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¡Carne, celeste carne de mujer! (42)

Lo come es endiosado, comparado 01 pon de lo Eucaristía, es decir, identificada con lo come de Cristo: en ese pan divino

pena el cual nuestra sangre es nuestro vino. (ibid) Este poema, además, vuelve a tomar el tema tro-tado en la "Bolada en honor de las Musas de carne y hueso" y en otros poesías: la carne, centro de gravedad d I cosmos Fuera de \0 carne, ninguna actividad es

~ncebible. Ella condiciona la evolucion del género

~umano, las artes, todas las aspiraciones profundas del hombre:

En ella está la lira, en ella está la rosa,

en ella está la ciencia armoniosa, en ella se respira

el perfume vital de toda cosa. (ibíd) Si en Dante es el amor purificado, espiritualizado lo que hace mover "el sol y las otras estrellas",. en Da· río, al contrario, es el amor carnal, la sexualidad, lo que está en ,la base de la vida, en el ce;ntro d~ la crea– cion (Podnamos preguritarnos en que medida hubo una contribucion de la filosofía freudiano a la fOlma– cion de este tema vital en la obra de Rubén Daría) Nuestro poeta, asimismo, parece afirmar claramente que el amor platonico es solo una quimera y no existe en realidad El amor platonico es una etapa en la ascen· sion hacia la sexualidad, solo puede conducir a \0 car– ne:

Vamos por partes; comenzará muy puro, pero ClI fin ...! la carne! (431

¿Qué ama en la mujer? Sus cualidades espiritua– les? No Ama su cuerpo, su carne "rosada y fresca", que ahuyenta el amor platonico:

. las espaldas de nieve, en donde obscuras y gruesas, caen, sedosas, . las gordas trenzas,

y en donde el amor platonico huye, baja la cabeza, mientras, temblando, se mira la carne rosada y fresca. (441

Estas ideas se encuentran resumidas en otro poe· mita, de manera diferente:

Conque quedamos, señores, en que la cClrne es la reina. (45)

En fin la sexualidad es el tema principal de un soneto, que comienza así:

MIA: Clsí te llamas. (46) Este primer verso da el tono nal Califica a la mujer que ama, por el superlativo de la poses ion

dd de que se trata de la poses ion

42 "CnÚl(!, r.eh!~te cfl.rne ".

J) 916 43 ;'Abrojos", XLI. p 673. H 'Abrojos", XLIV p 674 46 "Abrojo.... XLIX:» 676

de la posesíon car– Ia califica de "mía", No hay ninguna du– carnal:

Tu so)(o fundiste con mi sexo fuerte,

fundiendo dos bronces. (ibíd.1

Pedro Salinas, algunos de cuyos juicios tendremos que criticar, ha analizado bellamente este soneto, Nos habría parecido completo, si no subiera silenciado (¿por qué razon) el terceto tan importante "Tu sexo fundis– te " El comentario de Salinas se posa en la palabra "Mía", cuyo análisis constituye sin duda una de las pá– ginas más hermosas de su estudio sobre Daría "Ob¡e– tivo de la palabra es designar, afirmar la poses ion de alguna cosa Pero el poeta siente con tanta vehemen– cia la nostalgia de la posesion y, sobre todo, la glofia de la poses ion, que convierte la palabra en un sustan– tivo, en un nombre propio En una sustantividad abso· luto ( l. Lo que distingue a esta mujer y 10 eleva a la cima de todo, no son sus cualidades personales, in· dividuales, no: es solamente la oportunidad de haber sido "mía", de haber sido poseída, de haber dejado de pertenecerse El impulso posesivo del poeta le re· coge y la absorbe, la anonada, y ella que es todo, pa– ra ser esto debe primero resolvelse a no ser nada Es la gran cualquiera, la musa anonima -cuyo solo nom– bre es poseída- de la erotica Musa que satisface to" das las nostalgias -pues el poeta Ja hace dispensar harmonía, luz, rosas, aroma- con una sola exigencia, con un si temblante y condicional: si sé que me amCls La existencia de esta mujer está condicionada al hecho de que ame o no al poeta " (47)

Esta poses ion es absoluta y se encuentra expresa– da con pOlticular insistencia en la doble repetícion del pronombre posesivo (o nombre propio, si se quierel:

¡Oh Mía!, iOh Míal

Pelo no hay que olvidar la nota del último terce– to, una nota de tristeza infinita, de melancolía y de fa– talidad que domina toda la obra poética de Da río, osi como su vida Este último terceto afirma Jo fatalidad de la pasion carnal, el carácter inevitable de la pose· sion acompañada de una profunda melancolía

Yo, triste; tú, triste ... ¿No, hCls de ser, entonces, mía hastCl la muerte?

Hay como la resonancia de una sentencia, de una resignacion

Señalaremos otro poema en el cual la mujel cali-ficaela ele "Mía" es descrita de este modo:

Luz de sueño, flor de mito, tu admirable cuerpo canta la grClcia de Hermafrodito con lo aéreo de Atlanta; y de tu beldCld Clmbiguo, la evocada musa antiguCl su himno de carne levanto (48)

Los climas amoroso, erotico y carnal que hemos intentado captar hasta el momento, no constituyen am– bientes aislados en la obra de nuestro poeta Ya he-

·16 uMín"

I P '190

47 P Salinas, op di. pilgs 67·8

,iS "Oh o dezh '. II 840

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