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« Previous Page Table of Contents Next Page »ue el clUna sea templado si es en tierras ~~ja~ o moderadamente cálid;o si es tropical, finalmente, que sea acces1ble por mar, y y, rá más fácilmente colonizado si está más
~:rca a~n de alguna de las grandes rutas del
comercIo.
Supongamos, por <:je';llplo, que se desc~
brieran minas de oro snnilares.a las de Cah– fomia a oril1?,s del Lago de NlCaragua, que stá a solo diez días de navegación de Nue–
~a york. El clima, aunque en "tierra calien– te" no es mortal, el s';1elo, lo barato de t<;>d? lo necesario para la v1da, y su seguro y facil ccesO naturalmente atraería, a miles de mi–
~eros y colonos pacífi,:os e industrios~s, q';1e sin ninguna lucha y solo por el,mero 1rreS1S– lible curso de las cosas, crearan un nuevo eslado republicano en aquella región de ~7':
Ira América, enteramente ajeno a las V1C1S1– ludes que allí están ahora ocurriendo desde hace doce meses.
Pero desgraciadamente para Nicaragua, los depósitos auriferos se encuentran en el interior del país, lejos d;e l~ línea del tráf~co
norteamericano, en el dlStrito de las Segov1as cerca de la frontera de Honduras, que Son para Centro América ~o q~e el centro d.e l~
región minera de Cahfornm para los d1stn– tos agrícolas circunvecinos. La región de los lagos no es aurífera.
Aquellos, por otra parte, que han vi,vido por algún tiempo en Nicaragua, o que han conversado con los viajeros y nativos de aquel país, habrán seguramente oído sobre el "oro del Guayape", llevado por los indios y comerciantes locales a la costa de Hondu– ras y que es reputado como el 1nejor oro del mundo. Desde tiempos inmemoriales este oro fue empleado por los naturales de Cen– Ira América para propósitos de ornamenta– ción, pero los depósitos de los cuales se ex– trae son totalmente desconocidos para el mundo entero. Esta región aurífera está cer– cana a una de las rutas de nuestro comercio, ya explorada para el transito por una orga– nización de capitalistas nor!eamerlcanos. Me rEifiero a la empresa del ferrocarril interoceá– nico de Honduras. La región aurifera de Olancho se encuentra al Este de esta proyec– tada línea de tránsito y con fácil acceso. Mu– chos depósitos auríferos se han encontrado ,:n el Guayape y sus tributarios, y las peque– nas partículas del metal se hallan en todo Suelo, en las arenas de cada arroyo y en los cañones de esa región.
Estos hechos, sorprendenies como pue– dan parecer, y a los cuales ya ma he referi– do en mi propia revista y en folletos, son y~
del conocimiento de los mineros norleamen–
canos, y no pasarán Inuchos Ineses sin que
Olancho, con su clima salubre, sus valiosos productos vegetales y grandes regiones aurí-
feras, sea poblado por gran n{,mero de nues– tros compatriotas.
Con estos datos, complelados en la con–
versación que tuve con los nativos mejor in–
formados que pude enconlrar, hice los pre– parativos para dejar la ciudad, en donde, en las pocas semanas que en ella estuve, hice muchas cordiales amistades, que me expre– saron sus mejores deseos y me dieron aiina–
dos consejos a fin de que mi misión tuviera
el mejor éxito. Después de los acostumbra– dos atrasos, sin los cuales no hay empresa que pueda llevarse a cabo en Centro Amé– rica, obtuve del Supremo Gobierno algunas
valiosas concesiones, entre ellas el derecho
de suscribir con los naturales de la región toda clase de contratos para fines mineros o
comerciales, los que después deberían ser so–
metidos al estudio y aprobación del Gobier– no, la introducción, libre de derechos, de to–
da clase de ll1.aquinaria, implernentos, ins–
trumentos científicos y artículos para el cum– plimienio de tales coniralos, y la libre nave–
gación de barcos por los ríos, sin resfriccio–
nes. Este acuerdo fue publicado en la "Ga– ceta", órgano gubernamenfal, y mí buen amigo el General Cabañas dándole impor–
tancia adicional a mi empresa, me envió
nombramiento como "Cónsul General de Hon– duras en los Esiados Unidos", un pasaporte especial para poder viajar a través de Hon– duras, firmado por el Minisiro de Hacien– da, un paquete de cartas de presentación para las personas más importantes de Olan– cho y en especial para la "familia Zelaya" y un guía y sirviente de confianza. La no– che anterior a mi partida me visitó para de–
cinne "adiós!".
Otros amigos también V1n1eron a expre– sarme sus buenos deseos y entregarm.e más carlas de presentación.
Hechos todos los preparativos, a la ma– ñana siguiente, al despuntar el alba se tra– jeron las mulas al "patio", donde mi "mu– chacho" Roberto las ensilló y cargó. Había hecho una nueva amistad: la del señor L. de Tegucigalpa (1} quien me acompañaría co– IUO dibujante, por su propia cuenta, y cuyos dibujos que me mostró anies encontré muy buenos. Pronio hallé en él un agradable compañero, siéndome de gran utilidad por su conocimiento de las gentes. Nuestra pe– queña cabalgata consistía de cinco mulas que trotaron alegremente fuera de la ciudad, habiendo dejado ésta antes de que el sol emergiera sobre el filo de las cordilleras del Este.
Fue con un sentimiento de euforia que
(1) Don José Sotero Lazo, de quic-n se dan ulgunos datos en oha ptig En 1889 desempeñaba 1!l1l fundon~ de lntéq¡rete del Cuerpo de Policía de 'l'cgucigalpa. V Vallejo, Primer AnuarIo.) 211
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