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« Previous Page Table of Contents Next Page »palinos es ir a ver la :máquina y contemplar la potencia titánica de la energía a vapor.
Los propietarios de esta e:mIfresa encon– ±raron al principio :muchas dificf.ltades: res– fricciones guberna:men±a¡es, proHibiciones, a– ±rasos, sospechas y celos. Cuando recibió la presidencia el General Cabañal! in:media±a– :mente fueron aprobados los docu:men±os ne– cesarios. Duran±e esta visita a A:mapala, el ±er:móme±ro nunca indicaba :más de 99' en la so:mbra y ±e:mprano de la :mañana bajaba a
78'. La temperatura :media dUrante el día era de 92' F. La ciudad está si~uada de tal :modo que la brisa del mar que' comienza a las diez de la mañana y continúa casi hasta el atardecer, cuando la brisa viene de tierra al principio apenas perceptible. aumenta y se convierte antes del anochecer en el infali– ble chubasco. A esta hora nubes muy espe– esas soplan rápidamente desde el Sur, y la lluvia cae generalmente con gran violencia. El clima de la isla está considerado Como sa– ludable siendo las fiebres de la región menos virulentas que las de las costas vecinas. Sin
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embargo, ningún extraño escapa de la fiebre en Centro América, aunque fome las mayo_
res precauciones.
C,?n la excepción de unas dos o tres ca– sas que' tienen madera y teja, las casas de Amapala son iguales a las de otros pueblos centroamericanos. Varias son de adobe, pe– ro la :mayoría está hecha de cañas y ramas. El comercio del lugar cuando yo lo visité es– taba confinado al pequeño negocio de la Ca– sa Dárdano & Müller. Consistía en driles. ferretería, ropa y artículos generales de ma– nufactura europea, que se recibían a cambio
de cueros de ;res, pieles de venado, cacao,
azúcar, vainilla. añil y otros pocos produc– tos de la costa vecina, pero en muy peque– ñas cantidades. El tráfico era muy limitado y grande la rivalidad con el puerto adyacen– ±e de La Uniór¡., El Salvador. No habrá una transfor:maciórl notable en la isla del Tigre hasta tanto no haya en el país un Gobierno estable que ponga cese a las constantes re– vueltas.
Caza de un tigre en Zacate Grande.-Isla de Exposición.– Ostras.o,-Peces.-Cocodrilos.-Baño frustrado.-La vida en Amapala.-Arribo de don Carlos y su familia.-Grandes fes– tejos.-Preparativos para la partida.-Apurando a un botero. ..,...Otra Iloche en la bahía.-La Brea;-Visitantes nocturnos. -\,Jn 'paseo por la noche.-Resoluciones para el futuro.-EI camino hacia Nacaome.-Agua CClliente.-lguanas.-Nal:a– ome.-La señora Caret.-Visitas.-Una revista.-Clima.-Un viejo especulador.-Minas de carbón en Honduras.-Pasa– tiempos.-Nuevo metodo para expulsar perros.-Demanda de servicios médic:os.-Un medico extranjero..,....Una serenata.
Zacate Grande es el nombre de Una isla montañosa que se encuentra a pocas millas al Norte de la del Tigre y separada de tierra firme por un canal, que supongo estará to– talmente seco cuando las mareas son bajas en extremo. Una mañana clara y apacible, mi amigo don Julio tocó a la puerta de mi habitación para invitar:me a que me uniera a la cacería de un tigre, que se llevaría a cabo ese día. Fue suficiente para hacerme saliar de mi hamaca el convite tentador. que unía a la revelación de un deporte excitante un poquitín de romántica aventura. Me ves– ±í rápidamente; apenas tuve tiempo para to– mar el café que Rafaél me tenía listo porque una voz de mi acompañante me advirtió que el usual "poco a poco" del español de Centro América tenía que descartarse. Cogiendo mi rifle y avíos sólo tuve tiempo para meterme en el bongo con las cinco personas que inte-
graban la comitiva; se levó el ancla y ten– dida la enor:me vela salimos a toda prisa ha– cia los verdes bosques que for:man las lade– ras de la isla, en donde los tigres eran fero– ces y abundantes En el camino tuve tiem– po para fijar:me en mis compañeros. Don
Julio era un alemán de cara rubicunda, un
Nemrod entusiasta que hablaba el inglés co–
rno un nativo; el oiro era mi incansable guía
en la expedición que hiciera a Playa Brava; dos tigreros de las tierras montañosas de Ni– caragua completaban el grupo. Desde ha– cía días habían estado preparando una cace– ría y estaban entregados a una actividad fe– bril, no acostumbrada, con la noticia recibi– da la noche anferior de un joven residenfe de la isla, que acuclillado en los arcos del bongo observaba con ojos aientos los prepa– rativos. Este joven habitaba una pequeña choza en una cañada cercana a la playa Oes-
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