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tarle és1a a Eugenio a qué animal se parecía
Bolívar el Príncipe contestó inmediatamente:
a un "moinneaut", palabra que en. francés significa gorrión. Bolívar, quien para esa
época no dOlninaba el idioma, creyó que Se
le estaba comparando con un n\ono y diri–
giéndose a Eugenio le replicó encolerizado:
"y usted a un cuervo". La oportuna expli~
cación de Fann y puso lérrnino al incidenle,
impidiendo que és1e tuviera graves conse–
cuencias.
Bolívar debió conocer al Barón de Hum– boldt en una de las tertulias de Fanny. El sa– bio alemán acababa de regresar de su fa–
mosa gira por los países an\·ericanos y era,
a no dudarlo, el hOl\1.bre mejor enterado so–
bre la geografía, etnología y costumbres de
aquellos pueblos; experiencias que el sabio
habría de verter en su Íarnosa obra "Viaje
a las regiones equi.noccialeo del nuevo Con–
tinente". Se ha hablado de las pocas simpa– fías qlle el futuro Liberlador despedó en el sabio. Es ,-nuy probable que así fuera. La
verbosidad; la audacia y la pasión que en aquel joven arnericano de vein!iún años se
uní.an a una {!lda frívola y bastante disipa–
da, no debieron despertar ningún concepto fav01-able en el Barón, quien al parecer, lle–
gó a expresarse en malos términos de Bolí–
var As! parece confirmarlo estas palabras de Fanny en caria al Libertador, mucho des– pués. "Ha estado aquí el Barón de Hum– boldl. No sé cómo hará el señor Barón pa– ra llamarse vu.estro an"ligo I en aquella épo– ca en que el éxi10 de vuestra empresa era dudosa, él y el señor Delpech eran vuestros
detractores más celosos". El mismo l:Ium.–
boldl en caria a O'Leary, 1853, le confiesa las dudas que abrigó sobre el futuro Libertador. "Janlás, decía, le creí llamado a ser el jefe de la cruzada americana. Lo que más me asomb,ó fue la brillante carrera de Bolívar a poco de habernos separado".
Esle año de 1804 y laR pri=eros meses del siguiente, se opera en el alma de Bolívar
una ±rernenda crisis En aquel espíritu Se li–
bran oscuras y despiadadas luchas. Se diría
que Se encuentra en la adolescencia de una nueva pasión. No será ya sólo el amor de una lnujer. F'anny será su amante, su con-
En cambio la actitud del naturalista Bonpland, según la narración de O'Leary, fue muy distinla hacia el futuro Libertador. Mientras Huroboldt se n'lostraba pesin"lista respecto al futuro de las colonias y dudaba que hubiera hombres capaces de llevar a ca– bo la empresa de la emancipación, Bon– pland, "no perdía ocasión de alentar a Bolívar en la en"lpresa, y de asegurarle que la revolución plOduciría hijos dignos de
ella",
En el salón de Fanny de Vill~rs
"Desde que Napoleón se coronÓ a sí 2nis– mo, 'había dicho Bolívar, su fama me parece el reflejo del infierno". Tal sentinlÍento ha– bría de sufrir, con los años, una modifica– ción en el criterio del Libertador. Al narrar
él Perú de la Croix el episodio de la CoTona– ción, Bolívar se expresaba de la siguiente ma·
nera: "Vi la coronación de Napoleón en Pa–
rls en 1804. Esta gigantesca -deu"loshación me conmovió, no tanto por el brillo con"lO por el cariño mostrado por este pueblo hacia su héroe. Esta unáni=e expresión de senti– mientos, esta adhesión libre y expontánea de la masa, que merecieron Napoleón y sus
grandes hazañas, me pareció, -le rindierorl
honores más de un millón de hombres-, el pináculo de los deseos hmnanos, la lealiza– ción de la más alta ambición humana. Miré la corona, que Napoleón colocó sobre su pro– pia cabeza, corno un pobre ejen"lplo de una costumbre pasada de moda. Lo que n"le lna– ravilló fue la aclamación general yel interés que despertaba su persona Esto me hizo pensar en la esclavitud de mi propio país, y en la fama que ganaría quien lo liberiase. Pero eslaba lejos de imaginar que yo selía eSe hombre".
Durante los meses de su permanencia
en París, Bolívar llevó una vida bastante frí– vola y disipada. En el salón de su bella pri– ma Fanny de Villa1's Aristigllieta, esposa del Coronel Dervieu de Villars, antiguo provee– dor de los ejérci!os de Italia, conoció Simón ª
muchos de los personajes de lnayor viso por aquellos días: el Príncipe Eugenio, he,"– mano de la empelatriz Josefina, al general OtÍdinot, el funcionario Delagarde, el 8arón de Humboldt, el naturalista Bonpland y
otros.
Fanny era una l"l"lujer hermosa y de afr'acfiva personalidad. El donaire y gracia de sus veinticinco años resaltaba al lado de los cincuenta y seis años de su marido.
Mucho se ha especulado respecto al gé– nero de relaciones que unió a Bolívar con Fanny de Villars. Disquisiciones de esta ín– dole pertenecen más a la crónica que a la historia. A juzgar por los testimonios escri– tos que sobre este romance nos han queda– do, no cabe duda que Fam"lY fue su amante y confidenie. Las carlas que la beUa mujer
escribió, xnuchos años después, al glorioso general dejan escapar, corrlO un suave per–
fúme, la nostalgia de aquellos días felices cuando los amantes de la calle Basse de St. Pierre, en el Boulevard Monilnontant, se hi– cieron mutua enfrega de sus vidas.
O'Leary refiere un gracioso inciden1e ocurrido en una de las reuniones de Fanny entre Bolívar, y el Príncipe Eugenio, ambos admiradores de la dueña de casa. Al pregun-
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