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den que ha reinado en el país desde la Independencia; pero si bien admiten muchos que la esclavitud sería ventajoso pala Nicaragua, piensan que fué impolítico su restablecimiento cuando se emitio el decreto dé 22 de septiembre Esto nos obliga a considerar este decre– to en relacion con el problema de la esclavitud en los Estados Unidos

Cuando se dicto era evidente que los amel iconos de Nicaragua iban a tener que defenderse contra las fuerzas de cuatro Estados aliados Su causa era buena

y iusta, pero a (a ~a;t.cn poreda que solo a ellos tes im– portaba Hasta aquel entonces no había más intereses americanos en el país que los del ejército y los de la Compañía del Tlónsito; por lo tanto convenía ligar al– gún interés fuerte y poderoso de los Estados Unidos a la causa por. la cual luchaban los nicaragüenses natu– ralizados El decl eto que restablecla la, esclavitud, al declOlar corno se proponían los americanqs regenerar la sociedad nicaragüense, hacía de ellos a la vez fos cam– peones de 105 Estados del SUI de fa Union en el conflic– to bien llamado "inevitable" entre el trabajo libre y el trabajo esclavo la política de la medida estriba en indicar a los Estados del Sur el único medio poco revo– lucionario de que disponen para conservar su plesente organizacion social

En i 856 empezo a notar el SUI que todo territorio adquirido de aquí en adelante por el gobi~rno federal sería destinado para liso y provecho del trabajo libre El inmigrcmte procedente de los Estados donde el traba– io es libr" se traslada rápida y fácilmente a los nuevos territorios; y corno el exceso de pobladon es más gran– de en el Norte. que en el SUI, la mayoria en todo nuevo territorio vendríq seguramente de la region antiesclovis– ta Además, el Sur no tiene exceso de mano de obra que mondar al oeste o 01 sur Al contrario, los Esta–

do~ del Golfo piden a gritos más negros y el malestar de la sociedaq del Su~ proviene de la superabundancia de intelef!tua le's y capitalistas en proporcíon del húmero de obteT(:¡~ T,01 corl1o están al presente las cosas es imposiple que .el $ur puedo conseguir )0 mano de obro de qu~ carece, y el úniCo medio de que sU industria re· coblié el equilibrio sería mandar sus intelectuales deso– cupado,s a un CéJmpo donde no haya obstáculos políti~

éos qlJe les impidan obtener la mano de obra necesa. ria

Sin embatgo, en los Estados del Sur algunos le– prueban todo esfuerzo paro extender la esclavitud, POl– que dicen que'l esto ill ila el sentimiento óntiesclavista y

por lo tanto fomenta y fOltalece la hostilidad contra lo sociedad del Sur El gran remedio confra el abolicio– nismo es, según ellos, la quietud y la indccion de parte de Jos propietarios de esclavos; pero los que es~o dicen son los pensadores más superficiales . Imposible es contener el debate del problema de la esdavitud en los Estados Unidos Es ésta una cuestion qué afecta todo el trabajo del país y las vitales relaciones entre el capi, tal y el trabaio 1 Y esta cuestion es /0 que en todo

l. Conviene tal vez dedÍl' que estos pál"lafos fueron escri– tos an,tes de que Mr. Seward ploilunciase ~n el senado su dísc\lrstj lhagíshal del 29 de febiero de 1860 ' POI' mucho que se pueda, disenth- de las opiniones del senador, es imposible

¡lO apló!;)il,.la robustat y él Vigol de los ¡lensamilintos y del lenguaje El autor estima que los hombl es del Sur cometen un error al tratar de depiimÍl el talento o de menospreciar las intenciones de Jos jefes del pa.rtido antiesclavistá Cuan' f.? más grande ~ea su.ta~eIito y cuanto más r>urilá 8\18 íntén~

Clones, tanto mas Pél¡grosos resultan para el Sur. N del 'r.

tiempo y en todas partes ha dividido las naciones y las soCiedades Por lo tanto resulta ocioso hablar de que se est6 arreglando Por la índole de las cosas, el con– flicto entre el tlabajo libre y el trabajo esclavo "nunca termina, siempre está empezando"

En septiembre de 1856 la propanganda para la ereccion presidencial estaba enardeciendo las pasiones y los prejuicios en las diversas pat1es de la Union, y uno de los grandes parlidos políticos del país, reunido en una convencion, había declarado que simpatizaba con los esfuerzos que se estaban haciendo paro regenerar o.

Centro América, complometiéndose a darles su apoyo Estas promesas y estos C'omplomisos fueron de parte del partido que confiaba en los Estados esclavistas para ob· tener el triunfo, y este partido debio mirar favorable– mente una medida tendiente a fortalecer lo esclavitud en el Sur; pero el modo como recibio la democracia del Norte el decleto que restablecía la esclavitud en Nica– ragua, prueba fa falsía de sus declaraciones amistosas respecto de los intereses del Sur Casi no se levanto una voz en defensa de la medida al norte del Potomac; sin embargo, los Estados partidarios del trabajo lible verán fal vez, cuando ya sea demasiado tarde, que la única manera de evitar la revolucion y un conflicto ar– mado entre los del Norte y los del SUr de la Union, es seguir la política propuesta por Nicaragua

Verdad es que el autor del decreto de la esclavi– tlld tia estaba enterado, cuando éste se emitio, de la fuerte y universal hostilidad de los Estados del Norte contra Jos del Sur No sabía cuán profundas son los sénfimientos antiesdavistas que I eínan en los Estados pártidarios del trabajo libre, ni que estos sentimientos

Se enSeñan en

'a

escuela, se predican en el púlpito y se inculcan por las madres a sus hijos desde la infancia Pero el conocimiento de tal manera de sentir habría hecho de la emision del decreto un deber tan sagrado corno ·político Para evitar la invasiotl que lo amenaza, el ~ur nEicesita romper las vallas que lo rodean por to–

do,~· lados y lIeval la guerra entre las dos formas de trapajo más allá de sus límites Un ejército sitiado que cqreCé' de aliados por lo parte de fuera, habrá de ren·

dit~e por hamb,e, cuando menos, salvo que pueda hacer

una salida y ab! irse paso por entre fas eneníigos que lo asedian

A la vez que el decreto de la esclavitud plocuraba ligar los Estados del Sur a Nicardgua corno si este país fuese uno de ellos, ero también una ,epudiacion de to– do deseo de anexarlo a la Union federal, y desde todo punto de vista importaba hacer vel que el movimiento americano de Nicaragua no se ploponía la anexion Es– ta idea asediaba sin cesar la mente de los hombres pú– blicos de la Union, poco acostumbrados a mirar las cues– tiones políticas desde puntos de vista que no sean los de pOltido Turbo la mente de MI Pierce al escribir su mensaje sobre la recepcion del podre Vigil; preocupo a

Mr Marcy 01 considerar la suel te futulQ del pOi tido de– mocl ata; y no cabe duda de que la incertidumbre de! secretario de Estado en cuanto al efecto que el movi–

miento nicaragüense pudiera tener sab,e la accion de los partidos políticos en los Estados Unidos, le hizo mi– rar de reojo la empresa desde el principio Mr. Marcy era un hombre anciano que ambicionaba una posicion todavía más alta que la que tuvo en el gobierno fede– ral, y su larga experiencia le permitía calcular bien el resultado de los votos de los viejos partidos en las con·

venciones y elecciones populares; pero aquí se trataba

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