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bien filuda, cozno he dicho, y la znlslon de cariar nudos gordianos. ¡Y ningún país de Hispanoazné– rica con znás nudos! i Cózno que el úl±izno y prin– cipal era cariar el isimo para abrir el canal! Y esto requería znuchos corles previos, entre ellos, el prin– cipal, corlar en cinco tajos la unidad cemroazneri– cana, que pretendía nada znenos que hacer por su cuenta y riesgo el canal o cuando znenos que 10

abriera una naClOn o coznpanla par:l:icular extranje– ra pero dándole a Centro Aznérica una participación equitativa en las ganancias, capaz de librarla de sus angustias financieras, y sobre todo una coznpañía o nación que fuera capaz de brindarle el canal al coznercio de todas las naciones y colocar en su znás alto znástil la bandera 1J.niversal. ¡Cuánto herInoso sueñol

Los Estados Unidos Duermen y los Ingleses se Aprovechan

John L. Stephens, primer

No cabe duda. El cónsul inglés Mr. Chaffield, cUlTIplió a znaravilla su papel de árbitro de los des– tinos de Centro Alnérica. Ni Diógenes el Cínico, con su linterna, hubiera encontrado un hoznbre del ci– niszno que necesitaba Mr. Aberdeen para ceñirse ian cuznplidaznenie a la diploznacia que había irazado en su carla al conde de Bathurst el znayor general Codd, intendente de Belice, a la hora de la indepen– dencia de Centro Aznérica. Negarle el reconociznien– to o concedérselo tan a znedias que quedaba descar– tada toda posibilidad de tratar con ella asunto tan grave cozno el de la apertura del canal. Este asun– to debería tratarse exclusivaznente con Nicaragua, hecha república independiente y soberana. Y para ello había que destruir la unidad federal, coznen– zando por hacer de las Islas de la Bahía hondureña una dependencia de Belice y extender luego la Mos– quitia hondureña y nicaragüense hasta donde hicie– ra falfa, quebrantándose los huesos para ancharIa o alargarla, según conviniera, cozno se había hecho con Belice. Para eso servía el conocizniento de la znitología, con su znágico lecho de Procusto. Sólo falfaba tener listos los cruceros para asustar con ellos a las cinco repúblicas liliputienses, cozno por fin 10 hizo Inglaterra en 1848, y no olvidó volver a ha– cerlo un siglo znás tarde, en 1948. En aquella pri– znera ocasión, para defender el Protec±onido de la Mosquitia y en esta últizna para defender Belice, su priznera conquista y la única que le queda ya en Centro Aznérica.

De ialznanera se senfía cónsul de Ingla±erraMr. Chaffield que cuando el gobierno de la Federación, tratando de salvarse, buscó refugio en San Salvador, de donde los terrezno±os lo echaron a la huznilde ciudad de Cojuiepeque, Chaffield hizo iznpriznir y circular una hoja suelta, haciendo saber que la Fe– deración había znuerlo. 1 Se daba perfecta cuenta de que tenía que luchar con un eneznigo núznero uno, que era el fieznpo. El tieznpo estaba a favor de los Es±ados Unidos y adeznás la distancia. La conquista del Oeste, obra de titanes, la guerra vic– ±oriosa con México, obra de la codicia expansionis– ta y las znontañas de oro de California, znilagro de la mitología znoderna, estaban contra Inglaterra y su znuy digno cónsul en Centro Aznérica. Y a pesar de que éste, cozno los prilnitivos cónsules de la an– tigua Rozna, se sentía con znás poder que los pri– zneros siete reyes de la que fuera dueña y señora delznundo.

Entretanto, cozno talTIbién ya lo he dicho, los Estados Unidos procedían sin darse cuenta, o dán-

1 John L. Ste¡;hens. Centrál América, Chiapas and Yucatan, Vol. r,

Pág. 302, Lóndres, Editorial Muttay, 1842.

diplomático de verdad

dosela znuy a znedias, de la enOrIne ilnporiancia que representaba Centro Aznérica en los destinos de un fufuro canal interoceánico¡ y al paso que ellos procedían perezosaznente no se cuidaban de salirle al paso a la acoznetividad desenfrenada de Inglaie– rra. Los principales aufores de la independencia cen±roaznericana habían puesto los ojos desde los prizneros días en Estados Unidos, coznprendiendo que ellos, por su creciente poderío, eran los llazna– dos a ser el aznigo de sus vecinos, los pueblos his– panoaznericanos. Adeznás, los principios de Wash– ington, Jefferson y Franklin, eran los que habían te– nido presentes los próceres de la independencia, pri– znero, y de las Provincias Unidas de Centro Azné– rica, znás iarde. Uno de los znás noiables, por ser de los prizneros que frabajaron por esa independen– cia en la proV'incia de San Salvador, don Juan Ma– nuel Rodríguez, había sido seleccionado para acu– dir al Departaznen±o de Estado cuando dicha provin– cia se debatía contra las tropas iznperialistas de Ifur– bide¡ y en 1824 el prizner zninis±ro centroaznericano ante el gobierno de Estados Unidos, don Juan José Cañas, es nolTIbrado, concertándose aquel prizner tratado de paz y aznisiad a que he hecho referencia. La Aznérica Ceniral, que había adoptado en su Cons– titución o q1J.erido izni±ar al znenos l~ de los Estados Unidos, tenía puesta toda su confianza en las doc– trinas aznericanisias de Adazns y de Monroe. Pero ello no obstante los hisioriadores norle– aznericanos confeznporáneos que iaznbién ya he ci–

tado, se expresan así: úNi los tres gobiernos dezno~

cráiicos ni iaznpoco el prizner gobierno Whig quiSie– ron reafirInar la Doctrina Monroe. En realidad los Estados Unidos faciliiaron a Inglaterra -aunque no iniencionalznen:l:e- la iozna de las Islas Malvinas, ocupadas por la Argentina en 1833, Unos escua– drones de la znarina francesa sitiaron en 1838 Vera– cruz y La Plaia, y los ingleses se apoderaron de las Islas de la Bahía en la cosia de Honduras, y del puedo de San Juan en Nicaragua, sin que los Esta– dos Unidos proiesiaran en lo absoluto". 1

Sin eznbargo se debe recordar que ya el gran aznericanis±a John Quincy Adazns había znostrado desde 1828 su pesar porque la situación de Ceniro Alnérica, hundida en la guerra civil, que al fin dio al trasie con la Federación, no perIniliera adelan– tar prácticaznente el tratado coznercial y de paz y alnisiad celebrado con aquel prizner zninisfro Cañas, en 5 de dicielTIbre de 1825. El zniszno gran presi– deme en Centro Alnérica, que sin duda hubiera si– do de utilidad decisiva para hacer aboriar el zna– quiavélico plan de Downing S±reet el Cónsul Mr.

1 Morri$on y Commager. Ob. citada, 1'. r, Pág. 551.

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