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« Previous Page Table of Contents Next Page »tad. Como antes he dicho, el apoyo y pro– tección del clero es un poderoso auxiliar para el éxito de cualquier empresa en Hispano América.
Mientras me hallaba en la casa del cura y durante el término de la función tuve la oporlunidad de ver el poder que tiene el cle– ro sobre el pueblo y la facilidad con que éste contribuye a su sostenimiento. Varios jóve– nes fuertes llegaron sucesivamente durante nuestra entrevista, y haciendo un saludo re– verente en la puerta, entregaban a su conse– jero espiritual varias sumas de dinero, desde uno a cuatro pesos, para que los encomen– dara a la protección de la Sania Virgen. Estas eran, me dijo el Padre, parte de las ga– nancias de ellos al monte, juego favoriio en– tre los españoles en todo el mundo. La procesión de mujeres y viejos era continua y cada quien deseaba aienuar algún pecadillo dand? una bagatela a la Virgen. Creo que el Padre, de no más de treinta años, es el hombre más inteligente que yo había encon– trado en Olancho. Era un autodidacio en lafín y francés y su biblio:leca, de unos dos– cientos volúmenes sobre teología, metafísica e historia, demostraba que no era un lector superficial.
Apenas había esiado una hora en la caSa del señor Garay y ya había hecho una o me– dia docena de citas con igual número de personas para ir en excursión a varias partes del departamento, entre ellas una a la famo. sa y comercial ciudad indígena de Culaca– mas, o±ra de pocos días a la costa, cerca de donde el río Guayambre Se une al río Gua– yape, cuyo lugar se llaIna La Confluencia de los Ríos. Cada quien parecía iIn):>uído del deseo de iraerme noticias sobre alguna loca.– lidad otrora célebre como placer aurífero,
las cuales, si sus aseveraciones fueran toma–
das al pie de la letra, con una cantidad apro– piada de eficiencia y de empresa podrían producir millones.
Como siempre lo hacía, extendí Ini mapa de Olancho que luego se convirtió en objeto de general interés tanio en esta ocasión co– mo en todo Juticalpa. Muchas personas vinieron a verlo y cada quien tenía una ha– cienda que insertar, o sugerir que se incluye– ra en él alguna cadena de montañas o algún río. Hasia el más ignorante comprendía la naturaleza del ±rabajo, pero hallé que su estimación sobre distancias no era digna de confianza en casos donde un norteamerica– no de las regiones más apartadas podría ser claro y exacto. Para obtener la dirección de cualquier lugar preguntaba a media docena de personas sucesivamente para señalar lo que ellos consideraban el curso exacto, y en este particular invariablemente encontraba que todos estaban de acuerdo. Nada sabían sobre los puntos cardinales de la brújula o
sobre la p,?sición d<;, la ~strella del ~?rte, pe. ro su senhdo de d,recClón era caSl lnfalible y tan seguro entre ellos mismos como el viejo sisteIna de navegar guiándose por las estre_ llas. Al determinar la exacta situación de un lugar con mi brújula, la incluía en mi
mapa y luego hacía una serie de preguntas en cuanto a las quebradas, las montañas y
los valles que debían cruzarse para llegar hasta eSe punto. La aseveración de que una brújula de nada sirve en las montañas de Honduras debido a los depósitos minerales es sencillamente absurda y no merece la me:
nor consideración siquiera.
Quizás he dado demasiado espacio a la descripción del clima de Olancho. Ello es debido a que las tradicionales opiniones que
comúnmenie se reciben en cuanto a los "fe–
rribles trópicos" han tornado posesión de la mente del público, y que yo me he propues_ to desbaratar para demostrar que estas me– selas elevadas, abanicadas por los vigori_
zanfes vienfos del mar, son lan sanas como
las regiones deliciosas de Puebla, de Jalapa o de México, lugares todavía frescos en la memoria de los compatriotas norteamerica_ nos que las visitaron durante la guerra con México.
No concibo que los norteamericanos que visiten Olancho, o cualquier otra parie del interior de la República de Honduras, pudie– ran degenerar en razón de su clima o de los hábitos indolentes de sus habitantes, prove– nientes de la asociación con las gastadas ra– zas de Hispano Am.érica. En los suelos abundantes en oro, el yankee no puede re– sistir la teniación del trabajo, y eS mi con· vicción que en Olancho sólo, en la Am.érica Tropical, el problem.a de la colonización por ciudadanos industriosos del Norie, será pací– fica y felizmente resuelto. Las colinas siem– pre arboladas y los llanos siem.pre herbosos, preservan la hum.edad de la tierra duranie nueve m.eses del año (junio a febrero inclu– sive) y los vientos alisios que soplan en todas las épocas m.oderan la temperatura y 1>:< ha– cen deliciosa. Juticalpa, Lepaguare, La Con– cepción, Catacamas, Las Flores, son todos lugares salubres, pero particularmente los dos primeros, en donde pueden establecerse
estaciones para un tráfico activo, las cuales
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bajo la direcci6n de em.presarios norteame– ricanos y bajo la garantía de un gobierno eS– table y discreto, podrían prosperar hasta
convertirse en ciudades florecienies que de·
penderían de una inagotable provisión de oro, de ganados sin límite, caballos, mulas, una población pacífica y una de las m.ás fér– tiles regiones del mundo.
La ciudad de Juticalpa, aunque cons– truída en el sitio que ocupó una antigua aldea indígena de ese nombre. no es tan an– tigua corno la vieja capital de esa secciÓXl
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