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dos firmados, es menospreciar la opini6n pública externa, que generalmente es más celosa de los re– sultados obtenidos por los mecanismos de cooperación internacional establecidos, que por los puros instrumentos jurídicos que regulan dicha co~peración, los cuales pueden reflejar 105 más altos principios

y resultar frustrados en su aplicación directa ante las realidades del medio. Si en algo el Programa de Integración Económica es distinto a otros intentos de cooperación internacional, es precisamente por ha– ber demostrado su eminente mérito operativo. La formación del Mercado Común, la creación de efi– cientes organismos regionales, así como la renovación espiritual de valores que ha producido en el área, tienen todos los visos de una positiva revolución. En Centroamérica, lenta pero inexorablemente, se va modificando la mentalidad ciudadana; emergen nuevas y más amplias metas de su,peración antes no concebidas; y se afianza cada día la activa cooperaci6n, no sólo entre los Gobiernos, sino entre todos los sectores ele la población.

Contrario a toda idea de que haya faltado o falte madurez en el espíritu integracionista, el pa· norama centroamericano apunta en dirección exactamente opuesta. Que no podría suponerse que un programa de esta naturaleza hubiera podido perdurar, afianzarse y evolucionar hacia campos cada vez más amplios de cooperación e interrelación, si no estuviera .profundamente arraigado en las aspiracio· nes de todos los cenlroamericanos, de cuya fuente se sostiene y alimenta. Si no hubiera habido ma· durez, franqueza, comprensión y buena fe de los gobiernos, para interpretar 105 anhelos ciudadanos en la elaboración y ejecución del Programa, éste hubiera fracasado irremediablemente en el pasado y sería ahora otro capítulo olvidado de las viejas luchas de reconstrucción nacional.

Por otra parte, toda la organización del Programa, especialmente en lo que se refiere a las decisiones de nivel político que se ado,ptan, se basa en el principio de igualdad de los Estados miem– bros, cuya participación en los diferentes órganos deliberativos y ejecutivos es celosamente guardada. Por consiguiente, no podría colegirse que puedan existir situaciones de desigualdades inhínsecas, o "aparatos coactivos" que impongan condiciones menos favorables a un país con respecto a los olros, a como pareciera haber sido insinuado durante el Seminario en referencia.

También durante el Seminario se expresé, en lo que a Nicaragua se refiere, que el país asumió la responsabilidad de la integración económica en 1960, en circunstancias que lo colocaban en una situa– ción de desventaja que sólo podría ser superada desembarazando al país de todo aquello que pudiera obstaculizar el proceso de integración. Si bien el argumento de desventaja relativa de un país con respecto a otro es igualmente aducido por los olros Estados miembros y su medición es altamente ,pro– blemática, lo cierto es que al Programa de Integración entraron todos los países centroamericanos desde el año de 1951.

El proceso, según ya lo he expresado, vino perfeccionándose a través de su cesivos acuerdos, bilaterales al iniciarse y multilaterales con posterioridad, especialmente desde el año de 1958 en que se suscribe ell Tratado Multilateral de Libre Comercio y el Régimen de Industrias Centroamericanas dé Integración, para desembocar en 1960 en el Tratado General de Integración Económica, que recoge las ezperiencias anteriores y plasma el más avanzado concepto de dicha integración. En este sentido, todos y cada uno de los países del área habían venido preparándose desde 1951 para afrontar 105

cambios internos que el Prógrama Í'IecesariÍlmente' traía consigo.

En el caso particular de Nicaragua, se hicieron grandes' esfuerzos para superar los obstáculos al desarrollo y, por ende, a la integración, no desde 1960 sino durante toda la década de los 50, en que se ampliaron 105 servicios de carreteras, de energía eléctrica, de puertos, etc.; además de la creación y mejoramiento de las instituciones públicas y el desbrozamiento de la caótica situación monetaria que prevalecía a finales de la década de los 40.

Más aún, la crisis de 105 años 1956 a 1960, como bien se sabe, tuvo como causa principal la vertical caída de los precios internacionales de los productos básicos de exportación, fenómeno que afectó no solamente a Nicaragua, sino a todo~ los países centroamericanos.

Durante el Seminario se dijo igualmente que el problema financiero se consideraba de tanta importancia que debería haber sido resuelto con anterioridad a la puesta en marcha de los demás me– canísmos concebidos en el Programa de Integración. Con referirse a este problema, se hacía alusión a la ayuda externa, particularmente de los Estados Unidos de América y al establecimiento del Barico Centroamericano de Integración Económica. Si tal inferencia fuera correcta, cabría a su vez pregun– tarse si los méritos del Programa de Integración están supeditados, en forma tan exclusiva, a que exista o no ayuda de otros gobiernos amigos. A este respecto, vale la pena señalar que el Programa seria valedero aun cuando no existiera en absoluto la ayuda externa.

Asimismo, la creación del Banco Centroamericano no estuvo en ningún momento sujeta a que tal

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