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« Previous Page Table of Contents Next Page »trabajó en la Antigua en la primera mitad del si– glo XVII Y murió de fiebres en n ues:l:ro puer:l:o de Trujillo cuando regresaba a España llevándole al rey sus proyec:l:os. Después sólo a fines del siglo XVIII, con la evolución profunda operada en los Hempos de Carlos III, hallarnos gen:l:e que se preo– cupe por hacer cosas grandes, corno la navegación del río Mo:l:agua, ya que más al nor:l:e de és:l:e no se podía pensar pues más allá de la sierra de las Minas o sean Livings:l:on y el golfo Dulce eran usu~
fruc:l:o de los con:l:rabandis:l:as beliceños y los pira:l:as ingleses. Un audaz marinero español, según nos cuen:l:a la Gace:l:a, realizó la hazaña de navegar el Mo:l:agua desde su puer:l:o de Gualán has:l:a casi la desernbocadura¡ y por los esfuerzos de la Sociedad Económica de Amigos del País llegó has:l:a organizar– se una compañía, con cinco mil pesos oro de capi– :l:al para que :l:al navegación se regularizara. Pero la Sociedad podía muy poco a pesar del enorme es– fuerzo del pequeño grupo de sus animadores, Car– los IV llegó has:l:a suprimirla por varios años, y aunque sus iniciativas eran muy acer:l:adas y feli– ces, tenía que luchar con la pobreza general del país y el sórdido egoísmo de los muy con:l:ados "ri– cos" que habían hecho for:l:una en monopolios co– merciales, agrícolas o agropecuarios y eran incapa– ces por :l:an:l:o de gas:l:arlo en obras de bien público. En cambio la piro:l:ecnia de las frases boni:l:as
y las meras ilusiones :l:uvo ocasión de desbordarse a la hora en que pudimos librarnos (o nos libraron las circunstancias mejor di~ho) del imperio de I:l:ur~
bide y se :l:ra:l:ó de organizar la república. Jus:l:o es reconocer la bondad de las in:l:enciones de algunos pairio:l:as; y en es:l:e sentido debe reconocerse al jefe del Es:l:ado de Nicaragua, aun an:l:es de serlo, don Ml;inuel An:l:onio de la Cerda, el mérito de haberse fijado, an:l:es que nadie, en las ven:l:ajas que para su provincia en especial y para toda Cen:l:ro América repodaría la obra del canal. La idea :l:enía vir:l:ud mágica y todos se sen:l:ían con:l:aminados de locura. "La apertura del canal, decían los cen:l:roarrtericanos, es el primer bien después de la irl.dep<;l¡),dencia", 19
cual l:l.ubiera :;lido una gran verdad si la independen– cia h':l.biera resul:l:ado Un bien. Y añadían viendo gi– rar la: ri.leda de luces de colores y "cE\nChipflines" del mejor castillo que se hE\bía quemado desde que don Jorge de Alvarado asen:l:ara la segunda Santia– go en el valle de Almolonga: "LE\ aper:l:ura del canal inmor:l:alizará al siglo y al Congreso que la ponga en ejecución". Y has:l:a la gen:l:e más seria del ex:l:ran– jera se en:l:usiasmaba. El famoso economis:l:a mon– sieur de Prad:l:, a quien :l:odo el mundo :l:enía muy en cuenta, exclamaba, probablemen:l:e con las ma– nos en a1:l:0: "La liber:l:ad va a abrir la puer:l:a que el in:l:erés privado de España había man:l:enido has– :l:a ahora 'cerrada al mundo. La independencia de América será la que proporcione al Universo las ven– :l:ajas que deberá gozar por la nueva ru:l:a comercial de que hubiera estado e:l:ernamen:l:e privada sin E\quélla".
