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no Pedro para darle noticias del arribo de su sobrino: "Uegó SiInoilcifo tan guapo des– pués de haber estado en México y La Haba–

na que aunque no tiene ins±nlcciól1. alguna

tiene disposición para adquirirla, gastó en su viaje no poco; llegó derrotado y ha sido preciso equiparlo nuevaznente". "Llegó de– rrotado", se refería Esteban a que el joven traía poca ropa y escaso equipaje y era nte– nester equipado de trajes a la lnoda ntadri– leña.

Por su parie, Pedro se quejaba de los gastos excesivos de su sobrino durante el viaje; en México había tenido que recurrir a un préstanto de cuatrocientos pesos y el Ca– pifán del barco le había facilitado, también en calidad de préstanto, tres ntil reales. Pe–

dro cree que es n"lenesfer poner coto a los

gastos de su sobrino. Así se lo ntanifeslaba a su hermano Esteban: "El Sintoncito ha gastado infiniio en su viaje superfluantente y así es necesario contenerlo canto te he di–

cho, lo uno porque se enseñará a gastar sin

regla ni econontía y lo otro porque no tiene tanto caudal canto se intagina él y aún tú ntiSnto que no tiene conociIniento de él".

Pedro Palacios decide probar .también foriuna en la Corte y se entbarca para Espa– ña. Durante la travesía, el barco en que via– jaba fue objeto de dos asaltos de los corsa– rios. Pasando por Lisboa llega a Madrid des– provisto de dinero y equipaje. Tíos y sobri– no deciden tontar donticilio aparie. Los ires se instalan en una casa de la Calle de Jardi– nes. Durante estos printeros días escasea el dinero. El cacao embarcado por Pedro an– tes de su salida de Caracas no había llegado a su destino de Cádiz, debido a la guerra nta– rifinta con los ingleses y, por otra parie, los especuladores exigían fueries contisiones so– bre préslantos. De manera que el tren de vi– da de los printeros tientpos de la casa de Jar– dines debió transcurrir sin lujo, ceñido a lo indispensable.

Los líos consideran necesario atender a la educación de su sobrino. Este asiste por algún tientpo sin ntatricularse a la Acadentia de San Fernando. Más tarde se le asignan profesores particulares y SiInón se ntuestra bastante aplicado y logra rápidos progresos. El caraqueñifo alterna el estudio con la vida social de aquel Madrid del últiIno año del siglo.

"A este niño, escribe Pedro, le fiene Es–

teban ntuy aplicado y él sigue con gusto y exactifud el estudio de la lengua castellana; el escribir, en que está muy ventajoso; el bai– le; la Historia, en buenos libros, y le tiene preparado el idioma francés y las ntatentá– ticas. Está sujetico y observa ntediana con– ducia o por ntejor decir buena".

Por esta época Bolívar contienza a lna-

nifestar sus priIneras inquietudes amorosas con una vendedora otoñal de la librería de la Calle de Jardines. Será esta su printera escaramuza en un arte en que él había de sobresalir a lo largo de su vida. Con los bue. nos padrinos de que dispone, SiInón es pre– sentado en la Carie, aquella Corle decaden. te de Carlos IV y María LuÍ\la de Parma, n'ta_ nejada por el tentperamento lascivo y volu– ble de la soberana. El joven Bolivar enta_

bla cierta anLisfad con el príncipe heredero.

Es invitado a participar en sus juegos. Un día en que antbos jóvenes jugaban al volan" te (raqueta y pelota), SiInón involuntaria_ ntenté asienta fuerte golpe en la cabeza de su real contrincante. Este se enoja y quiere suspender el pariido. La reina interviene y lo obliga a c01üinuar. Años ntás larde al co– ntentar el Liberlador este incidente observa_ ba: "Quién le hubiera anunciado a Fernan– do VII que tal incidente era el presagio de que yo le debía arrancar la nlás preciada

joya de su corona".

En la casa de la Calle Jardines penna– necieron los dos tíos y sobrino hasta el 28 de Febrero de 1800. A partir de esta fecha se n'tuda para la residencia del Marqués de Ustáriz, en la calle de Atocha. El de Ustáriz era un viejo sntigo de los Bolívar. Residía desde hacía ntuchos años en Madrid donde vivía con lujo y elegancia ,rodeado de libros

y viejos recuerdos. El ntarqués era un espí– ritu preocupado por el estudio de la filoso– fía 'l sus ideas estaban inHuídas por la Enci– clopedia. "En él, -apunta Q'Leary-, se fi– guraba Bolívar ver a uno de los sabios de la antigüedad" .

La iniímldad del ntarqués y su familia lo fueron alejando de la contpañía de Mallo y apartando de la frivolidad de la Codeo Él joven encuentra en la figura de Ustáriz un verdadero ducior y confidente. Como Ro– dríguez, éste habría de influir hondantente en el áninto del ntancebo quien necesitaba, ntés que nunca, recoger las velas de su nave que antenazaba naufragar en un ntar de fri– volidad y disipación. Allí, en la nutrida bi– blioteca del marqués, encuentra Bolívar va– riado y sólido nutrimento para su espíritu en el que contenzaba a apuntar la flor de una inquietud: la del saber. Los erudilos discursos de su viejo amigo sobre los ntás va– riados ten'tas del conocintiento hmnano fue– ron tentplando el ániIno de Bolívar y lo fue– ron habituando para las arduas tareas del pensar. Esta época de la vida del joven Bo– lívar debe contarse entre las ntás fecundas de su juventud. Era la segunda vez que el desiíno le reparaba un auténtico maestro en la recia y austera estalnpa del Marqués de Usláriz.

La estreJlu de Mallo se eclipsa

La ntayoría de los biógrafos de Bolívar

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