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« Previous Page Table of Contents Next Page »monstruoso' espíritu partidista -nos dice textual– mente Stephens- fue mecido en la cuna misma de su independencia e inmediatamente se manifestó la línea divisoria entre los partidos aristocráticos y de– mocráficos. .. "El primero, como nuestro partido fe– deral, abogaba por la consolidación y la centraliza– ción de los poderes en un gobierno federal, y el se– gundo peleaba por la soberanía de los Estados. El partido central lo componían algunas pocas fami– lias principales que por razón de cierlos privilegios de monopolio para la imporlación bajo el antiguo gobierno español, asumían el aire de nobleza, sos– tenida por los curas y frailes y por los sentimientos religiosos del país. El partido liberal estaba forma– do por hombres de inteligencia y energía que sacu– dieron el yugo de la Iglesia romana, y que en el primer entusiasmo de sus emancipadas conciencias rasgaron de una vez el negro manto de la supersti– ción, que cual paño funerario estaba tendido sobre el espíritu del pueblo. Los centralistas deseaban conservar las costumbres del sistema colonial y re– sistían cada innovación y cada ataque, directo o in– directo, sobre los privilegios de la Iglesia y sobre sus propios prejuicios e intereses. Los liberales, ardien– tes, y acariciando brillantes proyectos de reforma, anhelaban un cambio instantáneo en los sentimien– tos y costumbres populares y creían que estaban per– diendo preciosos momentos para establecer algunas nuevas teorías y barrer algunos de los viejos abu–
sos".
Hecha la síntesis de los dos parlidos en pugna, fácil le fue al viajero escritor y diplomáfico encon– trar la clave del desastre general: la inmensa masa de población era indiferente a cuanto sucedía en los partidos y se dejaba simplemente arrastar por los acontecimientos con la fatalidad que lo ha he– cho sie~pre. Mientras tanto, los dos parlidos que no formaban sino una minoría exigua, se combatían a muetie, estando ambos equivocados en su intran– sigencia. "Los centraiistas -nos añade- olvida– ron que la civilización es una deidad celosa que no admite parliciones ni pueden permanecer estaciona– ria. Los liberales olvidaron que la civilización re– quiere una armonía de inteligencia, de costumbres y de leyes. .. A la :l:ercera sesión del Congreso los parfidos se declararon en abierla pugna ... " Nos narra enseguida los horrores de la guerra civil. El atroz e inconcebible asesinato a manos de las turbas,
del vicejefe de Guatemala don Cirilo Flores, nos cuenta cómo para hacer todavía mayor la insensa– fez de los criollos, los mayores corifeos de las teo– rías y retóricas liberales, Barrundia y Malina, le hicieron la guerra a muerle a Gálvez, que era el me– nos teórico de todos. ayudando con ello a que las masas indígenas, levantadas en la montaña a la voz de Carrera y al grito de "viva la religión mue– ran los herejes", le dieran la puntilla a la clase crio– lla. cuya unión indisoluble, como lo hicieron los conquistadores ante los pobres ejércitos indígenas, hubiera sido la clavve de su triunfo y de abrirse pa– so al porvenir. En aquel tiempo -nos dice- los conservadores o centrales le tenían más miedo a Carrera que a los liberales. 1011. aberraciones del sen– tido político de nuestos mayores! Como aquella de haberle birlado con iodas las de ley, la primera pre– sidencia de la república al sabio José Cecilio del Valle, que por lo rnenos hubiera sido recto e inco– rruptible en sus opiniones, para dársela a un gene– ral, don Manuel José Arce, que aunque heroico a la hora de la defensa de la liberlad del terruño, no sabía nada de las precoces artimañas y oscuras em– boscadas de la política criolla.
Sencillamente maravilloso resulta Stephens cuando nos describe las costumbres de la época: la profesión de una monja, cuadro lleno de colorido. de inciensos y perfumes, que bien lo hubiera que– rido para sí nuestra venerable Gaceta de 1729, tan próvida en esta clase de descripciones de sacristía o corno la de una procesión, en que los enjambres de diablos coludos constituían el principal punto del programa. Pero las descripciones de los horrores de la eterna guerra civil que aún le tocó vivir en Centro América, son el lado más fuede para la re– construcción histórica. El, como buen nor!eameri– cano de la escuela de los que crearon la indepen– dencia y la república, no puede comprender cómo cinco retazos que podrían formar entre iodos una respetable nación, sé devana los seos buscando la manera de que Centro América vuelva a ser lo úni· ca que debía haber sido: una sola patria. Y como ve que sus hijos cada día imposibilitan más la obra pone sus ojos en un canal interoceánico, abierlo a fados los vapores del mundo, que por la fuerza de las circunstancias traiga la paz y la civilización a los centroamericanos.
El Proyecto de Canal por Nicaragua y la s Primeras Desdichas de Centro América
Si los ingleses habían sido el enemigo número uno de las posesiones españolas de América durante la colonia, no podía esperarse que esta situación cambiara cuando ya ni siquiera con la relativa fuer– za y la oposición de España podían tropezar. Si aun poniendo España en acción sus fuerzas de mar y tierra se habían aferrado a Belice e inventado un "protectorado" sobre una faja de tierra sin límites en las costas de Honduras y Nicaragua, no era de esperar que ahora que Centro América se quedaba sola y sus pequeñas parcelas haciéndose pedazos en la más necia, inconcebible y a la vez más inevi– table guerra civil, Inglaterra no :l:ratara de aprove– charf,e y sacar el mejor parlido del caos centroame– ricano. Era la hora del canal y desperdiciarla hu-
biera sido sencillamente estúpido, ya que por otra parle, los propios centroamericanos, tan aficionados a los juegos de cañas, los cohetes y los castillos de pirotecnia, desde la fundación de la muy noble y muy leal Santiago de los Caballeros, les abrían la pueda.
Durante la colonia no había preocupación por crear o fomentar empresas de prosperidad pública. Sólo un nombre encontrarnos, en toda la bibliogra– fía colonial, que se haya preocupado en serio por le– vantar planos y escribir sobre las ventajas que a to– da España, y en particular al reino de Guatemala; traería la apertura del canal: el ingeniero y fraile franciscano Marlín Lobo, especialista, según el cro– nista Vásquez, en cosas de hidráulica, que vivió y
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