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que estaba a unos pocos centenares de yar– das más abajo; los naHvos gritaban carca– jeándose, Y ienían razón ya qUé nuesfro as– pecío no era para menos. T no les dijo a estas gentes que yo era el Ministro, por ra– zones obvias. Los muchachos descargaron las mulas y pronl0 estábanlOs riéndonos de nuestra aventura. Dí gracias de que nUes– iras asaHan±es no hubieran sido las temibles "ahorcadoras" de las cuales T me dio una compleia descripción. En el trabajo de Con– der sobre México y Guatemala, a página 186

se les describe como "una especie de avispas venenosas llamadas "ahorcadoras" porque el singular remedio que se cree único para con– ¡rarresiar los falales efecías de su aguijón es el de sumergir al pacienie inmediafamen±e en el agua, o el de apreiarle el cuello corno lo haría un ahorcador, hasta dejarlo casi ex– hausto". La dueña de la choza nos preparó una acep±able comida y pocas horas después, habiendo bajado el río, ensillarnos e hicimos nueslra salida tinal hacia Tegucigalpa, don– de el Presidente y funcionarios del Gobierno se habían establecido desde hacía varias se– manas (1).

De aquí la distancia a la ciudad es de tres leguas. A cada vuelta del camino encontrá– bamos pruebas de la vecindad de un pueblo floreciente Patachos de mulas cargadas con productos del país pasaban ±ranquila– mente hacia el mercado. Casas de campo bien dispuestas, entechadas con hojas de pal–

ma o rústicamente entejadas se veían a lo largo del camino, que ahora era plano y bien cons±ruído. Hombres a caballo que re– gresaban a la ciudad de visiiar alguna finca de los alrededores, galopaban alegremente y echaban un E,legundo vis±azo a nuesJra pe– queña y descolorida caba1gala. Peatones llevando cargas de legumbres y de frulas so– bre sus cabezas nos daban el imprescindible "Buenas tardes, caballeros!" mientras pasá– bamos. La región pareda hallarse próspe– ra y feliz y casi inadvertida de los dislurbios políticos que caracterizan su historia. Con la excepción de los hombres a caballo, todos los demás que vimos iban "sin zapalos".

_ Mientras carrlinábamos por una peque– na colina, T llantó rr'Li atención hacia un claro en los árboles a iravés del cual obtuve mi primer vistazo de Tegucigalpa, situada en la extremidad Noroesie del extenso llano, conocido con el nombre de "El Potrero". El sol acababa de salir tras un banco de nubes c:"rgadas y las torres blancas y los campana– í'oS de la ciudad brillaban en la farde a la Uz del sol. Un magnífico arco iris tendía su.comba en el valle y el verdor de las mon– fanas adyacentes, mezclado con los tintes Purpúreos del declinante día, aumen±aba el encanro del paisaje, inseparable de eslas re-

(1) El asiento del Gobierno ela Comayagua

cóndHas reliquias de los mejot'es ±iempos de España. Continuarnos nuesrro viaje por una sabana aclornada de flores y moJeada de cac– rus. A intervalos echábamos un vistazo a la ciudad l'0r entre el follaje; el crecido nÚlnero de personas nos hacía ver que era día de fiesla y mien±ras más nos apt'oximábamos al lugat' el ±añido de las campanas nos llegaba clébil y musical a través de la brisa. El lla– no por el cual nos acercábamos a la ciudad

y seco durante la estación del verano. Aquí el General Cabañas con doscien±os hombres fue derro±ado en 1838 por ochocientos gua– temaltecos (2).

Llegarnos ahora al Río Guacerique, que fluye lentamenre por un ±eneno plano y des– agua en el Río Grande cet'ca de la ciudad. Este río lo vadeamos fácilmente y en la ribe– ra opuesta nos encontrarnos con varios ciu– dadanos a caballo, quienes al ver a T . (yerno del General Morazán) lo rodearon y cambiaron saludos con él. Cuando les fuí presenrado se volvieron a la pequeña ciudad aledaña a Comayagüela (3). Tiene ésta distinta jurisdicción de la de Tegucigalpa, y hallándose sUuada románticamente, por las fardes es el punto de reunión de los ciuda– danos Llegarnos y cruzarnos por el puenre de piedra que airaviesa el río a la en±rada de la ciudad. El Río Grande aumeniado con las aguas del Guacerique y las del río Chi– quito, baja del parle-aguas divisorio entre Yoro y Tegucigalpa y cae al río Nacaome (4). El puente tiene diez arcos '{ los estribos ter– minan en filo para desviar lq 'tuerza de las aguas; el viejo puente que construyeron los esparlOles fue arrastrado en 1830 ($) después de lo cual, se me dijo, el aciual fue construi– do por ±rabajadores de Guatemala. l\.qU~ es donde comienza la ciudad de Tegucigalpa.

Entrarnos por una calle pavilnen±ada bordeada de casas boni±as de ¡piedra y adobe rebocado, y las paredes pinia,<¡\as de azul, ro– jo, crema o blanco según el g'usto de sus pro– pietarios. Los balcones can rejas; estrechas y herbosas las aceras; los techos entejados, los patios empedrados, el estilo peculiar y

(2) Se lO~fiele a la acci6n del I,lano del PotrelO liblwla el 31 ,le EnelO de 183D ¡rUlHHlu POI el (Jorollel Manuel Quijano con fUel?,1l3 muy aUIleliOles a la~ de Cah~~f\as V Datu!/' HhtoiúCt;\B ':1 GcogI:áficns snhI:e 01 r.lm\idp\u

de COffill)ap,üclll 'legucigall'a, 1DOO, l' 35

(3) Oficialmente p,e llmllabll Villa de Concelll'.ioin Y g:ozalJu de 10.'1 pri.

,i1egio~ que a esta das e 'de poblaciones eOIH:sllondíu, según decreto de 23

,le Junio de 18.j\l Elevada a la cll.te¡tOlín dé ciudad }JOl otto decleto del

COl'i-'le1u de 1U de Ablil ¡le lR!l7 Re lo lcstituyú el antiguo nomble de Co– It1fi)Ug[ic!a V Dllto_~ hiRtÓlicos cit, pp 159 y 170

(j) Es una cunfusión dech que el Riu Glll.nJe cae ni IHo Nacl\ome

N ,lel TI:

(5) La COJJiltulCción del puente se })luyectaba desde el año de 1789,

}1I'10 no se lcsolvió rj('finitivrlllJC'nte haRta en 181'(, sienrlo Alcalde :Ma~or D Simón GllU611ez Sucer\ió a éste el Lic D Nalciso Mullol, quien ya eneon–

jló aeolJiudoi\ los lnnteliulcs e impulsó Io_~ hahllios a tal ~l'a¡]o que en 1819

('¡¡si estaba eOllch¡írln la obrn El 23 de Oetub1e de 1822 una avenirla del Hío Gl:t1Hle ,1Cllihó dor; de los ocho aleus que entOJJces componíun el puente; elll}nemlida su H'COllstl'ucción 1JO fue teuninadll. hasta en 1832 Una nueva avenirla del 1io dividió el Intente en ües palies el 12 de Octuble de 1DOG,

vulviendo a leeonstl'uilse dl1lante la ndminishación del Gral .Miv.uel R Dá–

viln V Relistn del Archho, t III, p 117

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