Page 31 - RC_1966_03_N66

This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Chaffield. Por desgracia ese primer encargado de negocios de los Estados Unidos, Mr. William Miller, había fallecido en Cayo Hueso al venir a Centro Amé– rica. 2 El Departamento de Estado ;nombró en su lugar a Mr. John Williams, que había firmado el canje de ratificaciones de aquel primer tratado, y extendido el exequátur el 8 de mayo del mismo año

26, al paso que se había nombrado el año anterior cónsul de Estados Unidos en Centro América a Mr. Carlos Savage, de grafo recuerdo ya que puso cui– dado en insistir a cada paso para que no se dejara acéfala, ni por un momento, la representación diplo– mática de la gran nación de Centro América, ame– nazada de división, fragmentación y muerte por la política inglesa. 1

Por su parte el general Jackson en su tercer mensaje presidencial al Congreso \1831), hablaba ya de la marcha regular de aquel tratado y ponía todo énfasis al referirse a las grandes perspectivas que para el comercio norteamericano ofrecía Cen– tro América "si el magnífico proyedo de un canal a través de su territorio para el paso de barcos, aho– ra contemplado tan seriamente se llevaba acabo" 2 En cuanto al presidente Van Buren y, sin duda por la tenaz insistencia de Mr. Savage, que se daba perleda cuenta del error de los Estados Unidos al tener a Centro América abandonada en manos de los ingleses, y por insinuaciones del Senado, ade– más, nombró a Mr. Charles de Witt, encargado de negoci!=)s en 1838, con el principal objeto de renovar el tratado que había expirado el año anterior. El tratado se subscribió, pero más o menos sobre las mismas bases del anterior, que nada de lo que se necesitaba urgentemente había solucionado. Para colmo, ni siquiera pudo ratificarse dentro de los ocho meses prescritos por haber tenido que abando– nar el país Mr. de Witt, habiéndole tocado en su pa– tria la misma suerte que había tenido el tratado, o sea expirar. Mala fortuna tenían los diplomáticos de Estados Unidos, como que si la muerte estuviera también de parte de Mr. Chatfield. El nuevo encar– gado de negocios nombrado para Centro América, Mr. Shannon, murió de fiebre apenas había puesto los pies en nuestra costa atlántica. Parece que el paso por Belice les atraía la mala sombra perdura– ble del mayor general Codd. Vuelto a nombrar de otro encargado de negocios, Mr. Leggett, y vuelta a morir éste. Mr. Leggett sucumbió, probablemenfe de otra fiebre, anfes de tomar posesión de su cargo.

y fue entonces cuando Mr. Van Buren tuvo la feli– císima ocurrencia de nombrar diplomático para Cen– tro América a uno que no era diplomático de profe-

2 Mensaje del presidente de Centro América. don Manuel José de Arce. al Congreso. 1826.

1 Periódico "El Indicador". Guatemala, mayo 1826. Gaceta Supre– ma de Guatemala. 1825.

2 Compilación de mensaies y papeles de los presidentes por James D. Richardson. 1910. •

sión, pero que en cambio superaba a todos los di– plomáticos habidos y por haber en talento, espíritu de investigación y personal sacrificio: el célebre John L. Stephens, trotamundos infatigable que en sus viajes por el norte de Africa y el Cercano Oriente había sentido la atracción de la Esfinge y la pasión por desentrañar los misterios de la marcha del hom– bre a través de milenios y civilizaciones. Y al pro– pio tiempo, un hombre conocedor de los hombres y del mundo, capaz de ahondar en la realidad de la tragedia cruenta porque atravesaba Centro Améri– ca.

El mundo le debe el descubrimiento en Centro América de la civilización Maya, la más alta cima que alcanzó el Nuevo Mundo precolombino. A este respecto quizá no esté de más recordar que en un artículo que publiqué en La Prensa, de Buenos Aires, el 15 de septiembre de 1940, con motivo del primer centenario del viaje de Sfephens a Centro América y la publicación de su maravilloso libro "Incidenfs of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan", que mereció el inaudito honor de diez ediciones en sólo un año, fanto en Esfados Unidos como en Lon– dres, lo rebauticé con el fitulo de "Padre del mayis– mo", y que tal rebautizo tuvo la suerte de ser apa– drinado y adoptado por uno de los más grandes ma– yisfas de la historia, Alfred Marsfon Tozzer, del Pea– body Museo, Harvard University, en el artículo que le dedicó al mismo centenario... (Sfephens and Prescott, Bancroft and Ofhers, en Los Mayas Anti– guos, págs. 33-60, El Colegio de México, Fondo de Cultura, 1941).

Si Stephens no hubiera hecho otra cosa, con só– lo ella se habría ganado la eferna gratitud de los guatemaltecos, ya que data de enfonces el gradual encumbramiento de la civilización Maya hasfa la cúspide de todas las culturas americanas anferio– res al d.escubrimienfo en que hoy esfá colocada por el unánime parecer de arqueólogos, antropólogos e hisforiadores, sin excluir a Amold Toynbee, el más famoso filósofo de la historia del mundo, en nues– fros días. Pero Stephens hizo más por nosofros: en su viaje por el inferior de la América Central, lleno de foda clase de pE:!ligros, mortales algunos de eUCls, dada la ferocidad de la lucha de los partidos po– líticos y su cosecha de vagos y maleantes que por fadas partes dejaba (tres mil millas en ocho meses, a caballo y hasfa a pie), nos esfudió con paternal benevolencia, y en sus páginas nos legó los comen– tarios más imparciales que pueden servir un día para escribir una verdadera hisforia centroamerica– na de nuesfros primeros veinfe años de vida inde– pendienfe. Pero algo más, en su informe cofiden– cial al gobierno de los Estados Unidos, subrayó re– petidamente el error de habernos tenido abandona– dos a merced de cónsules ingleses como Mr. Chat– field.

Cuando Estados Unidos se Acordó de Enviarnos un Verdadero Diplomático

John L. Sfephens reverso de la medalla de Chalfield

La verdad es que si los Esfados Unidos hubie- dado un gobierno propio), a un hombre de las con– ran fenido la rara oportunidad de enviar como su diciones de carácfer y alta visión humanisfa de Mr. primer diplomático a Centro América, cuando reco- John L. Stephen, de seguro hubiera podido cumplir– noció nuestra independencia (al no más habernos se la malograda profecía de Mr. George Alexander

30

Page 31 - RC_1966_03_N66

This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »