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plica, les procure pueria franca á fin de que se marchen á donde gusien y no vuelvan á alterar, ni ±eóricamenie siquie– ra, según lo han hecho hoy, la iranqui– dad actual del país.

Después de mi entrevista, un coro– nel del Estado Mayor me hizo los hono– res hasta la puerta de la calle, y á mi segundo paso por el vestíbulo, la guar– dia fué form.ada y me terciaron annas.

Poco antes de la comida, un a yudanie del Presidente de la República vino a lla– marme de su parte, acudí inm.ediatamen– te y el propio señor Estrada Cabrera rne dió la buena nueva de que podía yo ern– barcar á mis asilados, dentro del ±érmi– no de veinticuatro horas y aprovechando la salidq. de rnañana de un vapor de la Mala del Pacífico, que va á Panamá.

En la tribuna presidencial del hipó– dromo.

Cosa rara, que se acentúa más con– fOl"'lLle prolongo Ini perrnanencia en Gua– ternala: sién±oIne invadido de un inmen– so desinterés olímpico por todo y por to– dos. El rnundo, contemplado al través de este agujero ceniroamericano, aniójase– me una rnénagerie inacabable. Fuera de mis gentes, mis íntin1.os, lo resian±e Ine r,esul±a zoología pura...

Lástima que esto sea sólo Inenia!, que no pueda dominar en la práctica,

Alarmados porque nuestro hijo sólo ha aumentado una libra de peso en el es– pacio de un mes, consultamos con el doc– ±or, que ordena se le ponga nodriza.

Con tal motivo hay lágrirnas- de la mamá, que no se, resigna á este priIner abandono de su rnuchacho.

En±rada triunfal de la nodriza. Es una vasta y colosal india de México, vestida de colorines, según aquí visten iodos los de su raza, que entiende al nombre de Jerónima Corona. Una ver– dadera vaca hurnana, que en cuanto lle– ga ejerce sus funciones, sacando á luz una de sus ubres enorrne y repletas para amamantar al hambriento.

Nuevo llanto de mi rnujer, que, con– irasta con la voracidad de nuestro hijo pegado al pecho y tragando vida gloto– naluente, glotonarnente, en plácida in-

canas; viaje que puede convertirse en muy honorífico si hay triunfo, ó en un fiasco si fracaso: seré portador de la oli– va de la paz.

Ya estamos aquí en revolución, y yo de nuevo desempeñando funciones de abogado de afligidos.

Una señora de la m.ejor sociedad, confíarne que esloy ganándome sinnúme– ro de bendiciones.

No me parece mal!

El aspecto de las calles no es hala– güeño, hay mucho aumento de agentes de policía, y los pobladores, aun los más denodados, delatan á la legua el terror que los paraliza

Presencio la salida de algunas tro– pas: puñados de indios, que sin entusias– mos, en resignado silencio desfilan con el rémington á cuestas, por los guijarros de las calles de esta antigua Capitanía General de las Españas.

y esposas, en demanda de que in±erpon– ga yo mis buenos oficios para que el Go– bierno rnejore la suerte que están corrien– do los muchos prisioneros á diario cap– turados. Las desventuradas señoras llo– ran sin consuelo contándonos sus terno– res y sus cuitas.

Después de algunas entrevistas con el Presidente Esirada Cabrera, obtengo de él que los presuntos responsables de la intentona revolucionaria de Ju±iapa,. sean juzgados, aunque mi1itarm.en±e, en esta propia capita!.

La gente se alegra, pues esposas y madres abrigaban una porción de som– bríos presentimientos si hubieran llevado á sus deudos á juzgarlos hasÍa aquel De– parlam.ento.

Mañana me embarcaré para El Sal– vador.

Según mis cálculos y deseos, la au– sencia no ha de prolongarse m.ás allá de tres meses.

Alguna gente en la estación augu.. rándorne buen éxito; en el puerto, mucho calor y ansias de que la cosa empiece de una vez.

A eso de las ocho de la noche levó anclas el vapor "Loa" de la Compañía

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