. Pero pocos se hE\bían fijado en que ya por el año :1. '179, los coro:n.eles ingleses Hodgson y Lee ha– bían, levantado los primeros planos del gran lago de Nlcaragua, el río San Juan y el res:l:o de la provin_ cia, de Nicaragua, y los habían rerni:l:ido a Londres junio con :l:odos los demás dafos que le sirvieron a
Ingla:l:erra para armar la expedición (aquella de que formó par:l:e y de que resul±ó herido el más :l:arde ce– lebérrimo Nelson), que se hubiera apoderado de Ni– caragua si no es que salen en defensa de és:l:a, ade– más de la hija del comandan:l:e del cas:l:illo de San Garlas, la primera heroína verdadera de nues:l:ra his:l:oria, :l:oda la gama de paludismos y fiebres per– niciosas que eran los mejores soldados para defen– dernos.
Tampoco se habían fijado los cen:l:roamericanos en que el no menos célebre minis:l:ro inglés Lord Pi:I::I:, "fundaba -al decir del his:l:oriador más en boga, Robinson- en la empresa del canal una gran par:l:e de sus planes". Lo impor:l:an:l:e era prenderle fuego a los "escupidores" y cohe:l:es de colores que :l:an:l:a fama le habían dado ya al "puen:l:e de Chispas" de la nueva Gua:l:emala de la Asunción. Has:l:a los do– cUn'1.en:l:os que hubieran debido servir de an:l:eceden– :l:es y base de la negociación habían desaparecido, "unos ex:l:raídos privadamen:l:e, o:l:ros remitidos a Mé– xico, a donde nunca llegaron" ... "Cuando la Asam– 1;>lea Nacional quiso :l:ener a la vis:l:a los que se re– ferían al negocio en cues:l:ión fue informada de que no quedaba uno solo de los que se habían conser– vado en el an:l:iguo depósi:l:o geográfico del reino",l Pero no obs:l:an:l:e la fa1:l:a de tan elemen:l:ales ba– ses de juicio, se dio con :l:oda pompa el decre:l:o de 16 de junio de 1825 disponiendo se abrieran nego– ciaciones para la cons:l:rucción del canal. La idea era libérrima: un canal para uso de las naves de :l:odo el mundo. Y el programa de ven:l:ajas más li– bérrimo aún: se hablaba de las formidables en:l:ra– das que :l:endría el fisco, corno produc:l:o de la :l:ribu:l:a– ción de :l:odas las naciones del mundo. Se hacían cálculos "a la quien vive", corno solemos o solíamos decir. La agricu1:l:ura, el comercio y la minería sufri– rían una benéfica revolución; con sólo la in:l:roduc– oión de maquinaria se pagaría el presupues:l:o, sin hablar del adelanto que para :l:oda Cen:l:ro América significaría esa creación de nuevas poblaciones y el cruzamien:l:o de carreteras en :l:odas direcciones. "En una palabra, nos dice el ecuánime Marure en su folle:l:o sobre "El Canal de Nicaragua", se esperaba, por medio del canal, ver a la república :l:ransforma– da den:l:ro de pocos años en la nación más rica, más poblada y más feliz del globo".
Por supues:l:o que nunca fa1:l:ó, corno a la zaga de las deslumbran:l:es carrozas de los césares roma– nos, el esclavo que le fuera susurrando al oído del César el aborrecible recuerdo de que la muer:l:e siem– pre acecha. Sólo que esta vez el esclavo fUe el de las realidades cen:l:roamericanas, don José Cecilia del Valle, a quien dándole el sobrenombre de sabio se le compensaba el no hacer caso de su sabiduría. Una costumbre muy a gus:l:o del país. Valle, que a la hora de los fuegos fa:l:uos por la independencia verlió :l:odas sus previsiones profé:l:icas en las pági~
nas de su admirable "Amigo de la Pa:l:ria", para ha~
cerles ver la realidad del a:l:olladero sin fondo en que se metían a :l:odos los ideólogos de buena fe corno don Pedro Malina, y aun a los de mala fe, que no eran los menos, es:l:a vez, cuando se :l:ra:l:ó de la aper:l:ura del canal, no pudo menos de lanzar el
1 Obras completas de José Cecilia del Valle T, 1 Págs 132-49. Gua-temala, 1929. ' , .•
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