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relacionan la prisión de Esteban Palacios, ocurrida poco. antes de Septiembre de 1800, con la caída de Mam-,;el Mallo.. Pero, lna,s bien Creemos que el ha y padnno de Boh– var fue, como piensa Lecuna, "probable:men– te vícti:ma inocente de alguna intriga". Por espacio de año y :medio pennaneció Esteban en el Castillo de Mbnserrat en Barcelona. No sabemos si Mallo hizo algo en favor de su amigo. De haberlo hecho, sus gestiones no fueron atendidas. Pedro Palacios, también, eS perseguido por la policía, no sabemos por qué motivo. Logra escaparse a Cádiz donde

un amigo 10 n'lantiene oculto en su casa.

La estrella de Mallo comienza a eclip–

sarse y es reemplazado, nuevamente, en las

intimidades Y favores de la reina, por su ri– val Manuel Godoy.

La puerta de Toledo

Una lllañana en que se paseaba, como

de costumbre, por uno de los concurridos pa– seoS de Madrid, en un brioso corcel, del jefe de un pelotón de Guardias del Resguardo, al pasar bajo el arco de la Puerta de Toledo, recíbe la orden de de:l:enerse. Bolívar obe– dece ante el brusco e inesperado mandato. El jefe da orden de regisirar al caballero, que vestía arreos militares. Al inlentarlo los guardias, Bolívar hace encabritar su caballo

'l desenvainando la espada arremete contra sus perseguidores. El joven teniente alega que a un oficial no le pueden registrar oscu– ros esbirros. El jeÍe trata de explicar a Bolí– var que tienen órdenes de registrarlo en vir– tud de la Ord!3nanza R!3al que prohibía el us" de brillantes y objetos de oro a los in– ¿ianos.

Pero el brioso Oficial de las Milicías de Aragua no permite que lo registren y se abre paso en medio del tumul:to de guardias y cu"

riosos.

La mayoría de los historiadores han re– petido, al comentar este pasaje ,el error de O'Leary, quien atribuye el incidente de la Puerta de Toledo a "que la Reina, acosada por los celos y conociendo la intimidad del joven americano con Mallo creyó poder ha– llar entre los papeles de Bolívar, los indicios de alguna intriga amorosa de su favorito". Tal interpretación es absurda y ridícula. Ya para esia época, Mallo había caído del favor real y, como opiná Lecuna, no es probable que la policía registrara a Bolívar en busca de papeles que comprometieran a Mallo, porque no es verosímil por más que fuera su amigo, que llevara en el bolsillo documen– t<;s de esa clase, que si acaso existían los de– ba tener Mallo en su casa". El incidente, de ser cierto, debió obedecer a otro motivo. Re– cuérdese que para la época, España estaba en -guerra con Francia y las autoridades to-

maban toda clase de precauciones especial– mente, de índole militar.

De todos modos, el incidente sirvió para poner de manifiesto el temple y decisión del joven oficial criollo.

María Teresa Toro

Simón conoció a María Teresa Rodríguez Toro y Alaiza en casa del marqués de Ustá– rizo La joven era hija de Don Bernardo Ro– dríguez de Toro, noble caraqueño, casado con Doña Benita Alaiza, también de noble estirpe, Residía en la Corte desde hacía lar– gos años y era amigo de la familia Bolívar.

María Teresa era veinte nleses mayor que

Sin,ón. La crónica y la historia coinciden en afinnar que no era bella. Pero su persona irradiaba tal aire de dignidad y dulzura que, desde el primer momento, cautivó a Bolívar.

En el temperamento ardiente del joven, la chispa de aquel primer amor prendió con desbordada pasión. Desde entonces parece que Simón no viviera sino para el objeto de su afeclo. Sus visitas a la familia Toro, en la calle de Fuencarral, al otro lado de la Puerta del Sol, Se mul:tiplican. Simón no puede demorar por más tiempo la realiza– ción de su anhelos y pide a Don Bernardo la mano de su prometida. El viejo considera que Bolívar eS aún, muy joven y aconseja a los enamorados posponer por algún tiempo la boda. El insoportable y pesado verano

madrileño, ofrece ocasión a Don Bernardo

para poner un arco de distancia entre los jó– venes. Serviría, además, para probar los quilates de su mutuo amor. Decide, pues, Don Bernardo salir para Bilbao en compa– ñía de su hija para una temporada de vera–

neo.

Simón se aburre en aquel Madrid que se le áhtoja vacío sin la presencia de su ado– rada. Eh el desierto de su espíritu, solo la palabra de su amigo el marqués de Usfáriz logra cálmar su impaciencia y amortiguar el tedio del mancebo.

El 20 de Marzo de 1801, participaba Si– món a su tío Pedro que tenía el penniso de S. M. para casarse y que pepsaba viajar esa misma noche a Bilbao. En aquella ciudad habría de pennanecer Bolívar al lado de su promefida durante toda la primavera y ve– rano de ese año. En Agosto escribía nueva– rnente a su tío Pedro. Para esta fecha, Es– teban aún permanecía en la prisión de Mon– serrat. Simón ntanifiesta la preocupación que esto le causa. Abriga las más finnes es– peranzas que las gesfiones realizadas por Pedro para lograr la libertad de Esteban. Sabe que la persona que ha ocupado Pedro para estos trámites posee un bUen corazón y se complace que aquél haya tomado "el mejor remedio que nos pueda curar del mal

que padecernos".

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