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otro lado sin dificultad, aunque el borboteo y el silbido del torrente hicieron que medio noS arrepintiéramos de nuestra imprudencia antes de que alcanzáramos las aguas bajas de la ribera de Pespire.
Unos granujas completamente desnudos iban delante indicándonos el camino, y a los pocos minutos nos condujeron dentro de la pequeña población con gritos de:
"Miren! Miren! Aquí viene el ameri–
cano!".
Cuando llegamos a la plaza nos dimos de boca con el señor alcalde, a quien recono– cimos por su bastón de mando. Retornó nuestro saludo con una inclinación de cabe– za y nos dió la bienvenida.
"Aunque", dijo ,"yo esfoy obligado por
la ley a investigar los asuntos de todos los extranjeros durante el aciual disturbio con Guatemala (1) el aspedo de ustedes es su mejor pasaporíe. Vayan con Dios' ' '.
Con esta halagüeña entrada a Pespire cambiarnos el adiós con el amable alcalde y seguirnos por una pequeña calle, uno de cu– yos lados estaba formado por el muro de adobe de la iglesia de Santa Ursula (2) e hicimos alto a la puerta dé la casa de la se– ñora U,;=eneta. Tan pronto como nos apea– mos fUlmos rodeados de una multitud inqui– sitiva, la mayoría de la cual era de mucha– chas de mirada viva, que de tiempo en tiem–
po hacían suaves y ligeros comentarios acer–
ca de nuestra apariencia. Una de ellas, in– formada por la tropa de chiquillos que nos precedió dijo:
"Todos los americanos siempre traen ri– fles por el camino".
Cuando ella dijo esto más bien con una mirada de desdén por el cuidado que yo le prestaba a mi arma, le repliqué en castellano con un poco de lisonja para la crítica rural, y dando un fuerte grito, los del grupo huye– rOn riendo y repitiendo:
"Habla español! Habla español'"
contando ellos, cuando comenzaron su
mentario, que podríamos entenderles.
. Dejarnos las bestias al cuidado de los cnados y entrarnos en la casa, precisamente cuando la campana de la iglesia anunciaba
~olemnernen±e la hora de la "oración". Al
lnstante todo quedó en calma en la ciudad. --
'ncn~tl E~ '!cnelRl .Carlera, Pre6idente de Guatemala, -1l.Oslilizó con8tante– Oetub da rnmlslraclón del Gen<.'rnl Cabañas, hasta que logró derrocarJo en So.lga: e ~I' 1855 V Compendio de HistorIa de HonCluus por el Lic Félix
Q eguc!gnlpa, 192R, pp 109 a lU
de P~Pi~h muy im?robllble Que la iglesia P4nOQuial del pueblo de San José nimia r " . aya temdo como titula. a Santa Ursulo, desconocido on la topo-–
e !gIMa de lIondurall
Esta bella costumbre no se observa en Hon–
duras con la nUsIna reverencia que en Nica–
ragua donde muchos se arrodillan y casi to– dos Se descubren. Aquí sólo fue un momen– to de respetuoso silencio, que demostró el reconocimiento general del pueblo hacia es– ta costumbre.
Tal como se nos habia informado pre–
viamente, nada podía COrrl.prarse con cobres
en el camino. "No hay, señor!" era la res– puesta a nuestras demandas por comida. La dueña hizo la misma réplica hasta que T sacó unos reales de plata y entonces la me~
maria de ~a vieja. señora, COITIO por encanto.
se refresco y al lnstante nos sentábamos a saborear una cena de huevos cocidos galli– na y frijoles, a lo que agregarnos ';'uestro surtido de provisiones: café, galletas, y al fi– nal un buen trago de coñac francés. Pes– pire es el eslabón de enlace entre la ciudad montañosa de Tegucigalpa y los pueríos de .A;mapala y La, t:nión. Es la base de opera– Clones en el trailco de mulas, pues mantiene un comercio activo con Comayagua al Nor– oeste, con Tegucigalpa al Norie y Choluteca al Este, tres ceniros comerciales de sus res– pectivas secciones, en Honduras. Tiene al– rededor de dos mil habitantes. Las calles, regularmente frazadas, están nítidamente pavimentadas con las piedras lisas del río La iglesia aseada, el cabildo y la residenci'; del cura párroco, todos de adobe, son los úni– cos edificios que se distinguen de los demás techados con teja roja, por encima de lo~
cuales corno atis?ando as,?man las alfas pal– meras y una vanedad de arboles frutales con un efecio placentero y pintoresco. Al ano– checer salirnos de paseo por la Plaza a fin de comprar varios manojos de zacate para nuestras bestias, pero luego nos metimos en nuestras camas. de cuero, de tal dureza que nuestros adolondos huesos 10 testimoniaron el siguiente día, y cuya posesión disputarnos con las chinches toda la noche.
. Salirnos al despuntar la aurora y des– pues de mandar a los muchachos al potrero a que !rajeran las mulas, nos desnudarnos y nos zamb,;,llimos en el río para aplacar el calor febril causado por las irritaciones de la noche. Toda el agua que se consume en Pespire es llevada en tinajas de barro sobre la cabeza de las mujeres. Escasamente ha– bíamos salido del río cuando grupos de es– tas aguadoras. erecias y bien formadas ba–
jar<~~ a ~a~ márgenes y después de llena~ sus vaslJas :mutaron nuestro ejemplo y se en!re– garon a la costumbre, inmemorial en el tró– pico, de darse u;n b?ñ.o matinal. Algunas de ellas nadaban lnirepldamente en medio del torrente y chapaleaban en las espumas corno Náyades. Como ~ostraban una patenle y fotal despreocupaclón por nuestra presencia nos djznos el crédito de no ser los agresores y estábamos, en consecuencia, libres de te– mor de que nos calificaran cual otros "pee-
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