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fiero conquistador Alvarado y la del antialvarado Fray Bartolomé de las Casas y que la Acade– mia Americana de la Histo/io, de Buenos Aires, tuvo la humoradq de premiar con medalla de oro,

en 1924 La última edición databa de París, en 1926, y al final se consignan algunos de los jui– cios vwtidos por escritores nacionales y extranjeros sobre él, entre elfos el dd gran publicista argenfinq Estanislao Ceballos, quien hizo una edición en sU Revista de Derecho, Historia y Letras. Esos juicios coinciden en señalar un hecho tan importante como lamentable para Hispano-Am~ri­

ca' que todo lo que dijo en su "Amigo de la Patria" don José Cecilia del Valle, en vísperas de la lndependencia, constituyen los problemas fundamentales y de palpitante actualidad que nuestros países no han podido aún resolver, a pesar de sus más de cien años de vida independiente y que desde el día de la Independencia están clamando urgentísima solución sin embargo De la misma opinión son el ilustre historiador costarricense don Ricardo Fernández Guardia, el insigne literato peruano Ventwa García Calderón, los escritoles guatemaltecos Miguel Angel Asturias y

Carlos Wyld Ospina, y cuantos se ocupan de ese libro, cuya 4a edición acaba de hacer aquí la Secretaríq de Información de la Presidencia

Es decir qve el Gobierno Militar (quién lo diría?) acaba de publicar un libro en que don José Cecilia qef Y.afle, el único gran estadista que tuvimos a la hora de la lndependenció, expone ante los ojos ¡;le los centroamericanos el fondo de sus verdaderos problemas tanto econó– micos como raciales, y ha publicado igualmente el libro más centroamericanista que puede haber

y el que mejor puede g/abar en las almas el sentimiento de que sólo por el centroamericanismo po– demos valer y sólo por el centroamericanismo, hondamente sentido podemos salvarnos Y lo de– dicq a las juventudes centroamericanas Es decir que hace lb que ningún gobierno civil ha hecho en C@ntro América desde la Independencia!

NECESIDAD DE LA INTEGRACIOr~ ESPIRITUAL

y es este el punto que quiero tOC!Jr ptincipqlmente en mi carta Estamos reali– zando la integración económica de los cinco países, pero nos falta intentar siquiel a la integración espiritual, tan indispensáble como la otra o, si quiere, aun más indispensable. Siendo Embajador en Colombia, hace justamenh~ quince aryos y cuando nadie soñaba en la integración econó!'fJica,

publiqué uh artículo eh "El Tiempo" de Bogotá (Véase la edición del 16 de Enero de 1950, pá– gina editorial) e(l que afirmé que era aun posible la Unión Centroamericana, siempre que nues–

tros países, dár,cifpse cuéhtá dél momento que vive el mundo, se decidielOn a hqcer su integrt;J>:;ón económica y:a 'fwndar de lluevo su Corte de Justicia Centroamericana Porque la Corte fu"¡Q,;¡da

en 1897 fu~ el imstrumento qUr:! nos enseñó y acostumbró él vivir en paz, tras el siglo que hápía–

mas desperdiciado en nuestras guerritas. Y en cuanto a la integl ación eq)ngrnica no era pb~ible

que et0n la variedqd de pequeñ¿¡s industrias que cada país centroamericano ha llegado a desarrolfar deje d~ intercambiaflas en los m~rcados vecinos y más accesibles Por cierto que escribí a, cáda un$ de los Cancilferes cetifróámericanos remitiéndoles mi áftículo y mi idea, y por cierto también que ninguno de ellos se tomó el trabajo de contestarme Pero lo pI incipol es que se haya hecho ese mércodo común, que es el punto por donde había que ~comenzar crear intereses comÚnes Pero hecho ésto ¿(¡ue falta? La integración espirituol, algo así como lo c:¡ue Ud está lfevan.i:fo a cabo en su revista, que publica libros enteros de autores centroamericanos y sobre asuntos que interesan a todos los centroamericanos . Este es un primér paso y un primer ejemplo de lo que debe hocé/se Ut;1d editorial perfectamente organizada y bien nutrida de toda clase de eleméntos tipogróficos, ya que una revista, por bien intencionada que sea no puede ser escenario de todo lo bueno que se publica en los cinco países Tiene que ser una editorial la que se dedique a elfo, con sus magní.ficos elementos tipog~áfjcos y sus magníficos corresponsales en cada uno de nues–

tros países, muy alertas para seleccionar lo mejor que en cada uno de ellos se publica En suma, la publicación y difusión en grande de todos los buenos lib,os centroamericanos de interés para los cinco países y que a cada uno de elfos les proporcione el conocimiento de los demás No hay sino pensar que el aislamiento en que Vivieron y se mantenie, on las provincias fue el terrible mal del sistema de la colonia El aislamiento absoluto y recíproco de las provindas Formábomos un solo reino, es decir que estábamos unidos por la ley, pero nada más que porque así lo quería

y lo había dispuesto el rey qe España Pero no teníamos cart:linós que nos unieran, ni siquiera

un puerto común que exportara los proquctos centroamericanos Cada provincia tuvo que hacer sus propios puertos, es decir buscar sus propias salidas al mar, y así no era posible ningún interés común, ni ningún pensamiento de unión Los centroamericanos nos desconocíamos unos de otros

en absoluto. Algún conocimiento tenídn sus gentes superiores, que habían podido venir a estu– diar a la Universidad establecida en esta capital Pero no era tal el conocimiento mutuo que se

necesitaba sino el de las masas, que eran las que hacían la guerra entre provincia y provincia

De esa suerte, la falta de conocimiento entre nuestros pueblos fue la principal causa de la ruptura

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