Page 61 - RC_1965_07_N58

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Sl.lS ill.lsiones de adolescente, quien es, ade– más rico propietario y dueño de cuantioSas

ren±~s. La metrópoli lejana se le antoja co– mo l.ln coÍ"l'e de sorpresas que habrá de vol– carse ante sus ojos atónitos.

El "San Ildefonso" debía pasar por Ve– racruz para recoger los tributos reales y de allí seguir escoHado por una caravana de bu– ql.les de guerra, rumbo a España. El 2 de Febrero el barco ancló en el puerio de Vera–

cruz. Después de quince días de aburrida

espera, el joven Bolívar solicita y obtiene la

correspondiente licencia para trasladarse a

la capiJal del virreinato.

Tal visita estaba, por lo demás, prevista en el itinerario trazada por su fío Carlos en Caracas. Después de atravesar las poblacio– nes de Jalapa y Puebla, llega el joven Bolí– var a la opulenJa ciudad de México, hospe– dándose en la casa del Oidor don Guil1erzno de Aguirre y Viana, en la Calle de las Da–

nlas. Para este importante personaje, Simón

llevaba carias de recomendación del Obis– po de Caracas, Fray Antonio de la Virgen :¡.Aaría y Viana, tío del Oidor. El vástago de los Bolívar es recibido y agasajado por Don Guillermo y, en la primera ocasión, lo pre– senta al Virrey Asanza.

Intensa debió ser la in,presión que pro– dujo en el ánimo del joven el encuentro con aquella urbe magnífica, poblada de palacios

maravíllosos, ±ernplos snniuosos y plazas He–

rtas de majestad COlno aquella del "zócalo". Allí en aquella opulenta capital, la piedra se había hecho flor de perennidad y el áspero impulso del conquistador se había conyerti– do en relnanso de belleza y de arie. La mag– nificencia y esplendor de una raza vencida

rivalizaba, en las reliquias del pasado, con

la opulencia y la fuerza de las obras de la taza vencedora. Aquellos jardines de Cha– puliepec, por cuyas sombreadas veredas de– bió Sin,ón pasearse en lujoso coche tirado por briosos corceles de las caballerizas del Oidor, le hablaban del pasado de una raza indígena que alcanzó un alío grado de civi– .lización cuando llegaron los conquistadores a imponerles su Dios y su ley.

Durante los días que Bolívar permaneció en México ±Uva ocasión de frecuentar lo más granado de la sociedad y asistir a reuniones donde alíernaban el buen gusto y los moda–

les más refinados.

Refiere O'Leary en sus "Memorias" que el General Alava, que a la sazón estaba en

~éxico y conoció a Bolívar en el palacio del VIrrey, le contó que un día en el que la con– versación cayó en el tema de la revolución

francesa, "el joven venezolano se expresó

con tanta audacia, que asombro a los oyen–

t~s, y habría causado gran disgusto al virrey

Sl- otro de más años o de más extensas rela-

ciones en el país, hubiese emifído semejan– fes opiniones". Al parecer, la semilla sem– brada por Rodríguez comenzaba a dar fru– fas de rebeldía.

Con la fulgurante visión de la gran ca– pital en los ojos estupefactos, regresa Simón a Veracruz. El "San Ildefenso" se hace a la vela para La Habana con el propósi!o de in– corporarse al convoy que al mando del Al– mirante Don Dionisia Galiana iba a zarpar para España. Anies de embarcarse, escribe a su tío Pedro una caria que lleva la fecha 20 de l'Aarzo de 1799. Es la primera carfa de Bolívar de que se tiene noticia. La hermosa y definida caligrafía contrastan con la defi– ciente y maltrafada oriografía. Corno acer–

ladarnen±e apunta O'Leary, la misiva "nada

revela del futuro héroe, ni ninguno de los rasgos de ~¡enio que en temprana edad anun–

dan la existencia de una clara inteligencia;

al conirario, da muesfras de una educación descuidada" .

En el Madrid de Carlos IV

El "San Ildefonso" llegó al puerio de San±oña el 30 de Mayo. De inmediato, Si– món siguió por el camino de Bilbao hacia Madrid, adonde lo esperaba su fío rrmterno. No sabernos si el futuro Liberiador se de±u– va en los sitios donde estaba el solar de sus mayores. Es muy probable que el mancebo mostrara interés en ver aquellos lugares de donde en un lejano pasado había salido su antepasado Don Simón de Bolívar a probar foriuna en el nuevo mundo. Pero no conser– varnos ningún testimonio de esta probable visita.

Por los caminos polvorientos de la vie– ja España va la diligencia que conduce al joven Bolívar hasfa la capital del reino. Va– riados paisajes se suceden mieniras rueda el carruaje: el verde y risueño de Vasconia; el duro y árido de la estepa castellana. Por fin, en una de las es±ribaciones del Guarda– rrama aparece Madrid. Grande debió de ser la emoción de Simón al sentirse en aquella gran capital. La diligencia penetra por la pueria de Alcalá, atraviesa el paseo de El Prado, la concurridísima Pueria del Sol y se detiene en la casa que habitaba el neogra– nadino Don Manuel Mallo, hombre que a la sazón gozaba de confianza en la Carie y era amigo de Esteban Palacios desde los días en que el hábil payanés estuvo en Caracas. Mallo comparie con su amigo caraqueño ±e–

cho y mesa y gracias a su valimiento con la reina María Luisa consiguió que Esteban fue–

ra nombrado miembro del Tribunal de Cuen– tas. Esteban recibe con muestras de gran cordialidad a su sobrino de quien espera, con la ayuda de Mallo, hacer un caballero de embajada a fin de que la familia tuviera re– presen±an±e en la diplomacia española. El día 29 de Junio escribe Esteban a su herma-

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