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han reducido la importancia del tráfico en– tre las dos costas a través del canal. Ade– más, el desarrollo industrial en la costa occi– dental, ha desviado los productos derivados del petróleo hacia el consumo local. A pe– sar de obstáculos evidentes, no es imposible que el océano Arfico pueda, con el tiempo, proporcionar una vía estratégica alternativa, que acortará en cerca de 8,000 kilómetros los 18,000 que separan los puertos de Tokio y Londres".

De ninguna manera es esto lodo lo que hay que decir. La protección del canal es ahora un asunto enteramente distinto de lo que fue durante la segunda guerra mundial. Cabe preguntarse si habría medidas capaces de garantizar su seguridad. Eminentes in– vestigadores militares creen que no tiene de–

fensa en una guerra fofal, y que, aun en una

guerra limitada, sería más difícil que nunca defenderlo. Las fuerzas que hoy protegen la zona del canal, son esqueléticas. Los mis–

mos militares parece que no les conceden importancia.

Volvamos el asunto al revés y llegare– mos a la misma conclusión. Puesto que el

canal ya no es de mayor importancia en ac– ciones de guerra, no es probable, por lo mis– lUo, que sea uno de los primeros blancos del enemigo. Hay otras formas de infligir per–

juicios a esta nación, mucho más ilnporlan–

tes que la interrupción de su tráfico inter– oceánico. Si en el futuro llegásemos a una guerra en gran escala, es probable que los objetivos del enemigo fuesen unos cuantos golpes rápidos a las grandes ciudades del país.

Los señores Travis y Watkins, en su artí– culo del "Foreing Affairs", deducen de los hechos apuntados que sería prudente poner el canal bajo el control de una comisión es– pecial, bajo la égida de las Naciones Unidas. La opinión pública norteamericana, de nin–

gún modo está ahora preparada para dar tal paso; la reciente conduda imprudente de al–

gunos panameños sobreexi±ados, n.o ha ser–

vido ciertamente para propiciar esa medida, las conclusiones de Travis y Watkins son más difíciles de aceptar que sus hipótesis. Pero es muy importante que comprendamos que la política de defensa de hace dos déca– das, quizá sea algo completamente inope– rante en el clima del decenio de 1960.

réiciónes sean totales, deben limitarse. Y las operaciones limitadas, como un símbolo que surge de una amenaza a Europa, como una intimidación de lo que podría suceder si no se encuentra una salida, difícilmente arras– trarían al resio del Nuevo Mundo a las hos– tilidades direcias. Por supuesto, hay otros puntos de fricción, además de Europa. Co– rno sugiere el recuerdo del envío de tropas al Líbano, en 1957, puede presentarse una si– tuación delicada en el Medio Oriente. Los bombardeos de Quemoy y Matsu, el irrecon– ciliable y violento nacionalismo de los chi– nos comunistas, indican que la paz puede quebrantarse en el Lejano Oriente. Pero también en estos casos es dificil enfocar el papel de los Estados latinoamericanos. Por

supuesto, no quisiera ser mal comprendido,

pues de ningún modo pretendo que su sim– patía no pueda sernas de utilidad. Sólo digo que, a juzgar por la sifuación actual, hay pocas razones para creer que podamos estar amenazados direciamente desde la gran región del Sur.

Hay cierlos aspecios del problema que merecen especial mención. Uno de ellos es

la cuestión de nues1:ras comunicaciones inter–

oceánicas. Hemos visto cómo esta cuestión, precisamente, dio vida especial a las ideas de la DOctrina Monroe, y cómo alcanzaron la máxima vitalidad los principios de Monroe en la época en que la defensa del canal pa– recía presentar un posible problema de aUa significación. En los días anteriores a 1914, las posibilidades del poderío alemán en el Caribe, aun cuando se exageraron mucho, ofrecían un argumento válido para ejercer una vigilancia especial. En los días de la segunda guerra mundial, el canal desempe– ñó un papel muy importante en el movi– miento de nuestras operaciones navales. Pe– ro desde entonces han sucedido muchas co– sas. Llamo la atención de ustedes sobre un articulo muy significativo que apareció en "Foreing Affairs" de Abril de 1959: "El va– lor militar (del canal) ", dicen sus autores, "se ha reducido, tanto por los adelantos de la técnica, corno por los nuevos métodos es– tratégicos. A pesar de que aún facilita la eficiente disposición de la Armada, aciual– mente existe una flota de dos mares con por– taaviones cuya manga y cubiertas diagona– les son demasiado anchas para los estrechos. Sin subestimar la conveniencia y economia

de las instalaciones del canal para el mane- Hay otro aspecio de la cuestión de segu– jo de la carga voluminosa, el aumento de ridad nacional que requiere consideración y los medios de transporle continental por tie- en el cual un razonamiento anticuado estu– rra y aire, proporciona una manera más efi- vo de nuevo en juego. Al final de la gue– caz de llenar las necesidades de una rápida rra, los jefes milifates de los Estados Unidos movilización de tiempos de guerra. Las au- dieron gran importancia a la uniformidad de topistas que permiten altas velocidades y las fuerzas armadas de las repúblicas ame– los transportes aéreos militares y civiles de ricanas. En Ociubre de 1945, el Consejo de propulsión a chorro, unen las c.ostas orienta- Defensa Interamericana recomendó a los go–

les y occidentales con rápidos servicios. Los biernos que "adoptaran corno objetivo final oleoducios que transportan el petróleo a un la plena uniformidad del material de todas costo equivalente al de los buques cisternas, las unidades de las diversas fuerzas y de los

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