Page 72 - RC_1965_01_N52

This is a SEO version of RC_1965_01_N52. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

punio de romar el timón para que el patrón pudiera atender la escota, cuando ésta saltó lanzándolo fuera de borda y hacia atrás. In–

tenté agarrarlo, pero desapareció en un ins–

fante; ante mi sorpresa, un lllomenio des–

pués salió a flote. asido con los dientes y las uñas a un pedazo de cuerda, y el bongo re– molcándolo como si fuera un enganchado delfín. Después de un raio, lo llevamos a bordo y luego de vomitar se fortaleció con un buen trago de aguardiente. Para entonces la vela había sido arriada ya, habiendo ce– sado la tempestad nuestro bote fue achicado. Todo estaba empapado y casi en ruinas.

Cuando aclaró el tiempo observé que habíamos avanzado bastante lejos dentro de la bahía. Hacia el Noroeste estaba la isla de Meanguera apenas visible en la obscuridad, y sus altas orillas escarpadas, cubiertas de espesas frondas, semejaban los contornos de un viejo castillo desvencijado. Directamen– te hacia el frente, la isla del Tigre levantaba

sus elevadas proporciones apareciendo como

una mera sombra más. Unas pocas estrellas aparecieron entre las nubes que corrían ha–

cia el mar, presagiando, COlno Antonio hizo notar, :mucho viento en. la noche. Poco a

poco amainó el vienro hasta que nuevamente se restableció la calma frente a Meanguera. El viento arreció hasra que a la caída Como la marea se hallaba en contra nuesrra, del sol una fuerte turbonada apareció ame- se ecltó el ancla fuera de cubierta y se hicie– nazante. La vela se amarrÓ y aseguró con ron los preparativos para poder dormir unas nudos al parecer inextricables alrededor de poca" horas. Anclamos entre Meanguera y un cepo de bambú. La obscuridad y los la isla del Tigre durante la noche, pero como fuedes truenos aumentaron, Antonio estaba soplaba un fuerie viento del Noroeste el bon– doblado en la popa como un mandril y no go se movía continuamente en las olas. Va– hacía el menor movimiento para acortar la rias veces despedé e inspeccioné el panora– vela. Me había hecho el propósito de no in- ma, que era de especial interés. La bahía tervenir en su náutica, pero cUEmdo el viento abunda en enormes ban,cos de sardinas y és– nos agarró con una ráfaga de lluvia y espu- tas al pasar velozmenie por nuestro lado pro– ma, seguí el ejemplo de todos y me escabullí ducían una luz fosforecente perceptible cuan– bajo la batayola, sabiendo que en .Ce~t,:o do el mar estaba en calma. Las grandes lí–

América el mojarse sin haber hecho eJerCICIO neas iluminadas atravesaban rápidamente es agarrar la calentura. La lluvia caía a en todas direcciones brillando fulgurantes cántaros, el trueno retumbaba, el bongo se cuando se aproximaban a la superficie y des– bamboleaba ahogado por la espuma y aún vaneciéndose en un color verdoso indistinto así nuestro patrón desdeñaba reducir una so- cuando bajaban hacia mayor profundidad. la puntada de la lona hasta que, con un tre- A veces una marsopa exploraba su camino mendo bardazo, el agua empezó a meterse solitario a contra marea, o el grito lejano de por la borda, en pequeñas cascadas. La tri- alguna ave acuática venía débil entre la obs– pulación y los pasajeros se acuclillaron en curidad. Hacia el Oeste, a lo largo de la cos– silencio en el fondo del bongo, temblando ta Conchagüita y Meanguerita, la marejada por la humedad. A cada oleada Antonio lo se mantenía en incesante movimiento. Allá enfilaba al viento y con un grito sonoro res- a lo lejos, hacia Nicaragua, el horizonte se pondía a mi reiterado: cuidado! La tormen- veía iluminado con las intermilentes señales ta Se desató con furia creciente, la lluvia no de los relámpagos que dibujaban con lineas nos dejaba ver a más de treinta yardas. Al imprecisas todo el ámbito del cielo, denoÍ/:m– enfilar, Antonio ordenó apresuradamente a do el paso de una tempestad de medianoche uno de los hombres que arriaran la vela, por los pinares de Chontales. mas, antes de que la orden pudiera ser cum-

plida casi zozobramos. El bongo estaba ya La conmoción del día anterior. agrega– medio lleno de agua, y viendo yo que mi da a la humedad y al apiñamiento en el bon– equipaje nadaba en medio del resto de los go, no me dejaba otra alternativa que la de arreos del bote, creí que era tiempo de ejer- envolverme en mi poncho, encender mi pipa cer alguna autoridad, sobre todo porque yo y pasar así la noche contemplando el paisaje tenía la mayor parte que perder. Estaba a a través de la brumosa obscuridad, y escu-

-49-

bandada de chorlitos cuyo plumaje era igual, voló sobre nuestras cabezas emitiendo sus no– tas agudas tan peculiares. Estos se encuen– tran en l~ costa del mar en to~o Centro Amé– rica, segun' creo. En la, bahlB de Fonseca también abundan, espeClalmente en los ba– jíos de Zacate Grande El augusto pelícano, con su gran pico de bolsa y sus inmensas alas volaba despaciosamente por la costa, una' Y orra vez caía pesadamente denrro del agua para atrapar su presa de ent;e e~ en– jBrnbre de saltones peces. Yo eche rcu an– zuelo mas, a pesar de haber probado por es– pacio' de una hora no tuve éxito. Al caer la tarde se levantó una brisa desde el Este tra– yendo consigo la usual advertencia de tor– menta. Se metieron los remos, la tripula– ción saltó a bordo, se izó de nuevo la gran vela y proseguimos nuestro viaje. Navega– mos' por la costa de Cosigüina hasta que la marea empezó a bajar, alejándonos de la costa salimos a plena bahía. Una vez pasa– do el Cabo Rosario estábamos prácticamente en mar abierto. A sotavento ondeaba el in–

menso Pacífico, negro con nubes de .tor:rnen–

ta, mientras que a barlovento y enfrente, ce– rrado el horizonte por la lluvia y niebla. no se veía más que una masa de agua embra-vecida. .

Page 72 - RC_1965_01_N52

This is a SEO version of RC_1965_01_N52. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »