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« Previous Page Table of Contents Next Page »donar la alianza con Inglaierra produjo se– rios reveses al comercio español. El inier– cambio enire España y sus colonias u1±rama– rinas sufrió perjuicios considerables. Los na– víos ingleses infesiaban los mares de la na– vegación hispánica y dificullaban ese inier– cambio. Por oira parte, los ingleses resolvie– ron apodermse de la isla de Trinidad el 16 de Febrero de 1797. Con esta arbillaria ocu· pación, España y Venezuela, corno heredera de aquella, perdía una parle inestimable de
su territorio, pérdida que nunca se repar6 y que aún lamenta nuestro país, COlTIO causa
de la pésima política exierior de la débil y tambaleante dinasna borbónica. Simón te– nía caiorce años para la fecha de esios iris–
ies sucesos que, corno es natural, debieron
merecer prolijos comeniarios en el seno de la familia. Su tío Carlos hablaba el 28 de Junio de ese mismo año 97 a su hen~~ano Es– leban de "las infinilas calanudades que ha pasado y está sinliendo esia provincia con la guerra con los ingleses".
El 4 de Enero de 1797, enira Simón co– lno cadete en el balallón de voluntarios blan· cos de los valles de Aragua. Este cuerpo ha– hí", sido creado por su padre Don Juan Vi– cente y en él había servido, con el 'grado de
coronel, durante rl1.uchos años. La pedago–
gía de Rodríguez es suplantada por las nue– vas disciplinas del cuariel. En el curso de
ese luismo año se descubre una conBpil~aci6n
a cuya cabeza se encuenira el Capilárt Ma– nuel Gual de las milicias de Caracas y el ,Jus– licia mayor de Macuto, Don José María Es– paña. Simón Rodríguez figura enlre los COm– plomelidos en la revuelta y va a dar co~'l sus huesos en la cárcel.
El joven cadete logra un permiso para visilarlo. En aquel diálogo entre barrotes debió presentársele al joven soldado ilumi– nada la imagen de unél patria libre. Rodrí– guez es excarcelado y c;lecide exilarse volun– tariamenie y regresar a Francia, donde se respiran aires de Liberiad.
Después de cursar los estudios regula– leS, el rey Carlos IV alargaba a Simón Bolí– var el día 4 de Julio de 1798, el grado de Sub-tenienie de la Sexta Compañía del Ba– tallón de Milicias de infantería de Bl,mcos de los valles de Al'agua, con las siguientes calificaciones: Valor, conocido; aplicación so– bresaliente, capacidad, buena; conducia, buena.
Nada se revelaba todavía en el joven sub-teniente del genial y formidable esíra– tega anie cuyas hazañas iba a caer hecho pedazos un imperio de siglos. Simón Bolí– var y Palacios, el apuesto y dislinguido Ofi– cial de las Milicias de ArarJua, en nada sobre– salía sobre sus compañeros de estudios. Era uno de los tantos jóvenes mantuanos de Ca– racas, a quienes sus familiares habían des-
tinado a la carrera de las armas para servir a su rey, corno oiros eran dedicados a la iglesia para servir a su Dios.
En la menie del joven Oficial aún estaba confusa la imagen de su futuro deslino. Ro– dríguez había se~rado en su espíritu ideas que se apartaban de los conceptos tradicio_ nales que habían servido, a lo largo de Va.
rias generaciones, de norma y regla a su es~
iirpe de raigaxnbre decididamenie monár_ quica. Pero esas semillas aún estaban en el período OSCU1'0 y misterioso de la gestación.
Los encargados de la educación de Si–
món deciden enviarlo a España a fin de que compleie los C011 ocimientos requeridos en una persona de su clase. En la capilal de
España reside, desde hace varios años, su fío Esteban Palacios, a quien Doña Concepción
confiara las gesliones relacionadas con la ob– tención del título de marqués de San Luis pa–
ra su hijo Juan Vicente, así corno el enojoso
expediente de las minas de Aroa.
Simón se dispone a pa,.1ir para Madrid
en el primer navío que ofrezca seguridad en
tjempos tan calamiiosos para la navegación
española, por causa de la guerra con los in~
gleses.
En el México de los Virreyes
El 19 de Enero de 1799, el "San Ildefon– so" se hacía a la vela en el puerto de La
Gl..1sha rUl1.'lbo a España. Lo comandaba el
Capi±é.n ,José Uriarie y Borja, hombre de pro– minenie personalidad en cuyo espíritu se
con~binaban el veJor personal con un carác– ier afable y una generosa gallardía. El Ca– pilán se hizo cargo del joven Bolívar y du– rame la travesía intimó con el caraqueño a quien prodigó finas aienciones. Bolívar ha–
bría da conSerVB1" grato recuerdo del viejo
marino de quien decía que era digno de los parienies que lenía en el cielo. Uriar±e pro– cedía del ilustre linaje de San Francisco de Borja, el varón que renunció a las pompas mundanas de la Corie para entregarse al ser– vicio de Dios en las filas de la recién funda– da Compañía de Jesús.
Junlo con Simón se había embarcado un joven guaireño, Esteban de Escobar y Vil· dósota, poseedor de una beca para el Cale· gio de Nobles de Segovia. Los dos adoles– centes comienzan a bordo una amistad que había de prolongarse por toda la vida. Fren– te a los dilatados panoramas del océano la conversación de los jóvenes rueda sobre el mundo mágico que les espera en la Corle. Se lrazan alborozados proyec1os para el por– venir. :es la primera vez que Simón se en– cuentra sin las ataduras de farniliares y pre– cepiores. Se siente dueño de su propio des– lino y su imaginación, viva y despierta, va– ga gozosa por los territorios encantados de
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