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bas costas del país. La exportación de café y azúcar de Costa Rica está saliéndose de sus viejos cauces hacia California y eS razonable suponer que todo el comercio de la costa del Pacífico de Centro América cambiará de ma– nera esencial entre estos países y California.

Durante los últunos cinco años han dis– minuído los monopolios comerciales en ra– zón de que los países centroamericanos están siendo ya más conocidos. Estos países recla– man mejor calidad de mercaderías para su consumo. Todas las clases sociales visten ahora mejor que antes y ya Se están introdu– ciendo las modas de Norte América. Entre las mujeres se han puesto de actualidad los vestidos más costosos. El vestido de la mu– jer humilde de Honduras es de un material sencillo y ordinario tal corno la guinga o la zaraza, pero en las damas refinadas la cosa es distinta, y aquellas a quienes fui presen– tado se hallaban muy a lnenudo ataviadas con tal refinalniento corno pueda imaginar un extranjero. En toda época del año los vestidos blancos o color rosa pálido, o de ga– za diáfana celeste son los que predominan. Los caSos de ITlal gusto son raros. Las mo– das. por 10 general, se importan de La Ha– bana.

La figura de las damas, corno pude ob– servarlo en los bailes y paseos, es más bien alta, erecta y todos sus movimientos son ele– gantes y sencillos. Pocas excepciones a esta regla hubo en las fiestas a que fuí invitado. Además de las morenas de cabellos de aza– bache, cuyo número prevalece decididamen– te, se pueden ver a veces mujeres de tez blan– ca, ojos azules y mejillas rosadas, especial– mente en las tierras altas. La delicada pa– lidez que usualmente se asocia a la belleza española de los trópicos se encuentra muy a menudo, y tales cutis, en frentes blancas y despejadas, de grandes ojos negros o avella– nados, de labios delgados y de dientes finos,

son más que atractivos, unido iodo, como es

frecuente, a un caráC±er jovial y vivaz El esillo lánguido que en la mayoría de los ca–

sos acompaña a las mujeres morenas, es pa–

ra un norteamericano, acostuITlbrado a la de– senvoltura de sus compatriotas, un poco can– sado. Las bellezas soñadoras de este deli– cioso clUna serán admirables tipos para el novelista o para el pintor, pero uno busca en vano aquellos atractivos que asienta la dama refinada de nuestra tierra. Por 10 ge– neral reunen las cualidades de dulzura, buen carácter y sinceridad, rasgos que son en to– das partes placenteros.

Las manos y brazos bonitos son dema– siado comunes para ser tornados corno mar– cas distintivas de la elegancia. Sin embar– go. en varias ocasiones observé que las da– mitas se tomaban un trabajo especial para exhibir estas ventajas. La cabellera se lleva

preferentemente en moño trenzado. Muy ra–

ro es ver bucles. En las fiestas o reuniones

el vestido es generalmente blanco y muy del– gado. Se usan pocas joyas. En la calle Se lleva siempre la "mantilla" y no es sino re– cienie el uso de la "sombrilla". Es muy ra–

ro ver a una dama fuera de casa, a no ser

por las mañanas y a la caída de la tarde, y

más raro aún verla acompañada de un ca~

ballero.

Muchas son graciosas e intrépidas ama_ zonas. Las sillas de montar que usan Son hechas en Guatemala, aunque hay algunas importadas de Inglaterra. La m.oda de m.on– tar de lado prevalece todavía (1). El traje de ITlontar no difiere del que se usa en los Estados Unidos, algunas veces la parte infe– rior de la falda va adornada con pequeñas monedas de plata. Usan un som.brero (cien por ciento masculino 1 sobre el cual ponen un espeso velo. Los guantes, adornados en el puño con hilos de plata, y un pequeño fuete italiano com.pletan el atavío. La épo– ca preferida para la equitación es cuando terITlina la estación de lluvias y antes de que el polvo de los meses de sequía empañe la verde brillantez del follaje. Es entonces cuando los arroyos corren por entre las pe– ñas hacia los valles, los caminos están bue– nos, y las señoritas rara vez dejan de apro– vechar estas ventajosas circunstancias.

En el país falta educación para la mu– jer, a la que poco se le enseña y cuando una damita puede tocar el piano o la guitan-a, bailar bien y aparecer "a la mode" en socie– dad, es segura candidata al altar, es enton–

ces cuando comienzan sus deberes como ma–

frona. Son pocas las muchachas que han sido enviadas a los Estados Unidos para su educación. A éstas se les tiene por sus com– pañeras corno prodigios del saber. Pero aún con las pocas o ninguna ventajas que otor– gan los países insiruídos, las m.ujeres centro–

americanas nunca dejan de interesar al via–

jero, por su gentileza característica y la dig– nidad de su porie lanto corno por su talento innato y por su receptividad a la cultura.

Los caballeros hondureños visten a la

usanza norleamericana. Pero de vez en

cuando aparecen modas anticuadas que lo

hacen a uno sonreir ante los esfuerzos de

im.itadores de Beau Brummel de las ciuda– des grandes; estilos que originados en París se filtraron a través de los Estados Unidos y La Habana y eventualmente hallaron curso hacia el interior de Honduras: sombreros in– gleses de copa alta, polainas de gamuza pa– ra pantalones, redingotes de la vieja usanza con cuello alto y otras prendas demuestran que los com.erciantes en ropa vieja de Euro-

(1) En HondmR!I la silla eapeelal en quo la!! mujelell no montan a hor– cajadas se llama galápago. V Mcmbrcño. Hondulci'illlmos

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