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montecilIos. Todos los obstáculos del San Juan, aguas arriba del San Cárlos, pueden fácilmente removerSe por los medios prácti– cos conocidos; pero el único modo de evitar los inconvenientes de los rios costarricenses, seria escarbar al caudal de agua que sale de la laguna un canal lateral en la márgen iz– quierda. Examinaremos mas á fondo esta cuestion en el capítulo VII.

C.-Desde el Sarapiquí hasta el mar. Despues del Sarapiquí, el Tia San Juan corre majestuosamente hasta el delta de su embocadura. Su caudal entonces es de

25,000 varas cúbicas por minuto en tiempo de secas, y 75,000 en tiempo de lluvias. Su menor profundidad es de dos brazas, y su anchura de 250 á 300 varas. La velocidad es suficiente, y al mismo tiempo, las márge– nes son bastante eJevadas y recias, para que la corriente sea igualmente repartida sobre toda la anchura del rio. De este modo hay muy pocos bancos de arena 6 islotes. Desgra– ciadamente este estado de cosas tan satisfac– torio no dura mas que 9 millas (tribu±ario, el Güelle, derecha). Allí empieza el Delia del rio, que se divide en tres ramas.

La rama de enmedio es la principal y acaba en el puerto de San Juan del Norie. Pero desde mucho tiempo se ha ido cegando poco á poco de la manera mas desastrosa. Los 7/8 del agua del rio pasan por la rama meridional que lleva el nombre especial de rio Colorado (antiguamen±e J irnenez) . La rama septentrional es un canal insignifican– te llamado San Juanillo.

El verdadero San Juan, privado de co– rriente por esta sangría enorrne se ha emba– razado con bancos de arena é islotes, sin pa– saje fijo entre sí, y con un fondo irrisorio de algunos piés. El puerto de San Juan, priva– do de la corriente que lo limpiaba, ha dismi– nuido de fondo hasta no permitir mas la en– ±rada. de los buques. La barra entre la Pun– ±a de Castilla y la tierra es muy mala y mide apenas ocho piés de ag'ua (1). Es fácil pre– ver que dentro de pocos años, si estos males no se remedian, el úliimo trecho del rio San Juan y el mismo puerto de San Juan del Norte, desaparecerán del mapa de Nicara– gua.

La denominación de "rio" Colorado, da– da a la rama meridional del delia del San Juan, es tanto mas errónea que hasta ahora este error geográfico ha sido causa de gra– ves complicaciones políticas entre las dos Re– públicas de Nicaragua y Costarrica. El verda– dero Colorado es un rio todavía mas impor– tante que el Sarapiquí y de mas de 100 mi– llas de curso. Nace en las imponentes mon– tañas del Irazú y del Turrialba, y corre pri-

(1) A veces se cierla del todo, y las aguas se ablen una nueva salida en un punto cualquiera de la lengua de tierra que las separa del mar.

mero al Norte, hasta las llanuras de Santa Clara; 'Allí se dividen en dos brazos: el uno llamado rio Sucio, se Junta con el Sarapiquí, despues de unas 15 millas de curso al O.; el otro conservando el nombre de rio Colorado, se inclina al N. E. Y cae al mar por 10 9 46'

de latitud N. En este mismo punto recibe (izquierda) la rama meridional del delta del rio San Juan, rama que anfiguamente se lla– maba rio Jimenez 6 Brazo del Colorado. Sien– do mejor conocida aquella rama del Sap. Juan que el verdadero rio Colorado, se ha acabado con el trascurso de los fiempos, por darle el nombre impropio de rio Colorado. Pero el mapa que acompaña á nuestra obra hace ver exaC±amente, y conforine á los es– tudios del sabio doctor Franlzius sobre aque~

11a region, no solamente la posición relafiva del rio Colorado y del brazo Colorado, sino tambien lps numerosos caños y lagunillas, entre los cuales se dividen todas esas aguas antes de entrar en el mar.

Sea lo que fuere, el Brazo Colorado va aumen±anclo anualmente de cuanto pierde el San Juan. Es un magnífico exutorio de 300

á 400 varas de ancho, y cuatro brazas, por lo menos, de profundidad; la corriente es regu– lar, y el curso de 19 millas, las márgenes ba7 jas y algo pantanosas. En su embocadura no hay puerto, sino una barra mala con 10

piés de agua, precedida de dos lagunillas ce– nagosas.

El Delta, enteramente pajo y cubierto de bosques, presenta varios canales secundarios. El principal de ellos, llamado Taura, se des~

prende de la márgen derecha del San Juan y desemboca en el mar entre él y el Colora– do.

Es indudable que, si hace algunos años, se hubiera inandado cerrar progresivamente el Colorado' y el Taura, el caudal del San Juan, volviendo á su antig\lo lecho hubiera podido limpiar, por su propia impulsion, su cauce de los islotes y bancos que lo embara– zan y devolver al puerto de San J.uari del Norte sus antiguas calidades. Pero ahQra, la solución se ha hecho mucho mas difícil; los bancos y las islas han perdido su carácter instable y han adquirido consistencia; y aun

ll~vando en la operacíon de cerrar el Colora– do toda la prudencia que requiere el asunto, seria difícil evitar la inundacion momentá– nea y la destruccion de la poblacion de San Juan del Norte. Es verdad que, mandando evacuar por algul1. tiempo la ciudad y salvan– do de antemano cuanto se pudiera salvar, se evitaría qualquiera desgracia, y que pocos meses despues, la poblacion pudiera volver á levantarse en el mismo lugar. El restable7 cimiento del puerto, con BUS prirnifivas co– modidades, seria una indemnizacion mas que suficiente para "los vecinos, pero tam7 bien debernos decir que si se esperan algu– nos años mas, ni aun este remedio heróico se–

posible, y la únic.a solucion consistirá en

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