Page 19 - RC_1965_02_N53

This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

En varias circunstancias, algunas de las re– públicas fueron más lejos. Ecuador, por ejemplo, permitió a los Estados Unidos ocu– par las islas Galápagas, proporcionando así una nueva base para la protección del Canal de Panamá. Brasil no solamente permitió el establecimiento de un servicio para el transporte de aviones entre su comba orien– tal y Africa, que desempeñó esencial papel en la campaña de Africa del Norte, de 1942– 1943, sino que también envió fuerzas expe– dicionarias al frente italiano. México man– dó aviones de combate a Filipinas. En un cuadro conjunto, la solidaridad de Occidente fue notable y es impresionante el contraste con la situación durante la primera guerra mundial, cuando Estados tan importantes co– mo México, Chile, Venezuela y Argentina, permanecieron neutrales durante la contien– da.

Tampoco debemos subestimar la impor– tancia de la América Latina al proporcionar a los Estados Unidos importantes materiales estratégicos. Laurence Duggan, en su libro

sobre "Las Américas", da una inferesanfe lis–

ta de estos materiales, y de esa lista resulia que las naciones del Nuevo Mundo abaste– cieron a este pais con toda su quinina (es– pecífico de importancia fundamental en la guerra del Lejano Oriente 1, toda su madera de balsa (muy valiosa para la fabricación de aeroplanos), todo su rotennon (poderoso in–

secticida), el 83 por ciento de su importación de cobre, el 77 por ciento de su fibra de ma– nila, el 56 por ciento de su estaño, el 76.7

por ciento de su importación de vanadio y el 43.2 por ciento de su caucho crudo. Cada uno de estos materiales fue importante fac– ior en el esfuerzo bélico.

El empeño de cooperación de los Esta– dos del Nuevo Mundo durante la magna gue– rra de 1941-1945 ha contínuado en el mundo posbélico. Las condiciones de seguridad que prevalecieron durante la contíenda, afecia– ,ron la política de los Estados Unidos en los años siguientes. Ciertamente se echaron los cimientos para un nuevo modelo de seguri– dad en la conferencia que se efeciuó en la ciudad de México, en el invierno de 1945.

En ésta, el protocolo de Buenos Aires men–

cionado anfes, se fortaleció con un nuevo con–

venio llamado Acia de Chapuliepec. Por es– ie pacio se declaró que, un acio de agresión conira cualquiera de los Estados sería consi– derado como un acio de agresión contra to– dos, y se enumeraron las medidas con las que se apoyaría a la nación agredida. Es– ias medidas son: la retirada de los embaja– dores, la suspensión de relaciones económi– cas y el uso de fuerzas armadas.

El Acia de Chapuliepec fue redaciada en

una situación de guerra, Y, según el criterio

d~ la delegación norteamericana, podría con– S}derarse que sólo obligaba durante el pe– nado de guerra. Para no 01!Ütir requisito

alguno, fue necesario concedar un Tratado formal, lo que se hizo en 1947 mediante el Tratado interamericano de asistencia recí– proca, de Río de Janeiro. Por este Tratado ratificado sin oposición por el senado de lo~

Estados Unidos, las partes contratantes con–

vinieron, no solamente en emprender una

acción cOInún contra la agresión, sino en

obligarse por el voto de dos terceras partes de los miembros, excepto en lo concerniente al uso de fuerzas armadas. El principio de seguridad colectíva, en este Tratado, se llevó más allá de lo que habia hecho hasta enton– ces. Y, al requerir que los Estados Unidos se obligaran, mediante el voto de otras nacio– nes, el Acia de Río va todavía más lejos que el pacio del A±lántíco del Norte, de 1949.

Con el Pacio de Río, no obstante, llega– mos a la culminación de la política de cola– boración para el desarrollo de la seguridad americana. La cuestión que aún queda por considerar es si el curso de los úliimos diez años no ha alierado radicalmente el aspecio del problema de seguridad y si no ha redu– cido inevitablemente la importancia de los Estados de América Latina, desde el punto de vista de la defensa nacional. El aspecio de la posible subversión de los gobiernos de América Latína quiero tratarlo en mi próxi– mo ensayo. Estoy hablando, se entiende, te– niendo en el pensamiento la invasión mate– rial del Nuevo Mundo. ¿No hemos vuelio, desde 1959, a una situación muy semejante a la que existía en los primeros años de nues– tras relaciones con la América Latina, ahora que la acción armada contra un Estado ame– ricano es sumamente improbable? aHay, en verdad, alguna otra región en que las pers– pectivas de tal acción sean más remotas?

Al tratar de los problemas de las rela– ciones con América Latína, debemos tomar en cuenta los cambios revolucionarios de la situación internacional que ha habido des– pués de terminar la guerra. Si los Estados Unidos se vieran nuevamente envuelios en una contienda, ¿qué clase de guerra sería és– ta? Por espantosa que sea la perspectíva, "podría" ser la guerra nuclear total. Pero,

en esa guerra, la posición de nuestros "veci–

nos del Sur" carecería de importancia. Los golpes vendrían probablemente de bases muy alejadas de esa parte del mundo (esto, no obstante la aciual aciitud hostil de Cuba hacia los Estados Unidos), tal vez del polo, o de submarinos que disparan sus armas le– tales desde muchos kilómetros, mar afuera. ¿Y si la guerra fuera más limitada? Obvia– mente, la zona de máximo interés para noso– tros es ahora Europa. Ahí existe el mayor conjunto técnico del mundo, exceptuados los Estados Unidos y, posiblemente, la Unión So– viética. Así encuéntrase un peligro de gue– rra, contra el que debernos tornar toda clase de precauciones. Pero, a menos que las ope-

-9_

Page 19 - RC_1965_02_N53

This is a SEO version of RC_1965_02_N53. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »