivamente al pequeño sur– lido de mercaderías y a los apartamentos in– ±eriores de la casa. Debernos recordar que en las grandes ciudades de la república son raros los principales dueños de casa que no se ayuden con el ingreso de una tienda, ubi– cándola en la parte más convenienie de la casa. Pocas son las damas que se conside– ran demasiado elegantes como para aduar de "tenderas" y, en verdad, desde la deca–

dencia del cotnercio en el país, muchas res–

petables familias se han visto forzadas a echar mano de estos medios para conservar su posición social y hasia p~ra la propia ~ub­

sistencia. Varias de las hendas, atendIdas por las bellas de la ciudad, son lugares de cita de los galanes de Tegucigalpa, a los que puede verse rindiendo cu1±o a la beldad de la casa y mostrando oportunamente su pre–

cio con la compra de fruslerías, más por ver

cómo la damita enrolla un listón con sus fi– ,;os dedos, que por e~ valor intríns~co d~l ar– bculo. Muy al interror de este pals caSI <;les– cenocido en una ciudad hasta hoy olvIda– da por l~s geógrafos y cartógrafos, la coque– tería y galanteos son conducidos con iodo ar:– dor en el camino, o en el lugar de abastecI– mienio público de agua, con el gusto y deli– cadeza que se puede apreciar en los círculos más refinados de la vida moderna.

(1) Léase .!ligio XVI N del E

Las mercaderías que se exhiben para la

venia no son ni suntuosas ni caras y consis–

ten en su mayor parte de ropa para el uso tal como géneros de algodón, "osnaburgs", manlas, calzado y los artículos corrientes ma– nufacturados que se encueniran en los esia– blecimienios dedicados a la venia de una so– la clase de artículos. Casi iodos combinan

mercaderías de boticario, comerciante en gé–

neros, abarrotero, soznbrerero, de calzado, ta–

labartero, librero, confitero, y artículos de es–

critorio, pero con una provisión extremada–

menie limiiada de cada una de estas líneas. La mayoría de estos artículos entran al país vía Amapala, o La Unión. El Salvador, en bar– cos europeos, siendo los ingleses los que pre–

dominan. En los almacenes a veces se ven

artículos noríeamericanos tales como zapaios de charol y boias, unos pocos artículos case– ros, aríículos manufaC±urados por Lowell ja–

bones, velas, encurtidos y licores, pero esíos

SOn muy raros, dominando Ingla±erra el co– mercio de cuchillería, aDículos manufactura–

dos, zarazas, cerveza, íelas y artículos de ma– dera y hojalata; Francia: en vinos ordinarios,

coñac, sedas, géneros esiampados, planiillas

para vestidos de indiana, queso, :mostaza,

guantes y casimires, l±alia: aceitunas, aceite

de olivas. sardinas, macarrones, fideos, que–

so verde, salchichas y algunos artículos de seda. La Hahana y Belice también ayudan a suplir a Honduras y, en verdad, a iodo Cen– ±ro América, con una variedad de artículos. La Habana y Guaiemala suplen casi iodos los libros que entran al país. Belice es un em– porio de comercio en la costa atlániica de Centro América, y La Unión y Amapala, los son en la cosía del Pacífico.

Los Es±ados Unidos, con su extenso co–

mercio y grandes imereses manufactureros,

parece que todavía nO Se han preocupado por entrar a estos mercados, aunque peque– ña canfidad de artículos viene por Trujillo. Aquel puerío es el punio en donde se suríen Yoro y Olancho, y su comercio casi se limi±a a Bos±on y Nueva York, siendo los olancha– nos los principales consumidores de artícu–

los norteamericanos. :Honduras, con sus

350.000 habiian±es (2) es un país que con– sume consiantemenie y produce muy poco, y una compeiencia produC±iva podría fácil– menie esiablecerse en cualquiera de los más importantes puertos de mar, en el Atlán±ico o en el Pacífico. Unos pocos vapores comer– ciales han llegado a la Isla del Tigre desde California cargados con parte de los exce– dentes de aquel mercado, y según se sabe, se han llevado a cabo magníficas transacciones, pero hasta hoy son los barcos europeos los que monopolizan casi todo el tráfico en arn-

(2) Esta ciír:l. es la misma que da Squl<,J;' (Honduras, p '1). autor m5s documentado que 'Vells No oLstante, el cálculo parece muy holgado .porf1ue el censo levantado en 1881 apt>nas alcan~6 la dhn. de 801,289 hablt\\ntcs

V Vallejo, Primer Anuario, fl 104.

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