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luirse en una sola llanura. R1SCOS y mas rlS–
cos, corriendo la mayor parle hacia el Sur~
oeste, presen±ab~n un cuadro rnagnífi~o y .si– lencioso. Eran lnterceplados por estnbaclO–
11es ).1.1.ás pequeñas en dirección ceniraria
Siguiendo nuesila rula cruzamos varios ±o–
~ren±es vocingleros en su cBlTIino hacia algún brazO de ríos más grandes, pero que ahora sallaban en salvaje impeluosidad desde los
peñasGOS a las caña.das, salpicando en rápj–
dos de espUlna.
Al mediodía llegarnos a una ciudad cons~
±ruida. con sus casas baslante juntas, con su iglesia de adobe y su Plaza empedrada, que se llama Sabanagrande. Está a cuatro le~
guas de La Venta y ocupa corno aquel lugar, un pequeño valle rodeado por un seto de co–
linas pelonas. La región de los pinos se ex~
hende de J a parte inferior de este punio has– la más allá de las cordilleras, hacia la ver– tiente del Ailánlico, que es más baja que la del Pacífico. El buen padre Domingo Borjas
(1) era viejo amigo de la familia de mi
acolnpañan±e y, reconociéndole cuando pa–
ramoS frente a su pequeña residencia, salió
y noS dio la bienvenida con calurosa hospi– talidad. Un joven esludianle, que parec\a dividir su liempo enfre sus esludios religio– sos y el cuidado de las necesidades del cura, ±laja los resios de la cernida de la mañana, que consirdía en una o dos foriillas, que desaparecieron en un santiamén. Miel1.1ras nuestras besijas pacían en la Plaza, en)L ra–
mos en conversación con nuesfIo anfitrión quien, corno la mayoría de los sacerdotes centroamericanos, era inteligente pero igno– ranie en disciplinas que nO fueran las pro– pias. En un pequeño nicho de su esiudio se veía una docena de muy manoseadas edicio–
!les n'1exicanas y guaieITlaUecas de a uiares
españoles, y colgando de la pared unos po
cos cuadros de sanios toscamenie ejeculados en acuarela. Fue aquí donde ví las prime– ras lTIuesiras de broza de plaia y también al– gunos trozos de aluminio que el "padre" me dijo provenían de una núna cercana. Cuan– do supo que el objeto de mi viaje era estu– diar las minas del país y regresar a Hondu–
ras con una gran eITlpresa norteaITlericana
para su explotación, se apresuró a salir de la casa para regresar pronto en compañía de varios vecinos algunos de ellos sin más ves~
fuario que una calTlisa extremadamente eOl–
fa. Estos benelTléritos cornenzaron, a una so– la voz, a describir ciedas minas de plata de las que decían eran dueños, e insistieron en --
o) Dica el Dl Dur6n que "g-ozó de lenOllllJle como Olmjm Hefi,hese l¡I1C üj 28 da Scptiemlllc de 1852 día. an que la Municipalidad ¡lc Tcgudr.-alpll,
~?lcIJlal.>a In vünida de los pliür;os llne eontcníun el Acta dü Indcpcndencia
f¡\tmauu en Guatemala, IJlonunóó un ma~nífico rliSetll'110 en conmemOlf,ciÓn '¡el 15 l1e Selltiümble de 1821. Algunos han confundidr; este discurso con el
'J~l 15, ~'}on\lnciado all lu iglesia puu04:uiul, utlibuyén,lole al P nOljn~ el ¡ OllUllCIUdo POl el P Rey('3" ante log di¡Jutad03 a la Asamblea Conshtu– Yente de Cenho Amédca leunida en 'l'e¡¡:uckalpa en 1852 V Gradore;! sao grndll s , J:I\\\llll"lll.mtUJ:ios, l)olíticos
)o forensüs de Hond\uns pUl R E Dwr6n,
~~\~a levista La Lectlun, t 1, P S3, No 6 publicado el 22 de Dieiemble de
que me quedara en Sabanagrande una se– :rnana para que las visilara.
La ciudad es la lTIás grande de este dis– frito y activo centro comercial del "aguar– diente", que se fabrica aquí y en los alrede~
dores en grandes caniidades. Los platana–
les abundan en la ciudad corno en todas las airas secciones de l-Ionduras. El plá.tano es para Centro Anlérica lo que la papa para Europa y los Estados Unidos. Es cOlTIple– men.to en cada plato y se sirve cocido, hor– neado, esiofado, frito y crudo. De acuerdo con Humboldl, el plátano iiene cuarenta ve– ces más alimento que la papa, y un acre de eil os es igual a ci ento treinta y tres de trigo (2). Es fácil, pues, comprender por qué en un clirna tropical, donde la consiguiente la– situd del calor no permite los fuedes traba– jos, el cultivo de una fruta que crece tan -fá– cilmente canco el plátano sea general
Al viajar por las serranías los enconira– mas creciendo en cada trecho de tierra. El lTIás pobre d e los indios puede gozar de este
rrt.a.njar que alcanza de los racimos dorados
con solo eslirar la mano, y desde Guatemala a Costa Hjca no faHa. en la mesa de iodo el
rnundo, sin irn.por±ar su condición social. Co– mo Jos m.aearrones del Lazaronj de Nápoles, el plátano es artículo de conSUlTIO que a la par que deleita es indispensable corno ali– lnento El Padre Borjas afirlTIa ([ue desde el coh1ienzo de la plaga de la langosta las cla–
ses rnÉ1s pobres del Esiado hubieran perecido de halTIbre a no ser por el plátano, y citó el
hecho en la reciente invasión a I-Ioncluras por
Jos guatemaltecos al mando de Guardiola, cuando los habitanles de Gracias se llevaron los plátanos a las montañas huyendo de las .tropas y obligaron a éstas, finahnenie, a abandonar el país para no perecer de inedia. Concluía sus observaciones llan1ando a Han" duras "la Rusia de la AlTIérica Central" por el hecho de que no puede ser invadida con éxilo si el pueblo está unáninlemente contra
el invasor.
Con pesar nos despedirnos del buen cura
y proseguirnos viaje hacia el Cerro de Hule, el pico más elevado de la Cordillera Occiden– tal del país. Pocas millas más allá de la ciudad pasarnos por el campo donde se libró la batalla que en 1827 sostuvieron los Coro– neles Díaz y Justo Milla, dos de los princi~
pales jefes revolucioriarios de éiquellos ±ieln–
pos. El lugar fue bien calculado para un combate de guerrilla y mi compañero, con el orgullo del hispano retratado en su rostro, me refirió algunos hechos caballerescos del combate. Fue aquí que Morazán "el Wash–
ing.ton de Centro América"
I
se distinguió por
(2) V Humboldt, Ensayo l'olítico soble el Reino de la Nueva EspafHl
Sexta edición cnstel1anll México, D F, H)41 t 111, IlP 22 u 25; Y Yege–
tt'l1O!'> indi&enll.!l de Am(..rica, estudio Ilublicado en El peusamiento económico de José Cecilio del Valle, edición conmemuLativa de in inuugulucióll del Bun" co del CCllÍl"ll.l de Hondmfls 'l'errucigalpa, HJ5B, pp 64 u 66
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