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Abordo el asunto de la relación entre la seguridad nacional y la América Latina, por– que me parece que hay muchas supersticio~

nes y peculiaridades que deben ser destruidas en el curSO de cualquier análisis histórico del problema. La historia de nuestra diploma– cia en América Latina está llena de ejemplos que ponen de manifiesto cómo se apoderan del pensamiento popular vagas generaliza–

ciones, que tienen después consecuencias en

la política.

Si se reflexiona un solo momento acerca de la geografía del Nuevo Mundo, se verá. que Monroe dio rienda suelfa a la fantasía. Desde Buenos Aires hasta Nueva York, por mar (y no había otra manera de trasladarse de una a otra ciudad en 1823), hay 9,450 ki– lómetros. De Río de Janeiro a Nueva York hay 7,678 kilómetros. De Valparaíso a Nue– va York hay 7,459 kilómetros. De Punta Are– nas, en el Sur de Chile, a Nueva York, 9,595 kilómetros. ¿Puede, entonces, sostenerse seriamente, que el establecer en esos países regímenes diferentes en su forma al de los

Estados Unidos, amenazaría seriamente a es–

te país'? ¿En qué senlido Chile, o Argentina, o Brasil, fueron peligrosos para nuestra paz . y seguridad, bajo cualquier gobierno'? ¿Cuál era, exactamente, el peligro temido? Supon– gamos (muy improbablemente) que esas re– giones, cuya independencia había sido bien consolidada, fueran reconquistadas por Espa– ña o, en el caSo del Brasil, por Portugal.

~Sería probable, o posible siquiera, que los regímenes así establecidos fueran capaces de

aventurarse en empresas ambiciosas que pu–

sieran en peligro los intereses nacionales de los Estados Unidos'?

~Pero cuál es la verdadera relación en– Ire la Doctrina Monroe y la seguridad nacio– nal'? ~No han sido involucradas considera– ciones sobre la seguridad en la constante leal– tad del pueblo de los Estados Unidos hacia las doctrinas de 1823? Al contestar esta pre– gunta, deben examinarse dos casos diversos. El primero es el grado en que existía la ame– Baza a los intereses de la seguridad de los slados Unidos en el Nuevo Mundo y el se–

~undo, hasta dónde se sentía la existencia e eSa amenaza y hasta dónde ese senti-

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DEXTER PERKINS

Profesor de la Universidad

de Tulane

miento llegaba a afectar en realidad la po– litica.

No hay leyenda más persistente que la de que los países del Nuevo Mundo estaban en grave peligro de ser invadidos por las per– versas naciones del Viejo Mundo y que la Doctrina Monroe los protegía de tal invasión. El corolario de esta leyenda es que, aunque los Estados Unidos estaban incapacitados pa– ra im!?edir eficazmente tal acción, cualquier acto hostil era evitado por el dominio britá– nico de los mares. Ninguna de estas dos co–

sas es cierta.

Pero en el largo período desde la enun,– ciación de la Doctrina hasta el fin del siglo, ¿de qué potencia europea era presumible que procediera un asalfo a las libertades del nue– vo continente? Hasta 1871 no existió una Alemania unificada y el pOderío naval de Alemania no se había desarrollado antes que terminara el siglo. La monarquía austriacél, se orienlaba hacia el Este y tenía, además, numerosos problemas internos. El gran Es– tado ruso estaba preocupado, ya fuese por las naciones eslavas, al Sur, o por la expan– sión hacia el Oriente. Halia, que nunca fue una nación de primer orden, no pasó de Ser durante una gran parte de este período una mera expresión geográfica. Durante casi to– do ese tiempo, la única potencia que, en vir– tud de su poderío naval, podía desempeñar el papel de expansionista en el Nuevo Mundo era Fran,cia, pero el que Francia tuviera am– biciones territoriales en el Nuevo Mundo, en el sentido literal de la palabra, no eS nada probable.

De hecho, la única potencia que extendió su conlrol sobre el territorio del Nuevo Mun– do en el siglo XIX, fue, precisamente, la Gran Bretaña. Los ingleses Se apoderaron de las islas Falkland (Malvinas), en 1833; extendie– ron su jurisdicción a lo que hoyes Honduras Británica (Belice); se anexaron las islas Bay y proclamaron un protectorado sobre los in– dios de la costa de la Mosquitia, enrre 1823 y 1860. Y su propia interpretación de sus derechos en la Guayana Inglesa, y las recla– maciones que formularon sobre el territorio de esa región, dieron lugar a una grave cOIl– troversia con los Estados Unidos, en 1895.

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