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hacia el bosque dejándonos en posesión del campo.

Estas son criaturas bravías, de patas delgadas, vivas, corno un cruce de cerdo co– mún y un puercoespín, tienen ojos pequeños y malignos, formidables cohnillos y, general–

mente, un color moreno sucio. Corren en

las montañas siempre en grupo, donde el

viajero solitario que los encuentra, a veces se

ve obligado a subirse al árbol más cercano en busca de refugio, especialmen:le si ha :le– nido la temeridad de dispararles. En :lales ocasiones él puede iírarles desde allí con perfeda seguridad, y aunque con su rifle lo– gre ul±ÍInar la mí±ad de ellos, con:linuarán lanzándose alrededor del árbol entre los cuerpos yeríos de sus compañeros, rechinan– do los dienles y emitiendo un gruñido bajo y colérico hasta que el jefe de ellos, general– men:le el más grande, es muerío, ocurrido lo cual, se escabullen a lada velocidad, pues la pérdida de su guía, desalienta su ferocidad

porcina.

En es:lado domésiíco andan de puería en puería en las aldeas, de.,:orando los. des– perdicios que pueden arroJarseles y dlSpu– :lando con los zopilo:les el oficio de agentes de salubridad, comiendo carroñas. Los mu– chachos descalzos aprenden pronto lo que significan los brillanles dientes del "warey".

Este anim.al raramente se caza en Honduras

o en Costa Rica, en donde par:licularmen:le abundan y se le confunde, erróneamente, con el pecarí. Corno una ilustración de la variedad de nombres que en una sola loca– lidad de Honduras se da a muchos animales y pájaros por cuya razón si los extranjeros no es:lán familiarizados con el lenguaje caen en absurdas conclusiones, el nombre de este anÍInal servirá de muestra. En un círculo de unas cien rníllas se le llama: "Waree", chan–

cho de monie, jabali, pecarí, saíno, "warey",

y chancho bravo, amén de :lener lambién su nombre en latino

En los alrededores de Ju:licalpa hay

numerosas minas o placeres. No son, sin

embargo, muy produciívas y sólo se conocen C01TlO si:lios en donde de iíempo en iíempo se han encontrado algunas chispas del precioso

me~al. Cerca de Monte Rosa, hacia el sur– oeste hay lugares en los cuales las lavado– ras ';an después de las crecidas y coledan can±idades considerables. Pero la labor de los viejos españoles, corno de las .muje:e.s ~el

:liempo presenle, parece haber SIdo dIngIda principalmenie a las arenas de las quebra– das, más bien que a cambiar el curso de los ríos o a excavar profundamen:le en los secos barrancos y cañadas, que es donde más se le encuen:lra en California.

Mientras andábamos por Monte Rosa con el Padre Buenaven:tura examinando es-

tos placeres encontramos a dos muchachas que estaban lavando oro en el río. Habían :lraído la :lierra en burdas canas:las de palma, desde una distancia de 1Tledia 1Tlilla y las partículas de oro se disiínguían bien después de la operación del lavado. Espera1Tlos has_ ta que tenninaran su labor y a

1 uego del pa– dre regresaron con nosotros al lugar desde donde habían traído la iíerra. Estaba éste en la ladera de una pequeña colina, donde la :lierra roja indicaba la presencia del oro, El lecho de roca aquí era bastan:le superfi_ cial cubriendo la tierra poco 1Tlás o menos un pie de profundidad. Esto es lo que las pequeñas trabajadoras habian raspado y recogido de la sustancia arcillosa, dejando la roca enteramente limpia. Así habían barrido un espacio como de una yarda cUa– drada y de allí obtuvieron como quince cen–

tavos de un oro puro, escaInado, de color

amarillo brillante y de una calidad sólo pro– duc:liva si se le irabajara por medio del azogue. La operación del "lavado del SUe–

lo" pagaría aquí buenas ganancias.

Fue en este viaje cuando por prÍInera vez ví el árbol de donde se extrae el liquí– dámbar I Liquid-amber. Ambar líquido). Es natural de varias secciones de Centro América, pero especialmente de las mesetas de Olancho, donde se le ve creciendo exube– rante entre los muchos árboles de brillantes hojas que integran el paisaje del departa– mento Después me lo mostraron en el camino entre Lepaguare y Galeras y, también, en las vecindades de Catacamas. La mayor parte de estos árboles, sin embargo, han sido ho– radados y, por consiguiente, dañados. Su

al±ura media es de unos treinia pies, pero el General Zelaya me aseguró que en las mon– tañas, como a veinte millas al Norte de Jufi– calpa, se les encuentra de treinta a ochenta pies de aHura y de unos tres pies de diáIne– tro en la base. El tronco es suave y desnudo de ramas hasta la al±ura de veinte pies desde donde salen hacia la parte superior, muy parecidas a las del pino noríeño y formando un cono de viva esmeralda.

Las hojas :lienen siete puntas y están profundamente marcadas, muy arrugadas y cuelgan de tallos finos. La florescencia es a principios de febrero; en este tiempo ",1 árbol se destaca entre el follaje que le rodea. Las flores son de color rosado, grandes y pun:liagudas, salen de los extremos de las ramas y revientan en ricos corimbos glob~­

lares. El haz de las hojas es glutinoso y bn– llanie y se parece al del arce de hojas plateadas. La madera es dura y cuando se la lrabaja muestra un grano fino jaspeado, capaz de coger un al±o brillo, pero raramen– te se la corfa y usa en esta :lierra donde abundan las maderas preciosas para cons– trucción, las maderas de finte y las plantas medicinales.

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